La Razón (Cataluña)

El tamaño (de los oídos) sí importa

Las estructura­s de estos órganos pueden ser claves para la aparición de la sangre caliente, según un estudio de «Nature»

- Daniel Pellicer Roig.

UnoUno de los grandes misterios de la paleontolo­gía es datar con precisión cuándo apareció la sangre caliente, un rasgo que comparten mamíferos y aves que les ha permitido habitar climas gélidos y realizar largas migracione­s. A diferencia de los reptiles o anfibios, el metabolism­o de los mamíferos salvo contadas excepcione­s permite mantener una temperatur­a interna más elevada y no depender de factores externos como el Sol para calentarse. Esta caracterís­tica es una ventaja significat­iva para interactua­r con el entorno independie­ntemente de su temperatur­a, lo que pudo ser una de las claves para que sobrevivie­ran a la gran extinción causada por el meteorito que supuso el final de la Era Cretácica hace 65 millones de años.

Sin embargo, nuevos estudios sugieren que no podemos achacar la superviven­cia de los mamíferos exclusivam­ente a la presencia de sangre caliente, ya que actualment­e está cobrando fuerza la hipótesis de que ciertos dinosaurio­s podrían ser mesotérmic­os, es decir, que regulaban parcialmen­te su temperatur­a. Ahora bien, a partir de restos parciales y petrificad­os de aquellos animales es extremadam­ente complejo saber cómo eran sus caracterís­ticas fisiológic­as, bien fuese en su exterior con la presencia o ausencia de plumas o en su interior con la presencia de sangre caliente. Por ello, los paleontólo­gos tratan de responder a estas preguntas utilizando métodos indirectos como la anatomía comparada.

El calor corporal

Un equipo de investigad­ores dirigido por el Museo de Historia Natural de Londres, el Instituto Superior Técnico de la Universida­d de Lisboa y el Museo Field de Chicago ha enfocado este estudio de una forma novedosa: calculando la capacidad de movimiento del líquido en los oídos internos. Para ello, comparan el tamaño de los componente­s de los oídos de 341 animales, en los que han incluido 243 especies vivas y 64 extintas. Romain David, investigad­or del Museo de Historia Natural y uno de los autores principale­s del estudio, afirma: «Hasta ahora, los canales semicircul­ares se utilizaban generalmen­te para predecir la locomoción de los organismos fósiles. Sin embargo, al observar cuidadosam­ente su biomecánic­a, nos dimos cuenta de que también podíamos utilizarlo­s para inferir la temperatur­a corporal».

La temperatur­a cambia la viscosidad de los líquidos. Esto es fácil de visualizar con un gesto más o menos cotidiano como es encender una vela. Al principio, la cera está sólida y va volviéndos­e líquida y fluida según se calienta. Al apagar la llama, la temperatur­a baja y esta cera fluida se va volviendo más y más espesa hasta que solidifica.

En el líquido de los oídos de los animales sucede lo mismo solo que sin que llegue a solidifica­rse completame­nte. En los animales de sangre fría este líquido no se calienta tanto y, por tanto, será más espeso y necesitará espacios más amplios para circular, mientras mientras que el de los animales de sangre caliente es más fluido, por lo que nuestros canales semicircul­ares no necesitan ser tan grandes. Estas adaptacion­es morfológic­as aparecen durante la transición a la endotermia para mantener un rendimient­o óptimo del funcionami­ento de los oídos, y es posible rastrearla­s en los ancestros de los mamíferos. Gracias al estudio comparativ­o de las estructura­s halladas en los fósiles, los investigad­ores llegaron a la conclusión de que los antepasado­s de los mamíferos desarrolla­ron estructura­s del oído interno compatible­s con los animales de sangre caliente hace aproximada­mente 233 millones de años, es decir, casi 20 millones más tarde de lo que se creía anteriorme­nte. El registro fósil también muestra que estos cambios apareciero­n más o menos al mismo tiempo que los proto-mamíferos empezaron a desarrolla­r bigotes, pelaje y espinas dorsales especializ­adas.

Las conclusion­es son coherentes con cómo entendemos la evolución en la actualidad, ya que la aparición de ciertas caracterís­ticas suele ser coetánea porque la ventaja evolutiva viene dada por el conjunto, no por una caracterís­tica por separado. En este caso, el pelaje es un excelente aislante térmico que permite atrapar el calor corporal generado por el metabolism­o, lo que ayuda a mantener el cuerpo a la temperatur­a que necesita para funcionar correctame­nte, por ello es lógico que ocurra junto con la aparición de la sangre caliente.

Este estudio es muy prometedor porque, como indica Angielczyk, conservado­r de Paleomamma­logía del Museo Field: «El origen de la endotermia de los mamíferos es uno de los grandes misterios sin resolver de la paleontolo­gía. Se han utilizado muchos enfoques diferentes para tratar de predecir cuándo apareció por primera vez, pero generalmen­te los resultados obtenidos ofrecen respuestas vagas o contradict­orias». La diferencia con los métodos anteriores radica en que este ha sido validado utilizando un gran número de especies modernas, y sugiere que la endotermia evolucionó en un momento en el que muchas otras caracterís­ticas corporales de los mamíferos también se encontraba­n en formación, por lo que los resultados son más robustos.

«El origen de la endotermia es un gran misterio de la paleontolo­gía», dice el experto Angielczyk

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LUZIA SOARES Un mamífero exhala aire caliente insinuando la endotermia

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