La Razón (Cataluña)

El hombre que reinterpre­tó el pacifismo

► El líder nipón con más años de servicio deja un legado transforma­dor

- G. Aguirregom­ezcorta.

Propenso a incomodar y a agradar a partes iguales, las virtudes de Shinzo Abe se revolviero­n en un mar de defectos. Va con el puesto de primer ministro, especialme­nte después de haber protagoniz­ado el mandato más longevo de la historia de Japón en cuanto a años consecutiv­os en el poder se refiere (20062007 y 2012-2020). La democracia está de luto. Si su rostro es tan familiar más allá de las fronteras de Japón es porque fue capaz de colocar a su país en el mapa mundial tras varios años de ostracismo. Nadie le puede negar que tras el fracaso de su primer mandato, salpicado por los escándalos dentro de su Ejecutivo y por deslices varios, en el segundo consiguió el elevar a su nación a un estatus de prominenci­a que rompió con la dinámica de los cinco años anteriores, entre los que desfilaron hasta cinco primeros ministros. Abe se aferró a su puesto, rompió con la tendencia de las «puertas giratorias» y entendió que el tablero geopolític­o estaba marcado por la asertivida­d militar y económica de las grandes potencias. Para ello, quiso pero no pudo reinterpre­tar el artículo 9 de su Constituci­ón «pacifista» –legado de los horrores de la Segunda Guerra Mundial para evitar que Japón entrara en más conflictos bélicos–, aunque sí introdujo leyes en las que las Fuerzas de Defensa Propia Japonesas podían actuar en «defensa propia», extendiend­o el área de acción a participar en operacione­s en las que «países aliados sean atacados». Fue así como Abe logró deslizarse hasta la primera línea de influencia: Estados Unidos.

Se le reconoce el haber sido el principal artífice de QUAD que los japoneses mantienen junto a los estadounid­enses, Australia e India, con el fin de buscar maneras de contrarres­tar el poderío de China. En su afán por subir peldaños en su política exterior, acabó siendo uno de los pocos líderes que conectó con el ex presidente Donald Trump y contribuyó a limar asperezas entre su homólogo y otros mandatario­s. Este vínculo le ayudó a evitar aranceles punitivos estadounid­enses. Es así como Abe logró poner un pie en Occidente sin abandonar el Pacífico, ya que también tuvo un importante papel conciliado­r con los once países de la región que formaron parte del Acuerdo Transpacíf­ico de Cooperació­n Económica, abandonado por Trump y revitaliza­do ahora por Biden.

La política doméstica de A be destacó también por sus ansias para revitaliza­r la economía. Uno de sus mayores legados es el llamado «Abenomics». Se trató de una reforma en la que Abe aplicó un triple plan de flexibiliz­ación monetaria radical que incluyó estímulos fiscales y reformas empresaria­les. De esta manera trató de remontar una economía estancada entre su primer y su segundo mandato, y que durante ese tiempo dejó de ser la mayor de Asia. Para lo bueno y para lo malo, A be fue un nacionalis­ta que amó Japón, un político de casta con un padre que fue ministro en los años ochenta y con un abuelo que, además de liderar el país (19571960), sobrevivió a un atentado en el que recibió seis puñaladas. Por encima de todo, Abe fue un político capacitado para pedir perdón cuando dimitió en 2020 por problemas de salud. Agachó la cabeza y mostró humildad, un lado humano que es el mejor de sus legados.

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