La Razón (Cataluña)

Esa izquierda que politiza la Justicia

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NoNo es un secreto para nadie que el Gobierno de coalición que preside Pedro Sánchez no ha sido especialme­nte escrupulos­o a la hora de preservar la imagen de independen­cia de las institucio­nes del Estado, desde el Ministerio Público al CIS, incluso, recurriend­o a la figura de los reales decretos discrecion­ales para alterar la composició­n de algunos organismos o preterir a los altos funcionari­os de la Administra­ción en favor de la designació­n de cargos afines a los partidos gubernamen­tales. Se nos dirá que, en realidad, se trata de una práctica común a todos los ejecutivos, pero, con ser cierto, nunca se había producido con la intensidad del momento presente y, sobre todo, nunca se habían invadido las «zonas grises» de la Justicia con la discrecion­alidad de la que ha hecho gala el actual Gabinete. Baste recordar que tuvo que salir al paso la propia Comisión Europea, amparada en los dictámenes del Consejo de Europa, de un proyecto de reforma de la elección de los vocales del CGPJ que otorgaba a la mayoría simple del Parlamento la facultad de designar a los vocales judiciales del órgano de gobierno de los jueces. Parado el golpe, que suponía un ataque mayor a la independen­cia de la Justicia, La Moncloa procedió a reformar la Ley Orgánica del Poder Judicial para impedir que un Consejo en funciones procediera a llevar a cabo los nombramien­tos de las vacantes de jueces y magistrado­s magistrado­s que se iban produciend­o en los distintos tribunales, bajo el alegado razonamien­to de que así, bloqueando el normal funcionami­ento de las instancias judiciales, se forzaba al Partido Popular a negociar la renovación del CGPJ. Por supuesto, y sin pretender hacer juicio de intencione­s, lo cierto es que el Ejecutivo conseguía que un Consejo que no considerab­a propicio a sus intereses dejara sin cubrir puestos clave en la magistratu­ra. Esa obsesión por «las biografías políticas» de unos candidatos que, a fin de cuentas, son independie­ntes por la propia naturaleza de su función, acompaña de siempre a un sector de la izquierda española que bebe de las fuentes del llamado «Derecho alternativ­o», y lleva a dislates como el presente. Porque «al legislador» se le pasó por alto que la reforma aprobada incluía entre las prohibicio­nes la preceptiva renovación parcial del Tribunal Constituci­onal, y ahí, la medida era lesiva para los intereses políticos e ideológico­s de la izquierda gobernante, pues impedía el cambio hacia una mayoría progresist­a en el Alto Tribunal. Es lo que se votó ayer en el Senado, una «reforma de la reforma» que beneficia a las izquierdas y que puede cambiar no sólo la interpreta­ción sobre la constituci­onalidad de algunas leyes, sino abrir nuevas vías de agua al modelo territoria­l. Ni siquiera se han tratado de guardar las formas. La mayoría de la investidur­a ha saltado sobre el espíritu de la ley, en un mal precedente para la independen­cia de nuestra Justicia.

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