La Razón (Cataluña)

La arena del desierto también esconde literatura

► William Atkins narra el tremendo reto que se propuso: recorrer los cinco continente­s para pisar los misterios de ocho grandes desiertos

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viajeros escritores que son de otra pasta, a los que no les importa ir un paso más allá de lo que implica abordar un territorio con experienci­as a ras de suelo extremas. Recienteme­nte, la noruega Erika Fatland dedicó dos libros a recorridos tan increíbles como arriesgado­s a través de catorce países que hacen frontera con Rusia tras atravesar las cinco ex repúblicas soviéticas, con sociedades que parecen vivir en un mundo antiguo. Por su parte, Barry López, en «Sueños árticos. Un mundo fascinante, peligroso y casi desconocid­o», contó cómo fue conocer el Ártico desde el estrecho de Bering hasta el de Davis contemplan­do un sinfín de hallazgos curiosos en torno a masas de hielo o esquimales.

Pues bien, William Atkins (1976) es de ese tipo de autores que iluminan con su lenguaje parajes recónditos, en esta ocasión con «El mundo inconmensu­rable», título de lo más acertado al penetrar en todo tipo de desiertos, que tanto juego han dado en el arte o el cine. El autor se propuso el tremendo reto de recorrer los cinco continente­s para pisar ocho grandes desier Hay tos: en Arabia Saudí, Australia, Kazajistán… Y ahora vemos, de forma fascinante, el paisaje, y con ello la historia o la topografía, de parajes como el desierto de Sonora, en Estados Unidos, o el de Omán, que llaman «cuarto vacío»; en suma, sitios caracteriz­ados, sobre todo, por la ausencia casi total de vida humana o de otra clase.

Observació­n y descripció­n

Atkins, de forma tan erudita como amena, nos habla del pasado de esos lares, cuando una vez fueron lagos o incluso mares, miles y miles de años atrás (lo cual se sabe por el hallazgo en diversas dunas de fósiles de crustáceos). «Era la noche de la luna de sangre», empieza escribiend­o el periodista, rememorand­o un viaje oriental, y enseguida habla de que «la principal caracterís­tica de la noche en el desierto no era la oscuridad, sino esa luz que no era la del sol». Y ahí tenemos lo mejor de este trabajo extraordin­ario: la capacidad de observació­n y descripció­n del hombre que vemos de repente en una cabaña en Arizona intentando evitar las lagartijas o los escorpione­s, y oyendo los aullidos de los coyotes.

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A CORBIS El desecado mar de Aral en Kazajistán también es visitado por Atkins
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William Atkins RANDOM HOUSE 448 páginas, 23,90 euros
★★★★ «El mundo inconmensu­rable» William Atkins RANDOM HOUSE 448 páginas, 23,90 euros

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