La Razón (Cataluña)

«No hay que negar

Que algunos favoritos

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plata, y Grant Holloway, el gran favorito que cumple con los pronóstico­s, son insuperabl­es.

El navarro para el reloj en 13.17, más rápido que nunca, superando los 13.22 que había logrado en la final de los Juegos Olímpicos. En las grandes citas, las grandes marcas. Eso es competir como los ángeles. Con 22 años, ha derrotado a algunos de sus ídolos, porque hasta hace no tanto el atletismo sí, pero también los estudios de Políticas en la Universida­d de Bilbao. Cuando los resultados ya le hacían apuntar alto, no ha dejado los libros, pero ahora lo hace a distancia para dedicarse cien por cien a ser atleta, y todo lo que conlleva: el entrenamie­nto, la comida, el descanso... «Antes de venir firmaba la final. Tener una medalla es increíble», explicaba, y admitía que sí había tenido un punto de suerte porque dos de los oponentes más duros no pudieran tomar la salida, pero piensa que en carrera se lo ha merecido y que todavía tiene mucho que mejorar para repetir en futuros campeonato­s.

En la grada, su entrenador, François Beoringyan, se tapa la cara y está al borde de la lágrima. Ha sufrido para llegar a Eugene porque tiene problemas con el visado al ser su pasaporte de Chad, como le ha pasado a otros deportista­s, que ni han podido viajar a EE UU. Él lo solucionó, pero llegó unos días tarde y Asier tuvo que entrenar sin él. Otro contratiem­po al que hacer frente. Beoringyan, que de Chad se fue a París y de allí a Pamplona por amor, era saltador de altura y después entrenador, y dirige a un grupo de atletas. Le llaman «Swan», apodo que tenía y con el que firmaba cuando era grafitero. Uno de los miembros del «Swanteam» es medallista en un Mundial. «Ni lo soñaba», afirma.

Poco después, llegó el gran momento. Asier se coloca la capucha de la sudadera camino del podio, que hay que estar guapo para la gran foto. Aplaude y sonríe al oír si nombre. Y mira la medalla y respira hondo.

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