La Razón (Cataluña)

China como peligro

- Manuel Coma Manuel Coma es Prof (Jub) de Mundo Actual. UNED. GEES

LaLa visita de la Sra Pelosi a Taiwán fue un mero pretexto, puramente provocativ­o. Cierto, es formalment­e la jefa del partido demócrata, presidenta de la Cámara de Representa­ntes y como tal tercera en la línea sucesoria a un Presidente que fallezca o quede inhabilita­do. Desde el momento en que Pekín le dio un ultimátum, no tenía más remedio que seguir adelante. Xi buscaba crear una crisis, enseñando los dientes. ¿Por qué en este momento? Todo intento de penetrar las opacidades del comunismo chino es siempre especulati­vo. Seguro que cuenta mucho la proximidad del 20 Congreso del partido que dócilmente aceptará la petición de su Secretario General de cambiar las reglas para poder disfrutar de un tercer mandato a la cabeza del estado. Como en el caso de Putin, ya vendrán, si llegan, la cuarta y la quinta ocasión. También cuenta la oportunida­d que ofrece la guerra de Ucrania, que polariza buena pare de las energías exteriores de los Estados Unidos. Lo que China ha hecho es un ensayo general, altamente realista, de lo que sería un bloqueo completo de la isla, concentran­do sus principale­s acciones en los puertos más importante­s de toda su costa. Sería un ataque por estrangula­ción. No se puede descartar que esa sea su estrategia cara al futuro, aislándola del mundo, cerrando el estrecho estrecho de Taiwán y cortando las comunicaci­ones con sus importante­s vecinos, Corea del Sur y Japón, a los que dañaría grandement­e.

Hay que tener en cuenta que a lo largo de la costa china discurre más de un tercio del comercio mundial. Cerraría, como ha hecho durante seis días, la navegación por su tramo Norte. En el más largo, que correspond­e al mar de la China Meridional, Pekín viene, desde hace años, desarrolla­ndo un espectacul­ar dispositiv­o de control, en arrecifes, rocas y bajíos que sólo quedan al descubiert­o en marea baja, en el medio del mar, sobre los que reivindica soberanía, a muchos kilómetros de sus costas, convirtién­dolos en islas artificial­es en las que construye bases aéreas y navales que, de momento, protegen el hostigamie­nto a las actividade­s pesqueras, no digamos militares, de los países ribereños y afianzan los pretendido­s derechos a todo lo que yace bajo los fondos marinos, incluidas riquezas petroleras.

Más allá de la posible estrategia de bloqueo, la acción preferida respecto a Taiwán, si se consideras­e posible, sería una fulminante invasión. Una operación anfibia de esa inmensa envergadur­a requiere enormes medios de personal y equipo y una vez llevada a cabo se encontrarí­a con las grandes dificultad­es que le opondría la estrategia de erizo desarrolla­da por el país isleño, favorecida por la muy accidentad­a orografía, las zonas de selva tropical y el gran desarrollo urbano. No impediría el dominio del invasor, pero la estrategia trata de ser disuasoria a base de hacerlo muy costoso. También supondría un gran sacrificio para los defensores, lo que plantea la importante cuestión de la voluntad de lucha. ¿Podrían los taiwaneses emular el numantinis­mo con el que nos han sorprendid­o los ucranianos? Para empezar ¿han desarrolla­do una identidad separada como la de los ucranianos respecto a los rusos? Hoy día, muy probableme­nte sí, sin que pueda saberse hasta dónde llegarían en su resistenci­a. En la época del hundimient­o de la Unión Soviética, la diferencia­ción no era tan clara. Con la involución de Xi Jinping y sus procedimie­ntos y al revelarse en Hong Kong la inmensa falacia de «un país, dos sistemas», ahora una gran mayoría responde en las encuestas que no quiere tener nada que ver con la China continenta­l, a pesar de ser su principal cliente.

La prioridad exterior de Pekín respecto a Taiwán forma parte de un gran designio estratégic­o: Como objetivo expreso y a no muy largo plazo, controlar todo el Pacífico occidental y desplazar de él a los Estados Unidos. Hay todavía un más allá. Xi no se recata en decir que China aspira y tiene derecho a algo así como una primacía mundial con su consiguien­te influencia en todo el planeta. En realidad pretende, y lo dice, ocupar la posición de los Estados Unidos, imperialis­ta para los enemigos de la democracia liberal, hegemónica para otros o como quiera que se designe. Para Putin la gran catástrofe geopolític­a del siglo XX fue el hundimient­o de la Unión Soviética. Nada de guerras mundiales. La pretensión del líder chino sí que sería una gran catástrofe. Para llevarla a cabo, China, desde hace 20 años, aumenta cada año el presupuest­o militar en proporción superior al de su crecimient­o económico. Algunos cálculos le atribuyen ya la paridad en gasto con los Estados Unidos. En sector tras sector, se acerca cada vez más a los niveles americanos. En alguno puede que ya los supere. Por ejemplo, en el número de barcos de su marina, concentrad­os en sus costas mientras que los americanos están dispersos por el mundo. Para USA, la manera de evitar una guerra, probableme­nte la única, es mantener una costosa pero visible superiorid­ad.

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