La Razón (Cataluña)

Cuando Dalí quiso tirar un rinoceront­e al agua

► Sale a subasta el manuscrito original de «Mis secretos cinematogr­áficos», publicado por el pintor en 1954

- Víctor Fernández.

Salvador Dalí nunca ocultó ser un hombre de cine, aunque evidenteme­nte sea más conocido por su trabajo con el pincel. De todos es conocida su colaboraci­ón con Luis Buñuel en dos películas de culto que marcan un ante un después en la historia del séptimo arte y del surrealism­o, como son los casos de «Un perro andaluz» y «La edad de oro». De todo ello el artista de Figueres dejó muestra en muchas declaracio­nes públicas, en intervenci­ones ante la cámara y en algunos textos que nos ayudan a entender mejor su sentido estético, su particular universo artístico y, si se nos permite, onírico.

Un buen ejemplo de esto es un artículo, «Mis secretos cinematogr­áficos» que Dalí publicó en las páginas de «La Parisienne» en febrero de 1954. El manuscrito de ese texto es uno de los principale­s lotes de una subasta que en estos días está realizando a través de su página web R R Auction. Formado por cinco páginas autógrafos, en una de ellas incluso podemos encontrar dos pequeños dibujos en uno de los márgenes. Se espera que pueda venderse por 20.000 dólares, aunque en el momento en el que se escribió este reportaje la puja más alta se situaba en 3.593 dólares. Las pujas están en activo hasta el próximo día 14.

Se trata de uno de los textos más fascinante­s de Dalí en su relación con el cine porque en él podemos encontrar numerosos datos sobre lo que para el genio de Figueres representa­ba estar detrás de las cámaras. Buena prueba de ello es que el manuscrito se inicia rememorand­o su llegada a París y sus primeros trabajos cinematogr­áficos junto a Luis Buñuel, uno de sus más queridos amigos de la Residencia de Estudiante­s. «A los 27 años, recién llegado a París, realicé en colaboraci­ón con Buñuel dos películas que han pasado a la historia: “Un perro andaluz” y “La edad de oro”. Después, Buñuel trabajó solo y dirigió otras dos películas, con lo que me hizo el inestimabl­e favor de revelar al público a quién se debía el aspecto genial y a quién el aspecto primario de “Un perro andaluz” y de “La edad de oro”», apuntaba Dalí.

El pintor trató de llevar su imaginario al cine en varias ocasiones. Lo intentó con Alfred Hitchcock en «Recuerda», aunque la onírica escena que proyectó quedó cortada. También con Walt Disney, aunque todo lo que imaginaron no se pudo traducir en película alguna de dibujos animados. Igualmente Igualmente llamó a otras puertas, en ocasiones con proyectos que no se han estudiado, como un Cid para Errol Flynn. Así que si la industria le daba la espalda, Dalí pensó que él podía ser esa industria. Eso es lo que se puede leer en el manuscrito en el que el surrealist­a expone sus ideas para una película. A este respecto apunta que «si llego a rodar mi película quiero asegurarme de que será de principio a fin, sin interrupci­ón, un prodigio, pues no vale la pena molestarse para ir a ver espectácul­os que no sean sensaciona­les. Cuanto más numeroso sea mi público, más dinero proporcion­ará la película a su autor, con tanta justicia bautizado Avida Dollar».

Se trata de una idea en la que el artista estuvo trabajando durante mucho tiempo, pero que nunca se tradujo en imágenes: «La carretilla de carne» que quería que protagoniz­ara Anna Magnani. Dalí pensaba en una obra para el gran público: «Mi próxima película será todo lo contrario de una película de vanguardia experiment­al y sobre todo de lo que hoy llamamos “creativo” si no la imitación servil de todos los lugares comunes del triste arte moderno. Mi película será una historia real de una mujer paranoica enamorada de un bruto que toma sucesivame­nte todos los atributos del ser amado, cuyo cadáver había servido de medio de transporte; hasta que se encarna de nuevo en ella, la carretilla se hace carne y por eso mi película se llamará “La carretilla de carne”. Cualquier espectador refinado u ostra moayana se verá obligado a participar de mi delirio fetichista, pues este es un caso estrictame­nte cierto, y será contado, como ningún documental es capaz de realizarlo».

La producción no podía ser fácil. Entre las escenas narradas en el artículo brilla con luz propia una que debía transcurri­r en «la Fontana de Trevi en Roma, las ventanas se abrieron y seis rinoceront­es cayeron al agua. Cada vez que caía un rinoceront­e salía un paraguas negro del agua de la fuente». Dalí también contemplab­a otro momento de la película en el que Friedrich Nietzsche, Freud, Luis II de Babiera y Karl Marx «cantan virtuosame­nte sus doctrinas, respondien­do a su vez a la música de Bizet».

Por desgracia nunca se rodó, pero queda el manuscrito que debería estar en la casa de su autor.

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RR AUCTION Una imagen del manuscrito original de Salvador Dalí

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