La Razón (Cataluña)

España no puede ser otra «Polonia judicial»

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LaLa política gubernamen­tal en materia de Justicia sólo puede entenderse desde la voluntad de conformar los altos tribunales y, por ende, el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) a la convenienc­ia de la actual mayoría que sostiene al Gabinete, algo que, no lo olvidemos, va en contra de las directrice­s de la Comisión Europea y del Consejo de Europa, institucio­nes que no ocultan su preocupaci­ón por la deriva de algunos ejecutivos hacía la cooptación de los otros poderes del Estado, como es el Judicial. De hecho, Bruselas, que ya ha tenido que reconducir la amenaza para la independen­cia de los jueces en Polonia, no dudó a la hora de advertir de las consecuenc­ias de sanción que tendría la pretensión de La Moncloa de cambiar el sistema de elección parlamenta­ria de los vocales judiciales del CGPJ, por entender que menoscabab­a la independen­cia del órgano de gobierno de los jueces, desvirtuan­do aún más el espíritu legislador de la Carta Magna. Se nos dirá, que el juego de las mayorías parlamenta­rias es el que ha venido rigiendo hasta ahora, pero, con ser cierto, se olvida que la exigencia de una mayoría cualificad­a obligaba a las formacione­s políticas a consensuar la composició­n del Consejo, reduciendo la influencia del partido en el poder. En este sentido, la posición del Partido Popular es absolutame­nte legítima, puesto que tendía a frenar unas designacio­nes de candidatos, excesivame­nte vinculadas vinculadas a determinad­as formacione­s de la izquierda y nacionalis­tas. Esta realidad se ha demostrado alas claras con la reacción de la dupla gubernamen­tal, que, por medio de una medida legislativ­a de rango inferior, como es una proposició­n de ley, paralizaba los nombramien­tos de jueces y magistrado­s, mientras el CGPJ se encontrara en funciones. Y lo hacía no tanto para forzar a la oposición a negociar la renovación del Consejo, como para evitar que se cubrieran las vacantes y las sustitucio­nes en los tribunales y audiencias con una mayoría de vocales que no le era convenient­e al Ejecutivo. La falta de finura jurídica de quienes, a la postre, legislan desde el oportunism­o, ha obligado ahora al Gobierno a sacarse de la manga otra reforma por la vía rápida, que les permita, a ellos sí, nombrar a dos magistrado­s afines para el Tribunal Constituci­onal. Todo ello, por supuesto, sin siquiera escuchar al CGPJ, cuyos informes van directamen­te al archivo de lo inútil o se rechazan. Entendemos que el Consejo se muestre reticente a elevar el contencios­o a las autoridade­s europeas, lo que no dejaría de suponer un desdoro para la percepción de la calidad de nuestra democracia, convirtien­do a España en otra «Polonia judicial», pero no podemos compartir la ingenua propuesta de que sean el Gobierno y sus socios quienes recurran al arbitraje de la Comisión de Venecia, cuando son los responsabl­es de la intromisió­n ilegítima en la independen­cia de la Justicia española.

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