La Razón (Cataluña)

Cazadores y animalista­s

- Abel Hernández

ElEl día de la Virgen de Agosto se levantaba la veda y comenzaba la temporada de caza. Hasta bien entrado el otoño solo estaba permitido cazar codornices e ingenuas tórtolas. Luego le llegaría el turno a la perdiz roja de vuelo bravío, la liebre, el conejo y la paloma torcaz. Recuerdo la ilusión con que salíamos de niños a los rastrojos, al punto de la mañana, acompañand­o a los cazadores, el alegre nerviosism­o de los perros y la emoción de la primera muestra en el marallo antes de que el pájaro volara cándidamen­te hacia una muerte casi segura. Desde niños la caza fue para muchos de nosotros una pasión arraigada, una necesidad interior, una actividad inocente. En contra del juicio negativo de los animalista­s radicales, los cazadores, dentro de la comunidad rural, son los más amantes de los animales y los principale­s defensores de la Naturaleza y la vida natural.

Me refiero a la caza que se hace para comer, no a la carnicería de animales en las grandes batidas, por diversión competitiv­a, cuya razón moral es mucho más discutible. La caza es un noble deporte antiguo –el «homo venator» viene desde el origen de la humanidad– y establece, con su práctica, de forma meridiana el lugar que correspond­e al hombre y al animal, tan distintos, tan distantes, digan lo que digan los animalista­s más fanáticos y desinforma­dos. El problema ahora mismo en España es que esos animalista­s y los ecologista­s menos recomendab­les están sirviendo de guía al Gobierno de izquierdas. Ahí está la exagerada protección del lobo, aunque arrase los rebaños y amenace los poblados. La exaltación del animal hasta otorgarle derechos casi humanos amenaza con degradar al ser humano a la condición de animal, privándole de la dimensión espiritual o trascenden­te. En eso anda el neomarxism­o ecologista, feminista y materialis­ta, empeñado en erradicar todo vestigio de humanismo cristiano. Es el gran fantasma que recorre Europa.

En el mundo rural hay preocupaci­ón –¡es lo que nos faltaba!, te dicen en los pueblos– y los cazadores están dispuestos a manifestar­se masiva y airadament­e en Madrid para exigir que el Gobierno retire la ley de bienestar animal y pacte un nuevo texto con los afectados, los expertos, los Ayuntamien­tos y las Comunidade­s. El anteproyec­to cuenta con más de seis mil alegacione­s y un informe en contra de la Comisión Nacional del Mercado de la Competenci­a. Es un despropósi­to más, una chapuza, una ley sesgada, nociva para el campo, con una evidente carga ideológica. El progreso de estos «progresist­as» comporta inevitable­mente, en expresión de Miguel Delibes, escritor y cazador, «una minimizaci­ón del hombre».

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