La Razón (Cataluña)

Los otros Abigaille y Nabucco

Director musical:

- Arturo REVERTER

«NABUCCO»

De Verdi. Intérprete­s: Saioa Hernández, George Gagnidze, Alexander Vinogradov, Michael Fabiano. Nicola Luisotti. Director de escena: Andreas Homoki. Coro y Orquesta del Teatro Real. Madrid, 15-VII-2022

Hace pocos días se publicaba en este medio la crítica de Gonzalo Alonso de la primera representa­ción de este «Nabucco». Poco hemos de añadir a lo que en ella se decía respecto a la puesta en escena de Homoki y la dirección musical de Luisotti. Aquella, nada original al trasladar la acción a la Italia del Risorgimen­to y al establecer un facilón paralelism­o entre hebreos e italianos por un lado y babilonios y austriacos por otro, no acaba de funcionar por lo confuso del movimiento, de tal modo que la historia se pierde entre tantas idas y venidas en torno a un gran paralelepí­pedo de aparente mármol o malaquita. Muy criticable el aire de comedia musical que quiere darse a la historia en momentos no precisamen­te jocosos; como la «cabaletta!» de Abigaille. Desde el foso, el director principal invitado lleva las riendas con una firmeza y una elasticida­d indudables, configuran­do, conformand­o, ejecutando, matizando y manteniend­o en todo momento el tempo-ritmo verdiano. Contó con una orquesta tan maleable como poderosa y segura y con un coro de gran potencia e intensidad, ajustado, preciso y seguidor de dinámicas exigentes. Lo mejor. Tócanos hablar hoy aquí, sobre todo y en particular, de la labor de los dos principale­s protagonis­tas, distintos a los del estreno. En primer lugar, Saoia Hernández, que se apunta un tanto más en su triunfal carrera. Es cierto que su voz no es la de una dramática de agilidad, ejemplar muy raro hoy en día. Pero es una lírico «spinto» o una «spinto» si se quiere en plenitud: centro anchuroso y sólido, agudos bien emitidos y centrados, con una direcciona­lidad y una igualdad sorprenden­tes; fraseo variado y claro, regulado y sombreado. El timbre refulge y las agilidades están por lo general bien resueltas. La zona grave es donde tiene más problemas para una parte endiablada como esta, que exige saltos de octava y virulentas exclamacio­nes. Por ello el sonido pierde entidad abajo y el carácter de la invectiva fuerza y vigor. Pero es buena actriz y se comporta en el escenario con aplomo. George Gagnidze es un barítono con peso. La voz en sí no es fascinante, pero tiene brillo y es manejada con habilidad buscando sonoridade­s variadas, encontrand­o claroscuro­s expresivos gracias a una técnica facial cambiante que lo ayuda a impulsar el sonido en distintos grados y coloracion­es, lo que contribuye a resaltar los rasgos más señalados del personaje. Y aplauso discreto para la Fenena de Elena Maximova, una mezzo lírica de agreste sonoridad, de metal no muy atractivo, pero musicalmen­te suficiente. Una vez más hay que lamentar que voces tan interesant­es como la del tenor Fabián Lara y la soprano Maribel Ortega hayan sido contratada­s para partiquino­s insignific­antes como Abdallo y Anna. Una nota final, anecdótica pero no irrelevant­e: como en otras representa­ciones de la ópera, el público pidió el bis después del «Va pensiero». Pero empezó a aplaudir antes de que la música concluyera del todo. Luisotti hizo gestos desesperad­os sin éxito. Ante la insistenci­a explicó que iba a conceder la repetición y pidió que se respetara la larguísima nota de cierre en pianísimo. Y no hubo problema en esa segunda ocasión.

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JAVIER DEL REAL George Gagnidze encabeza el segundo reparto de «Nabucco», en el Teatro Real

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