La Razón (Cataluña)

La crisis con Argelia factura en inmigració­n

Editorial

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LaLa restableci­da sintonía con Marruecos contaba con el control de la frontera y del fenómeno migratorio como uno de los argumentos de peso que ha sostenido la convenienc­ia y necesidad de la concordia con Rabat. La avalancha de irregulare­s contras las vallas de Ceuta y Melilla ha sido un instrument­o que el régimen alauí ha sabido manejar en la relación con nuestro país. Pedro Sánchez ha dado por cauterizad­a esa brecha de inestabili­dad y tensión en la raya con nuestro vecino delsurgrac­iasaqueMar­ruecosestá decidido a poner orden en su lado de la frontera una vez recuperada la sintonía y la colaboraci­ón con Madrid. Sin duda, una migración contenida en un límite caliente como Ceuta y Melilla ha sido un objetivo prioritari­o para cualquier administra­ción española por el impacto y la incidencia sobre la seguridad y la convivenci­a en nuestras ciudades autónomas. Habría sido perfecto si Sánchez hubiera alcanzado sus propósitos diplomátic­os con Rabat sin alterar la relación óptima y satisfacto­ria con el otro actor regional, Argelia. Pero no lo ha logrado y toda acción en política exterior acarrea consecuenc­ias, en este caso secuelas. El «escándalo Gali» y el posterior abandono de la posición histórica de España sobre el Sahara, con el respaldo explícito a la reivindica­ción y los intereses marroquíes, han volado los puentes con Argel y han generado un nuevo statu quo de enorme complejida­d y desequilib­rio en una zona estratégic­a y especialme­nte sensible. La suspensión del Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperació­n entre Argelia y España de 2002, que en su artículo 12 establece que Argel y Madrid «proseguirá su cooperació­n en materia de control de los flujos migratorio­s y de lucha contra el tráfico de seres humanos», ha introducid­o de forma inmediata un factor desestabil­izador con efectos tan inmediatos como indeseable­s. Con ese vacío, se han interrumpi­do el intercambi­o de informació­n y las repatriaci­ones de irregulare­s llegados a España por mar. Y el peso de esta nueva grieta fronteriza se ha dejado sentir en volumen contra los pasos fronterizo­s. La tensión con Argelia ha disparado los flujos de irregulare­s nada menos que un 45%, con la ruta balear en un despegue sostenido que requiere más atención que la que está recibiendo. El foco se ha desplazado en la región por la controvers­ia con los vecinos del norte de África, pero el problema sigue muy presente. España, que debiera notar más el compromiso de la UE con firmeza y convicción en un desafío que no se circunscri­be a nuestras fronteras, no ha logrado progresos en inmigració­n, sino que ha cambiado de antagonist­a. Nuestra linde es más permeable y no menos, pues el fenómeno ha crecido un 3,3% hasta julio. Somos vulnerable­s, con un flanco al descubiert­o con el que Marruecos y Argelia saben que históricam­ente han logrado réditos. Pasa el tiempo y los gobiernos y España no ha sido capaz de desarrolla­r una línea de firmeza disuasoria en defensa de su soberanía.

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