«La conciliación le sale gratis al Estado, pero muy cara a la salud de la mujer»
Porque seguimos sintiendo la presión social por la madre que debemos ser y la necesidad de romper con los estereotipos y con ese modelo que, en vez de ayudar, nos limita. Las expectativas,acrecentadasporlasredessociales, nos alejan de la realidad, generando frustración, rechazo y pérdida de salud mental.
Casi una década después... ¿en qué hemos avanzado en conciliación?
Me siento orgullosa de haber puesto la conciliación en la agenda política y social y de haber acompañado este debate con una radiografía de la maternidad en datos con nuestros estudios que nos muestran la realidad social que vivimos y a partir de la cual hay que trabajar para cambiar las cosas.
¿Cuál es la receta?
Es clara, pero también compleja, porque necesita del compromiso de todos los agentes sociales y de una voluntad política que se resiste. La falta de conciliación es un problema social que necesita de flexibilidad horaria, de estructuras de apoyo a las familias, de redes formales del cuidado, de una corresponsabilidad desde las empresas y administraciones públicas, de una implicación del hombre, de poner los cuidados en el centro y de entender que está en juego el futuro de la sociedad. Para mí esto debería articularse bajo un Plan Nacional por la conciliación, como venimos pidiendo desde 2017.
En verano vemos que la conciliación es imposible... ¿Cómo afecta eso a la salud?
Lo que hacemos las mujeres no es conciliar, es sobrevivir con los recursos que tenemos: abuelos, recursos económicos para pagar campamentos de verano, prohibitivos para muchas familias, permisos sin sueldos, excedencias… Y todo porque no existe un sistema de cuidados que apoye. En nuestro estudio «El coste de la conciliación» se ve como la conciliación en España le sale gratis al Estado, pero con un alto coste para las mujeres madres: económico, emocional y personal. Impacta muy fuerte en la salud mental de ellas, por eso hemos lanzado el servicio de atención psicológica yomecuido.es porque en el proyecto «La hora de cuidarse» con DKV Salud vimos que había tres barreras que limitaban a pedir ayuda psicológica, pese a declarar que la necesitaban: la falta de tiempo, la falta de dinero y la vergüenza por el qué dirán.
¿A qué es a lo que más renuncian las mujeres al ser madres y que dañan su salud?
Sin duda a su tiempo personal y con ello a su autocuidado. El 52% de las madres reconoce cuidarse mal o muy mal. Y el 85% de ellas tiene menos de una hora al día. Pero es que además renunciamos a tener más hijos de los deseados y una de cada dos ha sufrido una renuncia salarial derivada de su maternidad.
¿Cuánto ha minado la pandemia la salud de las mujeres y madres?
Ha sido un impacto brutal en la salud mental. Lasconsecuenciasaúnlassufrimos.El73%de las mujeres declara sentirse agotada a diario y ocurre por la carga mental que suponen las tareasdomésticofamiliares.Tenemosqueponer el foco en la corresponsabilidad, tanto en el hogar como en las empresas y la sociedad.
Defienden el papel de la mujer como cuidadora, no solo madre. ¿Se infravalora?
Totalmente. Y eso que durante la pandemia se ha puesto de manifiesto la importancia de los cuidados. Tenemos que dar un paso al frente en este sentido. Priorizarnos e intentar buscar ese tiempo para nosotras. Si no nos cuidamos es imposible cuidar a los demás.
Imprescindible el autocuidado, ¿verdad?
Este autocuidado nos hará sentir mejor física y emocionalmente y nos hará más libres. Cuando llega la maternidad, sentimos como nos hacemos invisibles y caemos en una crisis existencial que nos hace perder autoestima y salud mental. Recuperar nuestro espacio y tiempo es clave para sentirnos mejor.
Pero siempre falta tiempo... ¿Trucos?
Bajar las expectativas. No hace falta ir una hora a un spa. Cuidarse mental y emocionalmente es clave: buscar 10 minutos al menos para estar solas, respirar, leer un poco... La mayoría de las malasmadres se cuidan con culpa. Pues en vez de intentar superarla, cuidémonos con culpa, pero hagámoslo. Receta infalible: malamadrear de vez en cuando, huir en soledad, olvidarnos que somos madres a veces porque echarlos de menos debería estar recomendado por salud mental.
Acaba de publicar su libro «Yo no renuncio», de la editorial Lunwerg. ¿A qué no debemos renunciar las malasmadres?
Ni a la carrera profesional ni a ver crecer a nuestros hijos. Tal como está planteado el modelo laboral parece un imposible. Se responsabiliza de ello solo a las madres. La revolución que pretende ser el libro es romper nuestros silencios para liderar el cambio, porque la responsabilidad también es social. Hay que apoyar social y económicamente la maternidad, poner los cuidados en el centro y otorgar el verdadero valor que tenemos las madres en la sociedad.