La Razón (Cataluña)

Colombo se hace con las peñas y el trofeo y Román, serio con el mejor

El valenciano da una vuelta al ruedo y el venezolano corta una oreja del sexto

- Patricia Navarro

PAMPLONA. Séptima de feria de Sanfermín. Se lidiaron toros de Cebada Gago. El 1º, de corta arrancada; 2º, de corto viaje y escasa transmisió­n; 3º, basto y sin humillar; 4º, va y viene sin clase ninguna; 5º, bueno; 6º, orientado y de corta embestida. Lleno en los tendidos.

Juan Leal, de verde botella y oro, dos pinchazos, estocada (saludos); pinchazo, estocada baja (silencio).

Román, de grosella y oro, estocada (saludos); pinchazo, estocada (vuelta).

José Enrique Colombo, de grana y oro, pinchazo, estocada baja (saludos); estocada (oreja).

NoNo era fácil la tarde tal y como se había dado el encierro. Los heridos, la saña con la que había embestido el toro una vez en la plaza, ya no hablamos de querencias ni resabios. Esto era otra pantalla de la partida. Otra más grotesca. Los de Cebada siguieron su leyenda solo que horas más tarde en la misma plaza, a distinta hora, esperaba otra realidad distinta y dura. El tú a tú. Esa carga pesada de plantar cara al toro en solitario.

El regalo matinal, el que ya había marcado y conocía el olor de la sangre era el 92. «Marismeño» de nombre, que saltó al ruedo en primer lugar. Hizo una cruz a los banderille­ros y les cerró las puertas de salida. Juan Leal ya había visto cosas de salida. La cortedad de su embestida, ese no querer viajar en los capotes, pero ¿importó? No. Juan Leal brindó al público y se puso de rodillas en el centro del ruedo. Pase cambiado y tanda diestra. Sabes de esas veces que el torero lo tiene tan claro que no ha lugar. Pues así fue. Leal plantó cara siempre. No fue relevante si el toro quería quedarse a mitad de recorrido. Su condición es otra. Su condición del planeta de los #sinmiedo asusta. Roza el «venga va ya» mientras la faena era cada vez más inestable. Costó la espada.

El cuarto iba y venía sin ninguna clase y así la faena no encontró un hilo que conectara con la gente que, además, estaba reponiendo no pocas energías con la merienda. En Pamplona este tema es cosa seria.

A Román, que también había estado por la mañana en el encierro con los pastores, le tocó un segundo que se quedaba tan corto como soso era. Poca emoción trascendió en su labor. La certera estocada alivió los tiempos que en esta plaza se agradecen mucho.

Al valenciano, que le han pegado duro los toros, le salió un quinto que se dejó hacer. Eso con la etiqueta Pamplona y Cebada es mucho. Sobre todo por el zurdo el toro descolgó y viajó hasta el final. Bueno. Román lo fue haciendo sin prisas y acabó por gozarlo. No es tarea sencilla meterse en faena en esta plaza. Un pinchazo precedió a la estocada y, hoy, de pronto, no se regalaba nada. Las cosas inexplicab­les del cambio constante de presidenci­a.

Catarsis

El tercero acudió como un tren a la larga cambiada que le dio Jesús Enrique Colombo en el tercio. Cosa loca. Basto y sin humillar, pero suficiente para que Jesús Enrique Colombo metiera a Pamplona en una particular catarsis. Vino con el tercio de banderilla­s. Vendiéndol­o mucho en el 7, que lejos de ser el sector crítico de Madrid en este caso son las peñas de Sol. Pareó en la distancia, buscando la conexión con el público y el espectácul­o y cuando acabó lo había conseguido. La faena, con el toro sin querer viajar por abajo, fue más de oficio y la defensiva que otra cosa, pero ya se había metido el corazón de Pamplona en el bolsillo.

Lo esperaron con agrado en el sexto, sobre todo cuando tomó las banderilla­s y volvió a las distancias. Las peñas son suyas. A ellas dedicó y crujió Pamplona. Para la faena tiró más de recursos ante un toro raudo y de corto viaje. La eficacia con el acero encontró el botón pamplonés y tocó pelo. Final feliz para un comienzo de día desagradab­le.

El regalo matinal que había herido a dos mozos saltó al ruedo en primer lugar para Leal

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REUTERS Colombo, en el tercer par de banderilla­s, con un sombrero que habían tirado las peñas

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