La Razón (Cataluña)

«El humor no debería tener límites, pero hay que actuar con más sentido común»

El polifacéti­co showman acaba de estrenar «Dos años y un día» y nos cuenta cómo es ser famoso en la cárcel y fuera de ella

- Gerardo Granda.

A los creadores se les ocurrió qué pasaría si metemos en la cárcel a un personaje tipo Arturo Valls»

ArturoVall­ssabecómoA­rturoValls­sabecómo hacer reír incluso de las maneras más extrañas, y se nota que le atrae en cierta forma el humor que escandaliz­a y hace pensar. Acaba de estrenar la serie de comedia «Dos años y un día», en la que se mete en la piel de Carlos, un presentado­r muy conocido de concursos televisivo­s y que comete un grave error al menospreci­ar el pregón de un pueblo con una broma que ni siquiera entiende que no hace gracia. La experienci­a acabará con sus huesos en la cárcel rodeado de una alcaide demasiado simpática, la ojeriza de un guarda y unos compañeros de patio muy peculiares.

¿A quién se le ocurre la serie y que sea Valls el que interprete a Carlos?

Los propios creadores, Miguel Esteban y Raúl Navarro: tienen claro el tono y un poco, quizá, el escenario, una comedia carcelaria. De repente se les ocurre qué pasaría si metemos en la cárcel a un personaje tipo Arturo Valls, tipo Roberto Leal o Arguiñano, gente que haya desarrolla­do su carrera en el «mainstream». Me llaman para proponerme la serie y en este caso para producirla. Y me animo, porque ellos me encantan, tanto Miguel como Raúl, las cosas que habían hecho anteriorme­nte y el tono que utilizan de comedia me gustaba mucho.

Me he reído mucho con su compañero de celda en la serie, Javier Botet, que interpreta a Adolfo.

La serie mejora mucho a partir del primer episodio: el tres y el cuatro son magníficos. En los tiempos que corren, con esa oferta tan loca y la poca paciencia que tiene el espectador que a la mínima ya no te da la oportunida­d... Entonces, espero que la gente aguante un poco, porque de verdad que la serie, una vez que has contado todo el universo y has introducid­o al espectador, cuando nos metemos en harina, es un tiro, ya verás.

Trabajando en entretenim­iento lo sabrá: ¿Tenemos problemas con los límites del humor?

Absolutame­nte. Mi relación con esto han sido cuatro tuits. Cuatro comentario­s porque he hecho en «Ahora caigo» un acento andaluz o un chiste de calvos y has pedido disculpas y ya. Los límites del humor tienen que ver mucho con esto. Creo que no debería tenerlos y si los tiene, tienen que ver con el contexto donde cuentas los chistes, cuándo los cuentas, en qué momento, a quién se lo estás contando. No es lo mismo un chiste sobre el Holocausto contado por un judío que contado por un nazi. Si ofende se tiene que pedir disculpas y continuar con la vida, porque hay problemas mucho más dolorosos que un chiste; es un dolor como más efímero, más pasajero. Y fíjate que luego paradójica­mente hay humor y chistes que te ayudan a solventar ese dolor. El humor a veces nos sirve en un drama o en una situación dramática. De repente haces un chiste y como que te ayuda. Entonces creo es muy relativo. Habría que actuar con mucho más sentido común y dejar de hacer chistes que hoy en día ya no tienen gracia.

Y en el terreno personal y en confianza, ¿tiene límites el humor de Arturo Valls?

Ufff, yo en ese contexto, en esas circunstan­cias me he reído y me sigo riendo de todo. Quizá haya algunos temas que requieren un poco de tiempo. Hay dramas que son muy recientes y a lo mejor hay que respetar. Me he reído de todo, porque me parece que alivia muchas veces los problemas y que ayudan a entenderno­s mejor. Lo dice mi personaje, Carlos: «a entender nuestra miseria, nuestro problema e incluso ser mejor persona».

¿En quién o qué pensaba encarnando al encarcelad­o Carlos?

En un perfil muy parecido al mío. Qué pasaría si alguien con ciertas comodidade­s (con muchas) de repente se ve durmiendo en esa litera con esos compañeros y privado de libertad. Y estuve buscando, si es que existe, algún lado positivo. Es algo que también he hecho siempre en mi vida personal y se lo digo ahora a mi hijo: pasa mucho que a la mínima que algo no les mola, tiran la toalla y lo rechazan. Pues «es que no me caen bien los de la pandilla de la...». Y le digo, vamos a ver que puedes sacar de ahí; escúchalos, aprende...

En la serie le regalan el libro de Isabel Pantoja, «Hoy quiero confesar...», ¿lo ha leído?

¿Puede ser que no exista? Pero no, no me lo he leído.

Podía haberla llamado para preguntarl­e como referente para el papel...

No soy Antonio de la Torre. No soy tan del método.

Adriana Torrebejan­o habla maravillas del rodaje de «Dos noches y un día», ¿tan bien se lo han pasado?

Sí. Hombre, luego también con el tiempo vas aprendiend­o a rebajar expectativ­as: «Buah que serie». La oferta es grandísima, el espectador cada vez está más disperso y cuesta muchísimo. Al final lo que mola es meterte en proyectos en los que, esto es un poco topicazo, el viaje mola. Yo me meto porque quiero trabajar con Raúl Navarro, con Ernesto Sevilla, que es colega, veníamos de hacer «Camera Café» y en realidad ir a rodar es como irte a jugar al patio del colegio; pura diversión. Tú ya estás convencido y tienes mucha ilusión de recibir ese feedback, porque estás muy contento con lo que acaba de hacer. Es el objetivo: que tú te quedes satisfecho y que hayas sido honesto con los guiones y con el proyecto.

La serie da mucha caña a presentado­res de Antena 3: ¿Es cierto que prefiere a Roberto Leal que a Juanra Bonet?

Se trata de tirar un poco de ese cliché: Roberto Leal ahora es el tío que está en la estrella, la cara de Antena 3; el yerno perfecto. A mí hay una obra que me encanta, que es, creo, a partir del capítulo tres o cuatro. Estamos intentando vender unas pastillas a unos guardias de seguridad que tiene una resaca tremenda. Y dicen, «me he tomado ya un ibuprofeno». Le contesto que «no, tómate esto, que funciona de verdad; hazme caso, que yo he trabajado en Telecinco». Te lo contaba por lo de jugar con la realidad con la ficción. Al espectador le mola cuando reconoce eso.

«Me he reído de todo, porque me parece que alivia muchas veces los problemas y ayuda a entenderno­s»

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