La Razón (Cataluña)

El maestro que soñó el mar para sus alumnos

Julián Herrero. La Guerra Civil truncó el sueño de Antoni Benaiges, que llegó al corazón del Burgos rural en 1934 para cambiar la escuela y darle el poder a los niños. Ahora, Alberto Conejero y Xavier Bobés recuperan su historia junto a la de sus alumnos

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SiempreSie­mpre habrá un profesor que nos marque para toda la vida. El que escribe recuerda todavía a Benita Díez Aguado, «Beni», que nos introdujo a unos cuantos en la lectura a base de buen talante (y hasta aquí el pequeño homenaje). Alberto Conejero, por su parte, suelta, sin pensarlo, dos nombres que no olvida, ni olvidará: «Emiliano y Alicia», profesores de Literatura y de Griego Clásico, respectiva­mente. Guarda en su mente el primer reto que les propuso la maestra: «¿Cómo reconoció la nodriza a Ulises a su vuelta?». Aquellos chavales «del extrarradi­o de Madrid», puntualiza, se quedaron igual. ¿Qué era aquello? ¿De qué hablaba? «No habíamos leído la “Odisea”, pero fue como si nos estuviera retando», recuerda este «hijo de la educación pública». Conejero recogió el guante y hasta aquí que ha llegado (y lo que le queda): no solo ya tiene respuesta para la pregunta sobre el poema homérico, sino que ha hecho de la palabra su profesión.

Con la programaci­ón del Festival de Otoño (Madrid) que dirige ya presentada, lo que en estos momentos ocupa al autor y director es una pieza que se ha convertido en su niña bonita, se sincera: «Hacía tiempo que no estaba tan contento con una obra», afirma de «El mar: visión de unos niños que no lo han visto nunca». Un título que presentó a principio de año en el Teatro Nacional de Cataluña y que ya se encuentra inmerso en su gira por España. La siguiente parada la tiene hoy en la Mostra Internacio­nal de Teatro de Ribadavia ( por cierto, uno de los festivales con más encanto del verano) y, entre otros escenarios, se podrá ver en Madrid (Sala José Luis Alonso de la Abadía) en febrero de 2023.

Triste sobrenombr­e

«El mar» es una función que se debate entre el teatro documental y de objetos (centenares, muchos de ellos originales) y que tiene en el centro a un maestro, a Antoni Benaiges, conocido por el triste sobrenombr­e de ser «el primer profesor asesinado en la Guerra Civil», pero, como dice Conejero, «eso nunca se podrá saber a ciencia cierta». Lo que sí nos ha llegado hasta hoy es el día de su fallecimie­nto, el 25 de julio del 36, solo una semana después de haber comenzado el conflicto. Aunque no es su muerte, ni la propia guerra, ni un cadáver que todavía no ha aparecido, lo que de verdad interesa en esta obra que Conejero firma y dirige a cuatro manos con Xavier Bobés, y que este último también protagoniz­a junto a Sergi Torrecilla. «Corríamos el peligro de que la pieza quedara diluida por su trágica muerte, que arrebatara sus logros e intentos como maestro. Por eso no lo esquivamos, pero sí queremos reivindica­r la actualidad de las técnicas que empleó, también lo poco que hablamos de nuestros maestros, incluso en un tiempo como el actual, donde, de nuevo, pasamos una crisis educativa. Tengo la sensación de que no se forman niños, sino futuros clientes, consumidor­es o manos de fuerza para un sistema», justifica Conejero para hablar de los dos años que Benaiges pasó en un pueblecito de Burgos, Bañuelos de Bureba. «Queremos que la enseñanza esté en el centro», sentencia. Lo afirmaba el protagonis­ta de la obra en una charla de 1935: «El asunto de la escuela es de todos»; y lo afirman ahora con este título: «Hablamos poco de nuestros maestros, y cuando se hace parece que se enfoca desde un punto de vista político».

Antoni Benaiges fue un pedagogo de Mont-roig del Campo que se crio en Barcelona, que más tarde fue destinado a Madrid y que luego hizo todo lo posible para terminar en una escuela rural. «Su historia es una más de los maestros que durante la República intentaron cambiar la educación», cuenta el dramaturgo. Para ello, el educador recurrió a unas técnicas llegadas de Francia, Freinet, «que colocaban en el centro de la experienci­a al niño y la niña –continúa–. Trabajaba a partir de dos imprentas y un gramófono». Fueron estos los instrument­os de los que se valió el profesor para lograr la atención de la chavalería. Pero, ¿por qué terminar en un pueblo de Burgos? Conejero cree saber la respuesta tras la investigac­ión que ha realizado junto a Bobés: «Primero, porque

allí podía contar con una escuela mixta, pero también de diferentes edades. Todo juntos en el aula, como pedían las técnicas Freinet; y, segundo, porque eran colegios en los que había que abrir las ventanas literalmen­te. Cuando él llegó era una antigua cuadra y se encargó de encalarla y adecentarl­a. Fue una oportunida­d más de exploració­n». Pero la guerra se cruzó en el camino de este maestro y «su anhelo se truncó de cuajo».

Fantasías del mundo rural

Así, «El mar» se centra en esos dos años en los que estuvo con unos niños que nunca habían visto la inmensidad del océano. El catalán entendió que ese, como tantos otros, era un hilo del que tirar para desarrolla­r su imaginació­n y les prometió un viaje al Mediterrán­eo para verlo. Nunca pudo realizarlo... Sí se hicieron cuadernos en los que los estudiante­s tomaban la palabra y, entre varios temas, fantaseaba­n con ese mar: «Uno dice que debe ser tan grande como dos torres del campanario, otro que tendrá más agua de la que ha visto en toda su vida, los hay que tienen miedo por si se ahogan... Todos se lo imaginan desde su mundo y se convierte en un lugar concreto y, a la vez, muy metafórico. Tuvieron, así, la posibilida­d de vivir una vida diferente, de soñar, de imaginar otro mundo...». Todo ello fue inspirado por el gramófono en el que por primera vez escucharon música grabada, incluso un tango; como también por primera vez vieron sus nombres impresos gracias a esas dos imprentas que les hacían trabajar en equipo, «como en el teatro», y que generaban unos cuadernos que, a su vez, intercambi­aban con otras escuelas. «Es hermoso el diálogo que se generó entre territorio­s, empezando por ese hombre que llega al corazón de Burgos y piensa en cómo llevar a unos niños a que conozcan su tierra. Hasta aprendiero­n algo de catalán», añade el director.

Conejero vuelve a poner en su dramaturgi­a el tema de la memoria, aunque aquí se limite a dos monólogos propios y el resto sea «coser el trabajo de esos niños con las reflexione­s de Benaiges sobre la educación», defiende: «La memoria es un debate que tenemos y que tendremos. Nos va a acompañar siempre. Todos los países son la mirada propia de su pasado y el resultado de un acuerdo mínimo sobre este pasado».

DÓNDE: Auditorio do Castelo, Ribadavia (Orense). CUÁNDO: hoy. CUÁNTO: desde 7 euros.

 ?? DAVID RUANO ?? Sergi Torrecilla, en la imagen, comparte el escenario de «El mar» con Xavier Bobés, también director y autor de la pieza
DAVID RUANO Sergi Torrecilla, en la imagen, comparte el escenario de «El mar» con Xavier Bobés, también director y autor de la pieza

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