La lógica llega a la vida de Alcaraz
► El murciano de 19 años, que arrasó durante una parte del curso, entra en un periodo de dudas y cae en Montreal
Tommy Paul se impuso por 6-7 [4/7], 7-6 [9/7] y 6-3 a un rival que quiso más que pudo
La anormal, lo ilógico, seguramente, era lo otro: Carlos Alcaraz, todavía con 18 años, campeón del Masters 1.000 de Miami, del histórico Conde de Godó, del Mutua Madrid Open, dejando en el camino a Djokovic, Nadal y Zverev. El adolescente derrotando a las leyendas. La vida de color de rosa... Pero la vida nunca es siempre del mismo color, y en el caso del tenis, un deporte en el que se juega y se pierde prácticamente cada semana, menos. El murciano pasó de ser un desconocido a ser una curiosidad. Y de ahí, a un referente, el número cuatro del mundo y aspirante a número uno. Todo muy deprisa: la fama, los compromisos, las miradas en él... «He crecido muy rápido. Llegar a un Masters 1.000 como segundo cabeza de serie es algo increíble que no me esperaba a principios de año. Ni ahora mismo me lo creo, pero es algo que quería: ser uno de los favoritos a ganar los torneos más importantes», confesó. Es el segundo aspirante porque Nadal finalmente se dio de baja al resentirse de su problema abdominal y Zverev se está recuperando de su operación en el tobillo.
Y el segundo favorito quedó fuera a la primera en Montreal, donde debutaba de verdad: era su primer partido en el torneo canadiense en 2022 (estaba exento de la primera ronda) y también en su vida, pues el año pasado no lo disputó porque el ranking no le daba. Y lo que se vio fue al tenista de los últimos meses, el de los dos torneos de tierra batida precedentes que ha jugado, Hamburgo y Umag: no es el que arrasó a principio de año, va a trompicones y aunque es competitivo, esta vez no fue suficiente para derrotar al estadounidense Tommy Paul, que estuvo inspiradísimo y se llevó el triunfo por 6-7 [4/7], 7-6 [9/7] y 6-3 ante un rival que quiso más de lo que pudo.
Eso sí, no parece que la presión vaya a ser un problema para el murciano por la forma en la que jugó los puntos importantes. En pista normalmente sonríe en las buenas y también en las malas. Esta vez se le vio muy serio al final, impotente porque veía que nada le funcionaba, aunque finalmente aceptó la derrota y fue a felicitar al vencedor con vehemencia. El problema que está teniendo es que su tenis explosivo a veces le hace cometer algún error de más. Lo que durante una parte del año era un bien, bien, bien, victoria; ahora es un bien, mal, mal, bien, mal... Una montaña rusa. Contra Paul tuvo un break de ventaja en el primer set que desperdició al juego siguiente y después tuvo el partido ganado. El estadounidense jugaba muy bien, abriendo ángulos, encontraba los ganadores y era muy agresivo contra los segundos saques. Muy metido en la pista, tenía demasiado atrás a Carlos, de un lado a otro. Pero el pupilo de Juan Carlos Ferrero se las apañaba para, pese a las incomodidades, mandar en el resultado.
Jugó un primer tie break sensacional el español y después logró rápido la rotura. Se puso 4-1 y cuando ya enfilaba el camino del triunfo se encontró con la resistencia de un oponente que también tuvo mérito. Remontó Paul, después se volvió a ver por debajo y Ferrero le decía a Alcaraz. «Juega tranquilo, si lo pierdes no pasa nada». Carlos se condenó en el segundo tie break con dos dobles faltas, pero tuvo una bola definitiva que no concretó: en realidad, un gran saque de Paul no le dejó.
Se llegó al tercer parcial y el español tenía que volver a sacar esa capacidad para sobrevivir en los momentos malos. Pero no era el día. Su cara, la pérdida de la sonrisa, lo decía todo. Gritaba al cielo por un fallo y miraba al banquillo, pero su golpe de derecha, su gran aliado, le fallaba. Salvó cuatro pelotas de partido de forma brillante, otra vez el mejor tenis con la soga al cuello. Subió el nivel cuando ya era demasiado tarde. Paul y su juego de muchos quilates se llevó una victoria merecida. Carlos, más experiencia. Su carrera no ha hecho más que empezar.