Achicharraita
SiSi con la temperatura antes de la ocurrencia de Pedro Sánchez, ir a comprar ropa a la vuelta de las vacaciones de verano era sudar como un pollo en el probador, tras dos camisas, un vestido y dos pantalones, no sé cómo va a ser este septiembre.
No se sudaba por la temperatura del local, se sudaba porque sabías que fuera de tu probador había otras personas esperando su turno. Sudabas porque no sabías si ese vestido que te quedaba tan mal era por tu cuerpo o por culpa de si el escote debía ir por delante o por detrás. Sudabas porque te empeñabas en ponerte un traje pantalón de la misma talla antes de pillar esos kilos de más vacacionales.
Si a ese estrés de adquisición de ropa de temporada le sumas que la temperatura de tu probador estará a 27 grados, los sofocos propios de la edad, los aerosoles campando a sus anchas, sin saber cuántas veces ha sido probada la ropa por otras clientas ni su nivel de transpiración y aseo en el momento probatorio, va a ser muy difícil a partir de ahora entrar y comprar en una tienda de ropa. Con estas reflexiones, la izquierda política y mediática pensará que no estoy a favor de la eficiencia y del ahorro energético. Son así de simples y de necios.
Lo mismo pasa con el apagón de los comercios y las ciudades. Se desconoce el ahorro energético real que van suponer dichas medidas o el impacto económico que van a tener en el turismo y en la seguridad. Lo llaman solidaridad y aplauden que un barrio comercial y turístico del centro se asemeje al que no lo es. Todos somos ahora Villaverde o Vallecas, dicen. La culpa será de Isabel Díaz Ayuso y de José Luis Martínez-Almeida, que no instalan una Oficina del Calor para combatir las altas temperaturas. Achicharraita estoy.
Aplauden que un barrio comercial y turístico se asemeje al que no lo es