Túnez: adiós a cámara lenta al sueño democrático
► Los tunecinos votan hoy la nueva Carta Magna diseñada a su medida por Saied
Sin sorpresa en relación al guion concebido hace un año, los tunecinos votarán hoy la nueva Constitución diseñada a la medida de su promotor, el presidente de la República Kais Saied. La fecha, el 25 de julio, no es casual: hace exactamente un año el mandatario relevaba al primer ministro, suspendía el Parlamento y se arrogaba todos los poderes del Estado alegando la necesidad de «desbloquear» la situación política y «salvar Túnez». Ello en nombre de la democracia. Y hasta hoy.
Todo apunta a que el boicot al proceso que culminará en el referéndum por parte de los detractores de Saied dejará el camino expedito a sus partidarios y a la victoria del «sí», aunque los niveles de participación serán clave para la supervivencia del régimen pergeñado por el hermético profesor de Derecho Constitucional, que llegó al poder tras las presidenciales de octubre de 2019. Túnez es un país dividido y exhausto, en el que una parte importante de quienes celebraron la caída del régimen de Ben Ali y la posibilidad de constituir un sistema democrático al comenzar 2011 hoy apoyan al presidente convertido en autócrata convencidos de que es la única persona capaz de enderezar el rumbo general del país. Con todo, Saied tiene cada vez a más ciudadanos y sectores sociales enfrente.
La principal oposición al proceso la constituye el llamado Frente de Salvación Nacional, en el que se integran desde los islamistas de Ennahda –el partido presidido por Rachid Ghannouchi, primera fuerza en la disuelta Asamblea de Representantes, es la bestia negra del presidente– hasta Corazón de Túnez–segundo partido del Parlamento-pasando Parlamento-pasando por Coalición de la Dignidad, el Partido del Movimiento Amal, Harak al Irada y la Iniciativa Ciudadana contra el Golpe.
Ya en febrero, una encuesta de Insights TN arrojaba que el porcentaje de ciudadanos que saludaron el golpe del 25 de julio de 2021 había caído desde entonces del 60% al 35%.
La nueva Constitución, que enterrará la Carta Magna de 2014 –elaborada tras más de tres años de debate, lo que contrasta con la rapidez del actual proceso–, consagra un régimen republicano presidencialista frente al actual se mi parlamentario. El jefe del Estado se garantiza amplios poderes y limita los mecanismos de control a su autoridad. En su artículo 5, la nueva Constitución asevera que corresponde explícitamente al Estado «trabajar por alcanzar los objetivos del islam», lo que los expertos relacionan con el indisimulado deseo del mandatario de expulsar a las formaciones islamistas del sistema político.
Asimismo, el presidente dispone de inmunidad total en el ejercicio de sus funciones y nombra al primer ministro y a los ministros propuestos por el jefe del Gobierno. Además, tiene autoridad para adoptar «medidas excepcionales» en caso de «peligro inminente». Escaso ha sido el entusiasmo por el proceso abierto tras el golpe de mano.
Menos de 450.000 ciudadanos de los 12 millones de tunecinos participaron en el proceso abierto para la elaboración de la nueva Carta Magna, que concluyó en marzo.
Tras un año gobernando a golpe de decreto y haciendo y deshaciendo a su antojo pocas dudas hay de las aspiraciones y forma de proceder del veterano profesor de Derecho Constitucional. En febrero, el mandatario desmantelaba el Consejo Superior de la Magistratura, un órgano creado en 2016 –e integrado por 45 magistrados- con la función de garantizar la independencia del Poder Judicial. A finales de marzo cerraba definitivamente, después de ocho meses suspendida, la Asamblea de Representantes.
A comienzos de junio, el jefe del Estado tunecino expulsaba de la carrera a 57 jueces acusados de «corrupción» y de «proteger a los terroristas », lo que le valió una importante huelga. La semana pasada los magistrados tunecinos denunciaban la llamada «justicia del teléfono»: el propio presidente dicta sentencias y ordena la apertura de casos. A pesar de que el milimétrico plan diseñado por «Robocop» avanza sin demasiada resistencia –el siguiente hito serán las elecciones parlamentarias de diciembre–, Túnez afronta un escenario incierto. Un triunfo en el referéndum del «sí» con poca participación supondrá paradójicamente «una pérdida de cierta de legitimidad para Saied», explica el consultor Zied Boussen.