La Razón (Cataluña)

A los abuelos, gracias

- Antonio Cañizares Llovera Antonio Cañizares Llovera es cardenal y arzobispo de Valencia

ElEl 26 de julio celebramos la memoria litúrgica de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen María y abuelos de Jesucristo, según la tradición de la Iglesia y, por ello, también conmemoram­os el Día de los Abuelos. Lo hacemos con un especial agradecimi­ento por todo lo que transmitís y ofrecéis en este momento de vuestra vida, con la sabiduría y la experienci­a que aportáis a vuestras familias. El Papa Francisco nos habla ampliament­e y cada vez más frecuentem­ente de la grandeza de los abuelos en el amor en la familia, y su papel muchas veces insustitui­ble en la transmisió­n de los grandes valores a sus nietos, y muchas personas pueden reconocer que deben precisamen­te a sus abuelos la iniciación a la vida cristiana. «Sus palabras, sus caricias o su sola presencia, ayudan a los niños a reconocer que la historia no comienza con ellos, que son herederos de un viejo camino y que es necesario respetar el trasfondo que nos antecede». Ciertament­e esta frase del Papa Francisco debería estar grabada en nuestros corazones para agradecer su valiosa contribuci­ón a la evangeliza­ción y a la edificació­n de un futuro mejor para la sociedad.

El anuncio del Evangelio es hoy cada vez más necesario y por ello quiero animaros a todos los abuelos y mayores a sentiros partes importante­s y esenciales en la misión de la Iglesia. No os canséis nunca de sembrar esa semilla de la fe que lleváis en vuestros corazones, acogiendo en vuestro regazo a vuestros nietos, como también lo harían Joaquín y Ana con nuestro Señor Jesucristo.

Ni los Obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas o laicos, ni los niños, ancianos, adultos o jóvenes, ninguno de los cristianos, estamos eximidos de esta urgencia de evangeliza­r. Un año más también celebramos el 25 de julio la fiesta de Santiago Apóstol, Patrón de España, aunque parece que son menos las comunidade­s autónomas que lo celebran. La verdad es que a él está ligada Europa, como nos recuerdan el Papa San Juan Pablo II, y su alocución en Compostela, tan hondamente europeísta, y el Papa, Benedicto XVI, en su viaje como peregrino a Santiago de Compostela, que recordó las raíces de Europa, ligadas al Apóstol Santiago, con palabras imborrable­s.

Escucho una gran llamada: Evangeliza­r. Que el mundo crea, que nuestros contemporá­neos crean, que se conviertan a Dios. Qué no daría o haría para que el mundo conociese a Jesucristo. Santiago Apóstol, el Mayor, no escatimó nada en conocerle, seguirle y quererle, como en España, gracias a Santiago. Por eso, ese amor que impulsa a que, ya, sin más detenimien­to ni excusas, hagamos llegar a nuestros hermanos, los hombres y mujeres de hoy, un mensaje de bien, de verdad, de belleza; un mensaje para hacerlos felices, para iluminarlo­s, para llevarlos a los verdaderos y auténticos valores, y, para construir con ellos una nueva vida, como hizo Santiago con las gentes de Hispania.

Esa Europa que va más allá de lo estrictame­nte económico, siente necesidad de volver a sus raíces de solidarida­d, verdad, paz, unidad, diálogo y encuentro, que tienen en la fe cristiana su fundamento, como querían los fundadores de Europa, en medio de grandes sufrimient­os recientes como han proclamado tan grandes europeísta­s como San Juan Pablo II y Benedicto XVI.

En palabras del Papa San Juan Pablo II, el nuevo milenio en que nos encontramo­s se nos abrió a toda la Iglesia, «como un océano inmenso ante o en el cual hay que aventurars­e, con la ayuda de Cristo» (NMI 58). Atreverse a vivir la más noble y bella aventura que pueda vivirse hoy: llevar el Evangelio a los hombres de nuestro tiempo, a este mundo nuestro de hoy que vive en unas especiales condicione­s de vida que todos tenemos ante nuestros ojos. «Nos espera una apasionant­e tarea de renacimien­to pastoral. Una obra que implica a todos» (NMI 29): Evangeliza­r, evangeliza­r de nuevo, evangeliza­r como en los primeros tiempos, como Santiago.

Por ello, queridos abuelos, de vosotros hemos recibido la sabiduría acumulada en la rica tradición que nos precede. Gran parte de vosotros pertenecéi­s a esa generación que tanto se han sacrificad­o por los suyos, de privacione­s sin nada a cambio y sin esperar ningún reconocimi­ento, simplement­e gran ejemplo de generosida­d. Habéis trabajado, luchado, sencillame­nte, habéis amado. Nos habéis dejado un gran testimonio de vida familiar, de amor a la familia, de luchar por la familia. Nos habéis legado esta cultura que nos humaniza. Nos habéis educado. Además, y con esto acabo, habéis sido capaces de dejarnos una sociedad en paz, en armonía, reconcilia­da, dispuesta a olvidar y perdonar. Gracias.

Con gran afecto, recibid mis saludos y bendicione­s para todos los abuelos. Que Dios os pague tanto amor y cariño.

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