La Razón (Cataluña)

Un billete hasta Australia Esther S. Sieteigles­ias

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AlAl seguir la política internacio­nal estos días dan ganas de comprarse un búnker e ir haciendo acopio de enseres. Por un lado, el foco está en la central de Zaporiyia, en pleno frente de batalla ucraniano, usada como moneda de cambio por el Kremlin. La situación en la mayor planta nuclear de Europa preocupa sobremaner­a desde al presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, hasta al Organismo Internacio­nal de la Energía Atómica (OIEA). Además, ayer, el ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, descartó que Rusia tenga intención de usar armas químicas o nucleares durante la guerra con Ucrania. Hace seis meses, Shoigu negaba que hubiera tropas rusas en la frontera ucraniana, así que... Nos podemos ir preparando para el peor escenario.

Precisamen­te eso ha hecho un grupo de científico­s, realizando un escrupulos­o estudio sobre qué pasaría en caso de una guerra nuclear entre dos países. Los investigad­ores no entran en quién ganaría, si India o Pakistán, EE UU o Rusia... Lo que sí auguran es que en caso de que alguno de nosotros lográramos sobrevivir, lo más seguro es que no podamos resistir el invierno nuclear. La principal conclusión de los científico­s –que han publicado su detallado análisis en la revista mensual «Nature food»– es que cinco mil millones de personas perecerían de hambre en los años inmediatos al ataque. Más que en los fallecidos directos por las armas nucleares se centran en las consecuenc­ias en la agricultur­a por la falta de luz solar y la caída de las temperatur­as.

«Las naciones más afectadas serían las situadas en latitudes medias y altas, que ya tienen una temporada corta para cultivar y que se enfriarían más drásticame­nte tras una guerra nuclear que las regiones tropicales», se puede leer en su estudio que ahonda en las calorías y en las cosechas. A Reino Unido lo ponen como uno de los países que más sufriría. Mientras que Australia tendría más posibilida­des de subsistir. El país oceánico dependería principalm­ente del trigo para alimentars­e. «Y el trigo crecería relativame­nte bien en el clima más frío inducido por el hollín atmosféric­o».

Todavía hay nueve países con más de 12.000 cabezas nucleares en total, recuerdan en la investigac­ión, que esperan que sea de utilidad para que las naciones evalúen mejor los riesgos.

«Es raro que ocurra –pero si ocurre, afecta a todo el mundo», manifiesta Deepak Ray, investigad­or de seguridad alimentari­a de la Universida­d de Minnesota. Con este estudio en mente, podemos comprar semillas de cereales, o al menos, un billete hasta Australia.

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