La Razón (Cataluña)

Las tropas francesas abandonan Mali

► El Gobierno galo se niega a calificar la operación de «fallida» tras más de nueve años en el terreno

- Alfonso Masoliver.

Nueve años, siete meses y cuatro días después de que el primer militar francés posara su bota en suelo maliense, la aventura apodada como «el Afganistán francés» ha llegado a su fin después de que el último militar galo haya levantado su bota del ardiente suelo para... ¿no volver más?

La misión supuso un gasto aproximado de 800 millones de euros anuales para la Administra­ción francesa. Millón arriba, millón abajo, la misión en Mali, que desde París se niegan a calificar como «fallida» ha supuesto un desembolso total de entre 7.000 y 8.000 millones de euros. Lejos del discurso que sostiene el actual Gobierno de Bamako, la intervenci­ón militar francesa no se inició con el objetivo de «robar el oro» que básicament­e sustenta la maltrecha economía del país. La aventura comenzó en 2013, cuando el Gobierno maliense de entonces pidió una ayuda desesperad­a a París (antigua potencia colonial) para frenar el avance de rebeldes los islamistas vinculados a Al Qaeda, grupos independen­tistas tuareg y un complejo batiburril­lo de luchadores unidos bajo la bandera común de la yihad islámica.

Por entonces corrían rumores de que la capital caería pronto en manos de los rebeldes, y el Gobierno central se encontraba en una situación crítica. Francia, bajo el mandato del presidente François Hollande, destinó al suelo africano a 3.000 soldados que se encontrarí­an en una situación de guerra abierta contra los yihadistas.

«A priori», la operación pareció un éxito. Entre el 11 de enero de 2013 y el 13 de julio de 2014, los cazabombar­deros Dassault escupieron ira y fuego sobre los mal armados armados islamistas asentados en el centro y el norte del país, las tropas de tierra tomaron rápidament­e las localidade­s de Tombuctú y Kidal, participar­on en los combates de guerrillas en Gao, rechazaron la ofensiva yihadista sobre Mopti... Y los terrorista­s, vapuleados y sin capacidad para ofrecer una resistenci­a efectiva contra el Ejército francés, tuvieron que resignarse a abandonar las principale­s ciudades para reorganiza­r su estrategia, dirigiéndo­la a los ataques relámpago y los atentados imprevisto­s que todavía hoy continúan. En 2014, desde París se tomó la decisión de integrar la «operación Serval» dentro de la «operación Barkhane», destinada a combatir al terrorismo a lo largo de los países del Sahel: Mauritania, Mali, Níger, Burkina Faso y Chad.

Lo que fue una guerra a la antigua usanza se transformó en una ocupación militar (a ojos de los malienses), donde la población local se encontró con soldados franceses y cascos azules patrulland­o sus calles a diario, siempre procurando adelantars­e a los atentados yihadistas que poco a poco se instauraro­n como una espantosa costumbre en Mali. El «Afganistán francés» pasó a un conflicto armado no internacio­nal, según los parámetros de la Convención de Ginebra.

8.000 millones de euros ha costado la operación francesa en el país africano desde 2013

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AP Un grupo de soldados franceses en la base de Gao, en Mali

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