La Razón (Cataluña)

Bajo un permanente conflicto

Dolores Delgado Fiscal general del Estado

- Pilar Ferrer

DeDe nuevo por sorpresa y aduciendo razones personales de salud. Dolores Delgado parece haber seguido los pasos de Adriana Lastra y presenta su renuncia como fiscal general del Estado, dado que el cese en el Ministerio Público solo tiene cabida si se ajusta a las causas establecid­as en los Estatutos Orgánicos de la Institució­n. Con todo, fuentes de la Fiscalía aducen que desde hace meses su situación era insostenib­le. Una vez más estaba en el centro de la polémica, algo habitual desde su nombramien­to. La fiscal Delgado había recibido un duro varapalo del Tribunal Supremo por designar a Eduardo Esteban Rico como Fiscal Jefe de la Unidad Coordinado­ra Menores. En un auto muy duro, la Sala de lo Contencios­o-Administra­tivo anulaba ese nombramien­to del que alegó «falta de motivación sin cumplimien­to de las exigencias mínimas». Todo un revolcón a la decisión de Lola Delgado sobre su amigo Esteban Rico, pertenecie­nte como ella a la Asociación Progresist­a de Fiscales (APF), amparada en dos recursos presentado­s por la otra Asociación de Fiscales (AF), mayoritari­a en la carrera. Además, la AF elevó una misiva a Europa en la que denunciaba el intento de Pedro Sánchez de premiar a Delgado como Fiscal de Sala, máximo rango en el Ministerio Público, iniciativa a la que después el Gobierno renunció.

En los últimos meses, Delgado no controlaba el Consejo Fiscal ni la Junta de Fiscales de Sala, máximos órganos asesores de la Fiscal General, a quien acusaban de «partidismo y dedazo». En concreto, la AF remitió una carta al comisario de Justicia de la Unión Europea, Didier Deynders, y a la vicepresid­enta para los valores de transparen­cia, Vera Jourova, en la que mostraba su preocupaci­ón por la imagen y falta de imparciali­dad de Lola Delgado, con críticas al intento del Gobierno de encubrir su ascenso bajo una enmienda a la ley Concursal, en trámite en el Congreso, para buscar su blindaje como Fiscal de Sala y un mayor control de la Institució­n. El revuelo dentro del Ministerio Público fue de campeonato y le pilló a Lola Delgado mientras convalecía de una intervenci­ón quirúrgica. Hace meses fue operada en una conocida clínica madrileña de un quiste sinovial y lesión facetaria en la columna vertebral. Tras dos horas de cirugía con anestesia general todo fue perfectame­nte y Delgado se recuperaba sin problemas mientras los fiscales seguían en ebullición. Ahora, ella invoca problemas en su rehabilita­ción, aunque la decisión del Tribunal Supremo de anular el nombramien­to de Esteban Rico como Fiscal de Menores, uno de los departamen­tos más importante­s del Ministerio Público, y las protestas de la AF ante Europa fueron dos escándalos sin precedente­s que la colocaban en la cuerda floja.

La gestión de Dolores Delgado en estos casi tres años ha estado siempre bajo el conflicto y la polémica. Sectores jurídicos coinciden en que ha llevado a la Institució­n a un gran desprestig­io y escasa imparciali­dad. Hasta el punto de que la FiscaFisca­les lía General del Estado fue condenada en costas por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) por mala fe procesal en la anómala instrucció­n sobre el fiscal Ignacio Stampa. Algo inédito que se añade a la denuncia de la Asociación de

(AF) por irregulari­dades en la causa contra Stampa, dado que su instructor, el fiscal Carlos Ruiz Alegría, quiso archivar el asunto pero desde la Secretaría General Técnica que depende directamen­te de Delgado, y cuyo titular ahora la sucede, se le indicó alargar las diligencia­s, lo que impidió aS tampaop tara una plaza fija en la Fiscalía Anti corrupción. Un turbio entramado que arranca con el llamado «caso Tándem», origen de la detención y entrada en prisión del excomisari­o José Manuel Jiménez Villarejo por presuntos delitos de blanqueo y organizaci­ón criminal.

Y todo ello, en medio de explosivas grabacione­s que revelan la estrecha relación entre Lola Delgado y su pareja, el exjuez Baltasar Garzón, con Villarejo, así como la vinculació­n del despacho de abogados del propio Garzón con implicados en el «caso Tándem», con sospechas de tráfico de influencia­s. Las peticiones para que Delgado dimitiera eran desde hace tiempo un clamor en el desierto.

La exministra de Justicia y ya anterior Fiscal General ha navegado este tiempo entre la polémica, escasa neutralida­d y descrédito. Desde su llegada al Gobierno de Pedro Sánchez estuvo en el ojo del huracán político, judicial y el PP exigió su dimisión para sentarse a desbloquea­r la renovación del Consejo General del Poder Judicial. «No me des tormento Lola», ironizaban algunos diputados socialista­s en el Congreso cuando la entonces ministra de Justicia era la más reprobada por la oposición en la Cámara Baja. El escándalo de sus grabacione­s con el excomisari­o Jiménez Villarejo, en las que se reveló una estrecha relación con su pareja, Baltas ar G arzón, cayeron como una bomba en el seno del gobierno y el grupo parlamenta­rio. Lejos de amilanarse Delgado se mantuvo en el puesto, gozaba de la confianza de Pedro Sánchez, pivotó la exhumación de los restos de Franco como Notaria Mayor del Reino e hizo pública su relación con G arzón durante un viaje a Roma. Desde entonces, la pareja nunca se ha escondido y de hecho, ambos ya separados de sus anteriores matrimonio­s, conviven en una finca a las afueras de Madrid rodeados de naturaleza, huerto ecológico y animales varios. «Una pareja bucólica y con suculentos ingresos», comentan en sectores judiciales.

Al margen de su vida privada, Lola Delgado fue siempre una mujer osada, en el ojo del huracán, sobretodo desde su llegada ala Fiscalía General del Estado, nombramien­toque desató una tormenta en el seno del Consejo General del Poder Judicial con los votos en contra de los vocales conservado­res por estimar que su paso por el Ministerio de Justicia era un signo de evidente falta de neutralida­d. Sus enfrentami­entos con los organismos mayoritari­os del Ministerio Público han sido constantes y sus favoritism­os hacia sus leales, con acusacione­s de «dedazos», constantes. Ahora, amparada en los problemas de recuperaci­ón de su espalda abandona el cargo y lo deja en manos de su segundo, Álvaro García Ortiz, pertenecie­nte como ella a la Unión Progresist­a de Fiscales y también muy criticado entre las asociacion­es mayoritari­as de la Carrera.

Sectores jurídicos coinciden en que ha llevado a la Fiscalía a un gran desprestig­io y escasa imparciali­dad

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