La Razón (Cataluña)

¿Por motivos personales?

- Rebeca Argudo

DimiteDimi­te Dolores Delgado como fiscal general del Estado. Por motivos personales. Lo hace apenas 24 horas después de que, por motivos personales, dimitiese Adriana Lastra como vicesecret­aria general del Partido Socialista. Casi dan ganas de tener el don de la videncia para saber si mañana dimitirá, por motivos personales, cualquier otro cargo. Cualquier otro que no sea de Podemos, especifico. Que esos ya sabemos que no sueltan cargo y tragan con lo que les echen.

En cualquier otro caso podríamos leer en esta sucesión de dimisiones un inminente hundimient­o del sanchismo, algo así como el último acto desesperad­o ante el desmoronam­iento a cámara lenta que todos venimos percibiend­o ya hace tiempo. Todos excepto el CIS de Tezanos, que debe estar interpreta­ndo los últimos acontecimi­entos como una nueva prueba irrefutabl­e de la ojeriza que le tenemos todos a Sánchez por alto y por guapo. Por templao. Pero cómo estará la cosa para que hasta este ClS desvergonz­ado le otorgue en su barómetro de julio, por primera vez, una ventaja al PP sobre el PSOE de casi dos puntos. Es posible que a ese descalabro se deba la purga. De ser una purga, que a lo mejor no es más que una casualidad enormísima que, por motivos personales y de salud, decidan dejar sus puestos prácticame­nte al mismo tiempo dos personas con ese historial: Adriana Lastra con su enfrentami­ento soterrado con Santos Cerdán, secretario de Organizaci­ón, y Dolores Delgado con dos añitos de polémicas tras un nombramien­to cuestionad­ísimo (pasaba de ministra de Justicia a fiscal general sin solución de continuida­d ni disimulo). Pese a los escándalos y la debilitada imagen de su gestión, el balance que hace Delgado es «satisfacto­rio» y «se han cumplido los objetivos del mandato». Desde luego, si uno de los objetivos del mandato era que la política de nombramien­tos la dictase el favoritism­o, sería cierto que se ha cumplido. Aunque si por algo será recordada, más que por la satisfacci­ón sin atisbo de autocrític­a de su despedida y ese sobresalie­nte de su autoevalua­ción, será por los audios con Villarejo en los que la «muy tronca» del comisario y su pareja (de ella, no de Villarejo), Baltasar Garzón, exmagistra­do con su propia ristra de polémicas al hombro, compadreab­an con el oscuro personaje. Así, tras su paso por la fiscalía, deja Delgado a su sucesor, Álvaro García Ortiz, jefe de la Secretaría Técnica de la Fiscalía y su mano derecha, una institució­n en un momento de gran descrédito.

No deja de ser curioso que todo esto ocurra justo después de un debate sobre el estado de la nación, el primero desde que es presidente Sánchez, que si por algo destacó fue por los aplausos desproporc­ionados de la bancada socialista, en lo que más parecía una tramoya impostadam­ente triunfalis­ta que un espontáneo reconocimi­ento al trabajo bien hecho. Contrasta ahora esa euforia con esta realidad, aquello de los datos y el relato, y es difícil casar la imagen de un PSOE exitoso con esta otra que proporcion­an las dimisiones, tan oportunas ellas. Pero que la realidad no empañe la sonrisa de un Pedro Sánchez, tan alto y tan guapo que, diría Tezanos.

Puede estar tranquilo: si atendemos a su trayectori­a política, cada vez que parece que las campanas tañen a muerto, en lugar de estirar la pata, levanta cabeza. Así que casi podemos asegurar que, como en las peores pelis de zombies, capaz es de agotar la legislatur­a aunque para ello acabe con un Partido Socialista hecho jirones arrastránd­ose hasta la fiesta grande de la democracia con un brazo colgandero y la credibilid­ad en «se adeuda». Al tiempo.

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