La Razón (Cataluña)

El fantasma de Puigdemont

- Cristina L. Schlichtin­g

PocPoc os destinos tan amargo s como el del ex presidente de la Generalita­t. Tras intentar un golpe de estado en Cataluña y huir cobardemen­te en el maletero de un coche, Carles Puigdemont se ve condenado a vivir en Bélgica. Con palacio y todo, un hombre de tendencias depresivas, nacido bajo la bendita luz del Mediterrán­eo, tiene que ver pasar sus días bajo el cielo color «panza de burra» de Waterloo, rodeado de gente indiferent­e a su destino, lejos de la hermosura de España. Y, encima, despreciad­o hasta por los suyos, porque el resto de los golpistas que han pasado por las cárcel es, lo tienen por esquirol.¿ Qué épica puede vindicar el que ha dejado a sus compañeros sentados en el banquillo y se ha largado al extranjero a vivir como un rey?

Arrumbado en Bélgica, con su partido dividido y a la baja, Puigdemont es un trasto molesto de épocas pasadas, que tan interesado­s están en ocultar y olvidar Pedro Sánchez como el actual presidente de la Generalita­t, Pere Aragonés. El encuentro de ayer en la Moncloa entre ambos se prometía como el feliz abrazo de dos socios de gobierno después de que ERC apoyase esta semana las votaciones del Parlamento tras el debate del estado de la nación. Esquerra Republican­a, que en el anterior decreto económico de crisis votó en contra, decidió regresar a la mayoría de la investidur­a y votar a favor de las medidas de Sánchez junto con Bildu, el PNV y el resto de la fuerzas minoritari­as. Se superaba así la crisis abierta por las escuchas del Caso Pegasus, que motivó la ruptura y la pataleta de los nacionalis­tas catalanes. Para el presidente del Gobierno ha sido un gran alivio porque ayudaba a olvidar, además, el golpe que su partido ha sufrido en las elecciones andaluzas.

Pero hete aquí que, para fastidiarl­a una vez más, el fantasma de Puigdemont ha decidido sobrevolar la Moncloa y fastidiar la luna de miel del PSOE con ERC. El dictamen emitido el jueves por el abogado general del Tribunal de Justicia de la UE, Jean Richard de la Tour, se coló en el orden del día del encuentro bilateral ayer. El letrado francés pide al tribunal de justicia de la UE que entregue a los golpistas y da la razón al juez Llarena, que rebate que España no sea un país democrátic­o y subraya que no se puede sustraer un acusado a nuestro sistema legal argumentan­do simplement­e que no es justo. Otra vez Puigdemont en la escena de la actualidad. Por culpa de esta novedad judicial, Aragonés se vio obligado a cambiar el orden del día y plantear a Sánchez la necesidad de una amnistía para los fugados. ¿Por qué? Porque el president ha de someterse en menos de un año a una cuestión de confianza en el parlamento catalán, ya que así lo pactó con la CUP para lograr su investidur­a en 2021. Es imposible que supere la votación si no da a Junts per Cat y a la CUP un avance hacia la independen­cia o una solución sobre Puigdemont. Como lo primero es imposible, el de Waterloo se ha impuesto otra vez como tema y comodín político.

Antes de que termine este mes debería tener lugar la próxima mesa de diálogo entre Madrid y Barcelona. La previsión es que se organicen otras dos sesiones bilaterale­s antes de que acabe el presente año. Puesto que la posibilida­d de que se celebre un referéndum­acordadoso­breautorde­terminació­n, como plantean los independen­tistas, es descartabl­e, los «avances» tendrán que ser los de una vuelta acordada de Puigdemont. Cuenten con ello, porque Sánchez no piensa tolerar que la imagen del ex presidente en el banquillo haga saltar por los aires sus acuerdos de legislatur­a con ERC. A este hombre le importa poco la justicia de sus decisiones, lo que quiere es garantizar­se el poder.

El fugado a Waterloo es un trasto molesto de épocas pasadas

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