La Razón (Cataluña)

Beria, el hombre al que Stalin llamaba «nuestro Himmler»

Fue jefe de la policía política y responsabl­e de la deportació­n, muerte y tortura de miles de personas

- Jorge Vilches.

EnEn cualquier encuesta que se haga sobre genocidas sale Stalin. Entre sus matarifes el más cruel y despiadado fue Lavrenti Beria. Stalin le llamaba «Nuestro Himmler». Fue el jefe de la temida policía política durante quince años. Era el encargado de espiar, arrestar, torturar y matar en las purgas del partido. Estudiaba ingeniería en Bakú cuando se enteró de que los comunistas habían dado un golpe de Estado. Era octubre de 1917. Su aspecto era el de un hombre débil, con su aspecto débil y sus gafas redondas, siempre esbozando una sonrisa. Durante la guerra civil rusa fue agente doble. Trabajó para Lenin y, al tiempo, para el gobierno anticomuni­sta de Bakú. Cuando le interesó ingresó en la Cheka.

Entre 1920 y 1924 se dedicó a reprimir a los disidentes georgianos con un sistema que repitió en varias ocasiones, consistent­e en la depuración de su élite. Liquidó así a más de 10.000 personas considerad­as «enemigas del pueblo». La crueldad fue recompensa­da con la Orden de la Bandera Roja y la jefatura caucásica de la OGPU, que era el nombre entonces de la policía política. Stalin, también georgiano, lo introdujo en su círculo íntimo. En 1931 le fue concedida la secretaría general del Partido Comunista de Georgia, y en 1932 de la zona Transcaucá­sica. Su tarea allí fue la depuración política. Construyó gulags de trabajos forzados y encarceló a miles de hombres.

El gran ascenso de Beria fue en 1938. La Gran Purga dejó al partido sin cuadros. Yezhov, director de la NKVD, la nueva policía política, hizo su trabajo y depuró convenient­emente a los comunistas. Stalin cambió entonces a Yezhov por Beria, porque nunca sabía cuándo uno de sus siervos se iba a volver lo suficiente­mente poderoso.

La NKVD en manos de Beria fue más eficaz todavía, y con menos escrúpulos si cabe. Stalin quería estrechar lazos con los nacionalso­cialistas para repartirse Europa. Esta estrategia requería la colaboraci­ón de las policías políticas. Fue así como Beria trabajó con la Gestapo para el control de Polonia. Comenzó depurando a los judíos del cuerpo diplomátic­o soviético para no tener obstáculos con su socio nazi. Luego quiso hacer lo mismo que en Georgia: liquidar a la élite política e intelectua­l. La sugerencia fue de Beria, que obtuvo el visto bueno de Stalin el 5 de marzo de 1940. Fue la masacre de Katyn, en la que asesinó a unos 20.000 hombres. Aquel genocidio, esa muerte calculada y fría, se la atribuyó a los nazis una vez concluida la guerra.

Beria fue un genocida. Considerab­a que eliminar a los dirigentes de un país era la mejor forma de controlarl­o. Así, desde 1944 se dedicó a purgar a los «pueblos colaboraci­onistas». Deportó a cientos de miles de ucranianos y chechenos a campos de trabajo. Lo mismo hizo con los tártaros. Usando a más de 32.000 agentes de la NKVD agrupó a 150.000 tártaros de Crimea en mayo de 1944 y los deportó a Uzbekistán. Anunció a Stalin el éxito de la operación, pero en julio Beria supo que aún había tártaros en Arabat, Ucrania. No podía reconocer el error, así que los metió en barcazas y los ahogó en el mar de Azov.

Golpes de Estado

Durante la Guerra Fría, Beria convirtió las embajadas occidental­es en un nido de espías. El personal provenía de la NKVD y consiguió la informació­n necesaria para construir una bomba atómica en 1949. Su mano era muy larga en los países de la Europa del Este. Fue quien organizó los golpes de Estado comunistas en los países de influencia soviética tras 1945, e incluso ayudó a Mao Zedong.

Nadezhda, la mujer de Stalin, odiaba de una manera instintiva a Beria. Tenía fama de ser un pervertido y un violador. Al parecer, para divertirse, paseaba en coche oficial por la noche y secuestrab­a chicas a las que después forzaba.

La noche que murió Stalin, Beria estaba en su casa, junto a otros tres mandatario­s. Al parecer se encontraba­n en una de sus famosas veladas. A la mañana siguiente, cuando se descubrió el cuerpo del dirigente soviético y se atrevieron a entrar en la habitación donde yacía tumbado, Beria se agachó, cogió la mano al cadáver y lloró. Otros, en cambio, dan una versión diferente y aseguran que en realidad lo que hizo fue escupir en el suelo.

Beria, que era de talante ambicioso, intentó suceder a Stalin al frente de la URSS. Pero el 26 de junio de 1953 fue detenido cuando se dirigía al Kremlin para reunirse con Khruschev y el mariscal Georgi Zhukov. Sufrió en sus carnes el estilo soviético que él mismo había instaurado. Fue torturado para conseguir una confesión. La Corte Suprema le condenó a muerte por traición, y fue ejecutado el 23 de diciembre. También se dice que algún colega del Presidium le disparó. Compañeris­mo comunista.

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Beria, un hombre sin escrúpulos que tenía fama de secuestrar y violar mujeres

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