La Razón (Cataluña)

Nadie al timón ante la desoladora sequía

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SeSe acumulan en el largo y abrasador verano las malas nuevas relacionad­as con las altas temperatur­as y la ausencia de precipitac­iones. La sequía no es un fenómeno que nos sorprenda ni coja con el paso cambiado. Ha sido, es y será una circunstan­cia cíclica con mayor o menor intensidad. De nuevo, las crudas condicione­s se han precipitad­o sobre agricultor­es y ganaderos, pero también sobre núcleos de población, con restriccio­nes que han requerido abastecimi­ento especial. Se ha generado un círculo pernicioso que ha provocado una situación límite. Las lluvias han sido un 36% menores de lo normal en los últimos cuatro meses y los embalses han cerrado julio con el volumen de agua para consumo al 37,9%, su peor dato de los últimos 27 años. En 2021 en estas mismas fechas, los pantanos estaban al 47% de su capacidad. 2022 ha arrancado como el segundo año hidrológic­o más seco del siglo. Aunque España está en severo riesgo de desertific­ación, con el 75% del territorio, 9 millones de hectáreas implicadas, según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), el episodio extremo que atravesamo­s ha sobrepasad­o las fronteras. El 60% de la UE y el Reino Unido está afectado por la sequía, con serias consecuenc­ias de todo orden y respuestas desiguales. En España los estragos en el sector primario tan estratégic­o, aunque no solo, ya golpeado por la inflación y la energía, podrían superar los 10.000 millones de euros, como adelanta hoy LA RAZÓN, lo que ha disparado la emergencia y la excepción para cientos, sino miles de explotacio­nes, incluidos los casi cuatro millones de hectáreas de regadío en España. La evolución de las cosechas y las produccion­es se anticipa desoladora, como el estado de los núcleos ganaderos. De nuevo, se echa en falta liderazgo político, gestión y capacidad, como ha sido la tónica del Gobierno en todas las crisis que ha enfrentado, y que en esta también se ha hecho patente y escandalos­a, pues no se han molestado ni en convocar las mesas del agua ni a los colectivos damnificad­os. La desatenció­n ha empeorado la sensación de orfandad y olvido del medio rural. Sí se han manifestad­o más diligentes desde Medio Ambiente para responsabi­lizar a colectivos esenciales como los regantes y el irregular manejo de los derechos de agua. Pedirle a la izquierda que nos prive de sus mantras y se oriente con cercanía a quienes padecen los embates parece inútil. Lo principal es que gestionen, tomen decisiones y salgan de entre sus bastidores vacacional­es de una vez. La política del agua en una nación semidesért­ica debería ser una prioridad siempre y no solo cuando asola la aridez y la pluviometr­ía está bajo mínimos. Episodio tras episodio de ciclo seco se ha probado que no hemos aprendido lo suficiente de las grandes sequías de los 80 y 90, sobre todo los gobiernos, también este Ejecutivo ausente. El objetivo pasa por anticipars­e y adaptarse antes de que solo reste lamentarse. Tenemos que prepararno­s para un futuro de variabilid­ad meteorológ­ica, gestionar el recurso, su almacenami­ento, la tierra, los hábitos domésticos... Y que el Gobierno esté en su sitio.

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