¿Por motivos personales?
DimiteDimite Dolores Delgado como fiscal general del Estado. Por motivos personales. Lo hace apenas 24 horas después de que, por motivos personales, dimitiese Adriana Lastra como vicesecretaria general del Partido Socialista. Casi dan ganas de tener el don de la videncia para saber si mañana dimitirá, por motivos personales, cualquier otro cargo. Cualquier otro que no sea de Podemos, especifico. Que esos ya sabemos que no sueltan cargo y tragan con lo que les echen.
En cualquier otro caso podríamos leer en esta sucesión de dimisiones un inminente hundimiento del sanchismo, algo así como el último acto desesperado ante el desmoronamiento a cámara lenta que todos venimos percibiendo ya hace tiempo. Todos excepto el CIS de Tezanos, que debe estar interpretando los últimos acontecimientos como una nueva prueba irrefutable de la ojeriza que le tenemos todos a Sánchez por alto y por guapo. Por templao. Pero cómo estará la cosa para que hasta este ClS desvergonzado le otorgue en su barómetro de julio, por primera vez, una ventaja al PP sobre el PSOE de casi dos puntos. Es posible que a ese descalabro se deba la purga. De ser una purga, que a lo mejor no es más que una casualidad enormísima que, por motivos personales y de salud, decidan dejar sus puestos prácticamente al mismo tiempo dos personas con ese historial: Adriana Lastra con su enfrentamiento soterrado con Santos Cerdán, secretario de Organización, y Dolores Delgado con dos añitos de polémicas tras un nombramiento cuestionadísimo (pasaba de ministra de Justicia a fiscal general sin solución de continuidad ni disimulo). Pese a los escándalos y la debilitada imagen de su gestión, el balance que hace Delgado es «satisfactorio» y «se han cumplido los objetivos del mandato». Desde luego, si uno de los objetivos del mandato era que la política de nombramientos la dictase el favoritismo, sería cierto que se ha cumplido. Aunque si por algo será recordada, más que por la satisfacción sin atisbo de autocrítica de su despedida y ese sobresaliente de su autoevaluación, será por los audios con Villarejo en los que la «muy tronca» del comisario y su pareja (de ella, no de Villarejo), Baltasar Garzón, exmagistrado con su propia ristra de polémicas al hombro, compadreaban con el oscuro personaje. Así, tras su paso por la fiscalía, deja Delgado a su sucesor, Álvaro García Ortiz, jefe de la Secretaría Técnica de la Fiscalía y su mano derecha, una institución en un momento de gran descrédito.
No deja de ser curioso que todo esto ocurra justo después de un debate sobre el estado de la nación, el primero desde que es presidente Sánchez, que si por algo destacó fue por los aplausos desproporcionados de la bancada socialista, en lo que más parecía una tramoya impostadamente triunfalista que un espontáneo reconocimiento al trabajo bien hecho. Contrasta ahora esa euforia con esta realidad, aquello de los datos y el relato, y es difícil casar la imagen de un PSOE exitoso con esta otra que proporcionan las dimisiones, tan oportunas ellas. Pero que la realidad no empañe la sonrisa de un Pedro Sánchez, tan alto y tan guapo que, diría Tezanos.
Puede estar tranquilo: si atendemos a su trayectoria política, cada vez que parece que las campanas tañen a muerto, en lugar de estirar la pata, levanta cabeza. Así que casi podemos asegurar que, como en las peores pelis de zombies, capaz es de agotar la legislatura aunque para ello acabe con un Partido Socialista hecho jirones arrastrándose hasta la fiesta grande de la democracia con un brazo colgandero y la credibilidad en «se adeuda». Al tiempo.