El estigma de la viruela símica frena el rastreo de casos
► España roza los 8.000 casos, con un aumento de 777 en los últimos siete días, según el último informe de Sanidad
EspañaEspaña es uno de los actuales epicentros del brote de viruela del mono fuera de África. Somos el país con más casos de Europa (5.719, según el informe de Sanidad de ayer) y el único donde ha habido fallecidos (dos personas), cuya causa ha sido una meningoencefalitis asociada a la infección, según ha confirmado el Ministerio. En los últimos siete días se han sumado 777 casos, casi el triple de la media de aumento que se venía observando desde principios del mes de junio. En el resto de Europa se han notificado hasta la fecha un total de 12.977 casos, siendo Alemania (3.063), Reino Unido (2.914), Francia (2.601), Países Bajos (1.025) y Portugal (770) los países más afectados además de España.
En un contexto como el actual, en el que los contagios no paran de crecer –y ante la escasez de vacunas– la capacidad para implementar las estrategias de salud pública adecuadas en el rastreo y control de la transmisión es especialmente clave.
Sin embargo, el prejuicio asociado al que, hasta la fecha, es el principal modo de contagio (el sexual, circunscrito a hombres que tienen sexo con hombres) hace que algunos pacientes rechacen acudir a los servicios médicos por temor a ser estigmatizados tras un posible diagnóstico. Ello, a su vez, impide poder conocer el alcance y la magnitud real de la incidencia de esta enfermedad, pudiendo ser los casos confirmados oficialmente tan solo «la punta del iceberg».
Desde los servicios de Salud Pública –tanto en España como en otros de los países más afectados, como Estados Unidos– se ha manifestado que la implantación de las medidas de control presenta dificultades importantes, como la imposibilidad de trazar de forma completa cada cadena de transmisión, porque la mayoría de los contactos estrechos son con desconocidos y las limitadas medidas farmacológicas para la curación de las lesiones, entre otras.
Para tratar de resolver la incógnita de si los casos actuales son una representación fidedigna de la realidad o si detrás de estas cifras se esconde una situación más alarmante, investigadores de la Universidad de Seúl (Corea del Sur) han desarrollado un modelo matemático que puede ser de gran ayuda para estimar el grado de transmisión de la enfermedad. En él se definen dos conceptos. Por un lado, el de caso primario, que sería la persona que trae la enfermedad a una comunidad y, el segundo, el denominado caso índice, esto es, el primer paciente identificado por las autoridades sanitarias con la enfermedad.
Según el modelo, si el caso primario no se autoinforma –teniendo en cuenta una población de 10.000 habitantes– el número promedio de infecciones generadas podría oscilar entre 30 y 67, mientras que el número de contactos realizados por los infectados lo haría entre 221 y 498. Por el contrario, si el caso primario se autoinforma, el número promedio de infecciones seria de 5 a 7 y el de contactos de entre 40 y 52.
La duración promedio desde la llegada del caso primario hasta la primera detección del caso índice varió en la investigación de 8 a 10 días si el caso primario no se autoinformaba, y aproximadamente 3 días si el caso primario se autoinformaba. Además, si el número de contactos cercanos por día se du
plica en la configuración de simulación, el número de infecciones podría aumentar en un 53%.
«Pese a que se trata solo de un modelo matemático, lo que subyace es que esta enfermedad tiene mucho más calado de lo que se cree. En mi opinión, los casos oficiales son solo la punta del iceberg; autoinformar es clave para poder controlar la transmisión», señala Francisco J. Roig, neumólogo del Hospital Universitario HM Montepríncipe, de Madrid.
Mensajes «poco claros»
El escollo del estigma es uno de los factores detrás de la declaración de la viruela del mono como emergencia sanitaria en Estados Unidos, que ha pasado de menos de 800 casos a casi 11.000 en un mes. Allí, algunas voces han criticado que los mensajes de los Centros de Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) no son lo suficientemente claros, contundentes ni directos a la población de riesgo, por miedo a incurrir en actitudes que puedan ser consideradas «homófobas».
«Los hombres homosexuales que han buscado en el Gobierno respuestas sobre cómo hacer frente a esta nueva realidad aterradora se han encontrado con unos organismos de salud pública que parecen más temerosos de la posible interpretación de sus mensajes de prevención de la viruela del mono que del virus en sí. Muchos funcionarios se han negado a hacer declaraciones claras sobre cómo el público puede protegerse mejor. Y algo crucial: no han comunicado evidencias de científicas emergentes emergentes como que, si los hombres evitan el sexo anal , o usan un condón durante las relaciones sexuales, al menos podrían limitar algunos de los síntomas más devastadores, incluida la proctitis severa», escribe el periodista experto en enfermedades infecciosas y salud LGBTQ, Benjamin Ryan, en «The Washington Post».
Y es que parece haber pocas dudas sobre que los cambios en el comportamiento sexual de los hombres que tienen sexo con hombres (como reducir cantidad de parejas sexuales o la participación en encuentros sexuales que impliquen comportamientos de riesgo) influyen en gran medida en el «aplanamiento» de la curva como ya está sucediendo en Reino Unido, el país donde se detectaron los primeros casos en mayo.