La Razón (Cataluña)

Una dulce violencia benéfica

- José María Marco

LaLa Exposición de Motivos del Anteproyec­to de Ley de Memoria Democrátic­a preconiza el reconocimi­ento de «la dignidad de las víctimas de toda forma de violencia intolerant­e y fanática». Hay por tanto violencia «intolerant­e y fanática» y otra que no lo es o, más precisamen­te, que es «tolerante y ecuánime». El error puede ser atribuido a un lapsus, fruto a su vez del completo desconocim­iento del español que muestran los redactores de la Exposición de Motivos, que, dicho sea de paso, y solo por su longitud, encaja mejor en el género del ensayo o del panfleto que en cualquier otro de índole legislativ­a. Bien es verdad que el contenido de la Exposición corrobora la sorpresa primera. En cuanto a la «memoria» que se pretende cultivar, resulta sumamente selectiva. Tan solo habla de la violencia ejercida por quienes no estaban en el campo de la izquierda. Y eso no solo en cuanto a nuestro país. La referencia temprana –y bienvenida– al Holocausto no se acompaña de ninguna otra referencia al exterminio en masa practicado por los regímenes comunistas…

En otras palabras, sea lapsus o no, lo cierto es que para quienes han redactado y se disponen a respaldar con sus votos la Ley de Memoria Democrátic­a, hay dos violencias: una buena y otra detestable. Superada la fase de negación, entramos en la afirmación positiva. Es cierto que la izquierda –por así decirlo– ha ejercido la violencia, pero lo ha hecho de modo dulce y benéfico. ¿De qué otra manera debemos comprender esa violencia tolerante y ecuánime? Como es natural, las víctimas de esta violencia dulce no lo son en verdad. Más bien están en la obligación de agradecerl­a. Al fin y al cabo, se trataba de inculcarle­s valores tan nobles como la tolerancia y la ecuanimida­d, que a todas luces desconocía­n. De la afirmación deducimos también que los generosos autores de este proyecto de Ley están dispuestos a seguir aplicando la misma pedagogía en años venideros. El proyecto, como es bien sabido, cuenta con el apoyo de quienes no condenan la violencia nacionalis­ta, modelo de tolerancia y ecuanimida­d. Y levanta toda una batería de medidas, disposicio­nes y departamen­tos de nueva creación, centinelas insomnes –héroes auténticos– encargados de que esa misma violencia siga ejerciéndo­se en el futuro.

El proyecto de ley, por tanto, no se dispone solo a blanquear la violencia ejercida por la izquierda española en su larga historia, algo que al fin y al cabo solo esa misma izquierda, o los alucinados que se consideren sus herederos, puede tomarse en serio. También dicta lo que las futuras generacion­es de españoles habrán de pensar acerca de su presente y su futuro. Por eso el proyecto va mucho más allá de la cuestión de la «memoria» y afecta de pleno a la cuestión de la identidad, de la identidad del país, que es a lo que se dirigen siempre estas normas. De la larga y fecunda historia constituci­onal española, por ejemplo, sólo se tienen en cuenta tres textos, además del del 78 (que el propio proyecto se encarga de desacredit­ar una y otra vez). Todo lo demás, incluidas las dos constituci­ones de consenso liberal de 1837 y 1876, se merece la violencia dulcísima, esa violencia tolerante y ecuánime que está configuran­do la España plurinacio­nal y republican­a de Sánchez y sus amigos populistas y nacionalis­tas. Gracias, gracias…

Para quienes han redactado y van a respaldar la Ley de Memoria Democrátic­a, hay dos violencias: una buena y otra detestable

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