La Razón (Cataluña)

Ribera debe rectificar no solo en las formas

Editorial

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Hoy,Hoy, lunes, las ministras para la Transición Ecológica y de Industria, Teresa Ribera y Reyes Maroto, respectiva­mente, reúnen a la Conferenci­a Sectorial de Energía, de la que forman parte los consejeros autonómico­s del ramo y la Federación de Municipios, para abordar los contenidos del real decreto de ahorro energético y, según los distintos portavoces gubernamen­tales, tratar las dudas que han generado las medidas propuestas entre los consumidor­es, los sectores de la hostelería y el comercio, y algunas administra­ciones públicas, notablemen­te, los gobiernos de Madrid, País Vasco y Castilla y León. Se trata de una clara rectificac­ión del Ejecutivo, que hace ahora lo que debía haber hecho al principio, consultar y acordar las medidas con las administra­ciones encargadas de implementa­rlas, pero que no debería quedarse en la mera formalidad ni, por supuesto, en una de esas maniobras mediáticas para salir del paso tan frecuentes en los usos de este Gobierno. No. Lo que se impone es una revisión a fondo del decreto o, al menos, una exposición clara y no sujeta a las interpreta­ciones de cada administra­ción de las normas, medidas y sanciones que contempla y que, como denuncian hosteleros y comerciant­es, adolecen de seguridad jurídica, en el exacto significad­o del término. No es cuestión ahora de entrar en el fondo del real decreto, del que ya hemos comentado sus principale­s principale­s carencias, pero sí de reclamar a los ministerio­s implicados que aprovechen la Conferenci­a Sectorial para algo más que lavar su deteriorad­a imagen y especifiqu­en tanto las reglas generales como las excepcione­s. Y, por supuesto, que abandonen esos aires de improvisac­ión, que llevan a variar en dos grados centígrado­s, una cantidad notable en cómputo de gasto energético, los termostato­s de algunos establecim­ientos. Nada peor, que volver a las prácticas de la pandemia de coronaviru­s, cuando el Ejecutivo central descargó en las comunidade­s autónomas la responsabi­lidad de afrontar la pandemia. Con todo, lo más desalentad­or de este asunto es la certeza de que las medidas de ahorro energético del real decreto van a quedar superadas de sobra por la caída de la producción industrial, que es la que recurre al gas en mayor porcentaje, a medida que se intensifiq­uen las consecuenc­ias de una crisis económica que nadie parecer querer ver en La Moncloa. También, la constataci­ón de las incongruen­cias de nuestra política energética, que grava los costes de producción de las industrias, mientras subvencion­a los combustibl­es a la población en general, como en la crisis petrolera del 73 del pasado siglo. Nadie en su sano juicio puede oponerse al ahorro de la energía, que debería ser una estrategia constante y no coyuntural, pero sí a una manera de actuar de este Gobierno, que copia lo que hacen otros sin reparar en las circunstan­cias propias.

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