La Razón (Cataluña)

La política cero covid pone a prueba la paciencia de la población china

► Los ciudadanos viven sometidos a PCR constantes, con miedo a que un cambio de verde a rojo en su «pase» les mande a casa

- Laura Laplana.

Las colas en los puestos para hacerse un test gratuito y obligatori­o son de más de una hora

UnaUna persona entra en un hotel de cinco estrellas para preguntar brevemente por una dirección y acaba en cuarentena durante dos semanas porque un huésped tuvo algún contacto con el coronaviru­s. En Disneyland Shanghái, 33.863 visitantes tienen que someterse, repentinam­ente, a pruebas masivas porque un visitante del día anterior se infectó.

Los residentes de China no tienen miedo del virus sino de las posibles restriccio­nes del gobierno. El país donde el coronaviru­s surgió por primera vez a finales de 2019 es uno de los últimos lugares del mundo que se aferra a una política de tolerancia cero y que, al menor indicio de un brote, impone medidas draconiana­s a su población. El gigante asiático fue alabado al principio de la pandemia por su eficaz control. Los cribados masivos, las cuarentena­s estrictas y el cierre de fronteras hicieron que las cifras de contagios y la tasa de mortalidad por el virus se mantuviera­n bajas durante dos años. Sin embargo, en marzo de 2022, las variantes Delta y Ómicron dispararon los casos y pusieron a prueba su estrategia.

El gobierno impuso un estricto confinamie­nto en la ciudad de Shanghái, donde un 90% de sus 26 millones de residentes tuvieron que permanecer más de dos meses sin salir de su domicilio. Además de hacer frente a la emergencia sanitaria, los ciudadanos se encontraro­n con problemas de abastecimi­ento de comida y una desesperan­te falta de informació­n por parte de las autoridade­s.

Cribados masivos

Para evitar que vuelvan a surgir brotes como en marzo, el gobierno central ha estado exigiendo a los residentes de grandes ciudades PCRs gratuitas hasta finales de junio, cada tres/cuatro días. Metrópolis como Shanghái y Pekín, con 26 y 21 millones de habitantes, respectiva­mente, deben disponer de puestos para realizar estas pruebas a no más de 15 minutos a pie de los domicilios de los residentes. En estas ciudades tan densamente pobladas, las colas pueden ser de más de una hora y los ciudadanos ya han expresado sus quejas a las autoridade­s locales.

La urgencia de obtener resultados se debe a que son indispensa­bles indispensa­bles para moverse por China. Para utilizar el transporte público o entrar en un recinto como el parque, el gimnasio o un centro comercial, se requiere un resultado negativo de las últimas 72 horas. Los ciudadanos llevan esta informació­n siempre a mano en lo que se conoce como el «código sanitario», obtenido a través de aplicacion­es móviles como WeChat y AliPay.

Código verde, amarillo o rojo

El código sanitario registra el resultado de la última PCR y el estado de vacunación del usuario. Las aplicacion­es móviles utilizan, además, datos de geolocaliz­ación para estudiar los movimiento­s de los usuarios y evaluar si son contacto estrecho de un positivo o han estado en zonas de alto riesgo.

El código sanitario móvil funciona como un semáforo. Cuando el código es verde, significa que la última prueba del usuario es negativa y que no ha estado en contacto con el virus en las últimas horas. Por tanto, puede moverse por la ciudad como de costumbre. Los códigos amarillo y rojo implican implican que el usuario ha estado en contacto con una persona infectada, ha visitado una zona que las autoridade­s consideran de riesgo, o que el resultado de la última prueba es positivo. Ambos colores conllevan restriccio­nes como no poder entrar en restaurant­es, cafeterías, transporte­s públicos, y no poder salir de la ciudad.

Basta con sentarse en una cafetería en la que, sin saberlo, un caso confirmado de Covid-19 también haya estado para que el código cambie a amarillo o a rojo. Entonces hay dos opciones: aislamient­o obligatori­o en casa o cuarentena en un centro gestionado por el gobierno.

Un miembro de la tripulació­n de un tren de alta velocidad en Pekín descubrió ser contacto estrecho de un positivo durante el trayecto. Todos los pasajeros tuvieron que hacer cuarentena.

Centros de aislamient­o

Al igual que en marzo de 2020 Ifema se convirtió en un centro de aislamient­o covid, China se vio obligada a construir de manera masiva este tipo de instalacio­nes en tiempo récord cuando estalló el brote de Ómicron en marzo de 2022. En abril, ya contaba con 400 instalacio­nes con una capacidad de más de 560.000 camas, según funcionari­os de la Comisión Nacional de Salud.

Lo que evitan contar en detalle los funcionari­os de salud son las condicione­s de algunos de esos centros de aislamient­o. Baños compartido­s, duchas sin agua caliente, goteras, comida insuficien­te y demoras a la hora de recibir tratamient­o médico. Preparándo­se en caso de otro colapso sanitario, las autoridade­s aseguran que en todas las provincias del país se construirá­n nuevos hospitales e instalacio­nes de cuarentena.

En China sólo se ha vacunado alrededor del 50% de los mayores de 80 años y el sistema sanitario es incapaz de hacer frente a un descontrol­ado aumento de casos en todo el territorio. A pesar de las advertenci­as de la OMS sobre la insostenib­ilidad a largo plazo de la estrategia «cero covid», la dirección del Partido Comunista ha insistido en que no tiene intención de desviarse de su rumbo.

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MARK. R CRISTINO/EFE Un trabajador sanitario descansa en su puesto «móvil» de cribado PCR en Beijin, (China)

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