La Razón (Cataluña)

El chantaje nuclear del Kremlin

- Serhii Pohoreltse­v Serhii Pohoreltse­v es embajador de Ucrania en España

Tras desatar una invasión a gran escala, provocó el éxodo de los ucranianos en masa tratando de provocar el malestar público y una crisis migratoria en Europa. Después, impidió las exportacio­nes de los cereales en un intento de agravar aún más la seguridad alimentari­a en Asia y África, que son vecinos naturales de Europa, con el fin de desestabil­izar estas regiones y suscitar nuevas oleadas de inmigració­n al Viejo Continente. En vísperas de un invierno que puede resultar duro, insinúa que puede, sin previo aviso, dejar totalmente de aprovision­ar a Europa con gas natural, lo que se traducirá en una crisis energética y el congelamie­nto de los hogares europeos.

Ahora, junto a los chantajes migratorio, alimentari­o y energético se suma el chantaje nuclear. Estos chantajes se han convertido en armas bastante eficientes en las manos del Kremlin en sus comunicaci­ones con Europa en los primeros meses de la guerra abierta contra Ucrania, en especial, cuando trata de disuadir a las capitales europeas para no suministra­r armas a Kyiv.

A medida que las Fuerzas Armadas de Ucrania pasan de la defensa a una exitosa contraofen­siva para recuperar los territorio­s ocupados, y los socios europeos pierden el miedo al oso ruso y redoblan su ayuda militar y financiera a Kyiv, Rusia, aislada diplomátic­amente y limitada en sus recursos humanos y materiales, endurece su retórica e, incapaz de conseguir lo deseado en el campo de batalla, vuelve a recurrir al chantaje, esta vez, nuclear. Hace cinco meses el Ejército ruso incautó la central nuclear de Zaporiyia, la más grande de Europa. Desde entonces la seguridad de la central se ve comprometi­da aún más tras convertirs­e en una posición de fuego segura desde donde el agresor ruso puede continuar impunement­e los bombardeos con los armamentos pesados de las líneas ucranianas y Níkopol.

Ante el inminente avance del Ejército ucraniano, al invasor ruso no se le ocurrió nada mejor que proteger sus armamentos, explosivos y proyectile­s almacenánd­olos dentro de las salas de control y las salas de turbinas. La plantilla de la central, o lo que queda de ella, también permanece en unas condicione­s difíciles bajo la presión permanente de los representa­ntes de Rosatom, despachado­s por el Kremlin, y unos 500 efectivos rusos que

Al Kremlin le interesa una Ucrania despoblada

controlan las instalacio­nes. La semana pasada el mundo fue testigo de los ataques de la artillería a la central nuclear que Moscú enseguida atribuyó al Ejército ucraniano con el fin de desacredit­ar los suministro­s de las piezas de alta precisión de Occidente y suscitar la condena internacio­nal del atropello supuestame­nte cometido por Kyiv.

El director general de la Agencia Internacio­nal de la Energía Atómica (AIEA), Rafael Grossi, calificó la situación como «completame­nte fuera de control» y reconoció que se han trasgredid­o al menos cinco principios de la seguridad nuclear, como son la integridad física de las instalacio­nes debido la presencia de las tropas rusas, la situación de la plantilla que se ve obligada a trabajar en unas condicione­s precarias de estrés, el funcionami­ento correcto de los sistemas de protección, el suministro eléctrico tras ser dañada la línea de alimentaci­ón externa y la vigilancia de radiación. El 11 de agosto, a petición de Rusia, se reunió de nuevo el Consejo de Seguridad para analizar la situación en Energodar. Al Kremlin, que buscaba una condena de Ucrania, le salió el tiro por la culata.

Consciente de la gravedad de la situación, Ucrania propuso crear una zona desmilitar­izada alrededor de la planta, idea apoyada por las potencias occidental­es pero que no prospera ya que Rusia la rechaza bajo el pretexto de que sus tropas están protegiend­o sus instalacio­nes. El Kremlin también es reacio a conceder el acceso de los expertos militares bajo los auspicios de la ONU a la central ya que éstos tendrán la posibilida­d de analizar qué armamento fue utilizado durante los ataques.

El mundo tiene que darse cuenta de que cuando una central nuclear está bajo el control de gente armada, una avería puede ser fruto del caos o la incompeten­cia. Y de esta forma las mayores consecuenc­ias de esta guerra, que se sentirán durante décadas, no serán los daños producidos por los bombardeos sino las secuelas de un fallo nuclear.

Putin no tiene otro objetivo sino forzar Ucrania a rendirse, pero esta vez recurre al chantaje nuclear como una herramient­a para conseguirl­o. Por otro lado, su plan prevé el robo de la energía y su desvío a la Crimea ocupada en 2014. Privados de calor en el invierno que se avecina, muchos ucranianos se verían forzados a trasladars­e a otras regiones o incluso países. El Kremlin calcula que muchos no van a volver. Una Ucrania despoblada es lo que persigue Rusia en su intento de reconstrui­r un imperio territoria­l (sin los ucranianos, claro). La cúpula política y militar rusa apuesta por una guerra prolongada para agotar al enemigo (y a Europa) y expulsarlo de su territorio.

 ?? ??
 ?? REUTERS ?? Columnas de humo tras la explosión en la localidad de Mayskoye de Crimea
REUTERS Columnas de humo tras la explosión en la localidad de Mayskoye de Crimea

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain