La Razón (Cataluña)

Ángeles López. «Los límites de la comedia los marca el código penal»

Raúl Pérez Imitador y humorista ► Está preparando ya su tercer montaje teatral y para la próxima temporada continuará con el podcast «Érase una voz»

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Durante años no lograba imitar a Iñaki Gabilondo y hoy, todavía, Ibai Llanos me cuesta»

Segurament­eSeguramen­te su cara y su voz no completen su búsqueda mental pero cuando le escuchen imitar a algunos de los más de doscientos personajes que anidan en su garganta, le identifica­n seguro. Se llama Raúl Pérez y es uno de nuestros mejores imitadores.

¿Cuántos personajes tiene en la cabeza?

No los he contado pero son más de doscientos, entre los que están de plena actualidad y los que la van perdiendo.

¿Cómo estudia a cada uno?

La práctica es continua y casi enfermiza. Hay una técnica que me ayuda y pasa por ver muchos vídeos del personaje. Luego les quito el audio para imitar sus gestos, forma de expresarse con el cuerpo, tics... También escucho muchas veces su voz sin imagen. Luego lo compongo.

¿Lo más difícil?

Igual que en una película o en una obra del teatro el guion es el 70 % de todo, en la imitación la base es la voz. Si tengo la voz de una forma aproximada, construyo la imitación con mayor seguridad.

Hay que tener buen oído.

Es algo que no sé ni cómo explicar, pero sucede. Es un proceso mágico que se produce en mi cerebro: Escucho la voz del personaje, practico hasta la saciedad y lo voy llevando por esa especie de canal cerebral hasta reproducir­lo lo más fielmente posible. Se necesita oído y práctica. Hay personajes que te los tienes que trabajar muchísimo hasta que cuajan.

Boris Izaguirre, Miguel Bosé y otros, son fáciles porque tienen peculiarid­ades, pero, ¿qué hace con los otros?

Ahí está la dificultad: en los que son más ponderados y hablan con mesura, sin inflexione­s, acentos... Te tienes que apoyar en la expresión corporal de cada personaje: un arqueo de cejas, un tic.. .

¿Con quién no ha podido?

Se me resistió mucho tiempo Iñaki Gabilondo. Me costó lo indecible hasta que logré una aproximaci­ón bastante buena. Pero casi lo dejo de forma desesperad­a. Un día, encontré la forma en que entonaba las frases o cómo advertía lo que pasaría en un futuro.

A día de hoy, me sigue costando Ibai Llanos. Aunque le he hecho la imitación a él y le gusta, no estoy conforme.

Este curso le toca «tercero de Ibai»

Y cuarto (risas).

¿Qué música escucha?

Estoy en una fase heterogéne­a porque tengo niñas pequeñas. Ahora les estamos poniendo música de los ochenta y noventa: Cyndi lauper, Witney Houston...

¿Los imita?

A Rike Asley sí, pero ellas son más difíciles.

A los cantantes de hoy, ¿también los imita?

A Tangana le he imitado en mi «Expediente Pérez» de Movistar + pero... ¡haciendo un dueto con Leonardo Dantes!: Con Rosalía, igual me atrevo.

Hay quien se molesta porque le imitan y quien se molesta por lo contrario...

Enfadarse no se me ha enfadado nadie, que sepa. Viví la época de los guiñoles y ahí sí que los políticos demandaban ser imitados. Pablo Echenique me enseñó, por mensajes privados, como debía imitar su risa.

¿Dónde está el límite del humor en esta sociedad tan pastoril?

Es complicado porque porque vivimos un momento difícil, pero la comedia es una especie de bálsamo para transitar por esta situación. Para mí la comedia no tiene límites salvo los que marca el Código Penal. No hay más. Si como cliente no te gusta algo que hace un cómico, no lo consumas.

«Te parecerá bonito que te haya pagado la carrera de Teleco y acabar siendo cómico». ¿Cuántas veces se lo han dicho sus padres?

Hicieron muchos esfuerzos para pagarme la universida­d pero, aunque parezca paradójico, si no llego a estudiarla no estaría donde estoy porque, al empezar a trabajar como ingeniero conocí a una persona vinculada a los «Guiñoles» de Plus y a otra que estaba emparentad­a con alguien de la radio y terminé e «¡Anda, ya!». Ejercí tres años. Los más valiosos de mi vida.

Cuando sueña, ¿lo hace con su voz o se le va a sus imitacione­s?

Cuando sueño lo hago con música de cine mudo. Pero si sale una voz, seguro que debe ser la mía, que emerge del inconscien­te.

Un reto imposible... ¿cómo sería la voz de Dios?

Como Dios es omnipotent­e podría incluso ser mudo. Me le imagino hablando por gestos.

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