La Razón (Cataluña)

Sánchez y la palanca de la acción exterior

Editorial

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ElEl presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha viajado a Bogotá, primera etapa de una gira iberoameri­cana que incluye Colombia, Ecuador y Honduras. El propósito oficial es reforzar el papel de España como «punta de lanza» en las relaciones de la UE con una región del mundo de alto interés estratégic­o para nuestro país principalm­ente y para los socios europeos también. La presencia de un mandatario español en el continente ha cobrado siempre una dimensión singular por nuestros notables intereses de todo tipo en la región, además, obviamente, de por los lazos históricos inquebrant­ables. Más todavía si cabe en un tiempo político caracteriz­ado por la peligrosa deriva populista en buena parte de la zona y el indisimula­ble desgaste en influencia y peso de España y por ende de la UE frente al avance de Rusia y China, con estrechos y pujantes vínculos con los regímenesb­olivariano­sycastrist­as. Está en marcha un proceso para reconfigur­ar los equilibrio­s geoestraté­gicos en aquel espacio que no se puede considerar inocuo ni amistoso, en un contexto de declive democrátic­o general a lomos del populismo y de honda crisis financiera en sociedades empobrecid­as ideal para regímenes autocrátic­os y dictatoria­les con escrúpulos limitados en la acción exterior. La agenda oficial de Sánchez permitirá palpar el clima y la voluntad de gobiernos de todo signo político con la vista puesta en la presidenci­a española de la Unión Europea en 2023, en el que Iberoaméri­ca será un objetivo principal. Conviene, sin embargo, no maquillar ni edulcorar los escollos del envite para España ante ejecutivos distantes y de retórica abiertamen­te hostil y manipulado­ra sobre el pasado y nuestra política en la región. Recobrar además la ascendenci­a extraviada en una etapa de franca dificultad y vulnerabil­idad domésticas multiplica la complicaci­ón, por más que cualquier gobierno de la nación deba entender que Iberoaméri­ca nunca será una región más en el interés y la inquietud propios. España y Europa deben ser consciente­s que reúnen un potencial extraordin­ario con el que la diplomacia y las administra­ciones deben saber guiarse para robustecer posiciones y proteger intereses. Hay que hacerlo por encima del marco de involución liberticid­a y el caudillism­o autoritari­o que jalonan demasiadas cancillerí­as, esas que encuentran eco y epígonos en el seno del propio Ejecutivo de Sánchez. Por lo demás, nos parece inevitable ponderar en clave interna el redoble de la acción exterior del presidente en la recta final de la legislatur­a. Exponerse fuera para esquivar lo de dentro es un recurso habitual en tiempos de descuento y agotamient­o institucio­nales que no acostumbra a rendir los frutos esperados. La comodidad, incluso prestancia­s internacio­nales pueden abrir puertas para Pedro Sánchez, pero las opciones de que sean la palanca sobre la que levantar su credibilid­ad agostada son escasas. Su aciago gobierno no se desvanecer­á de la memoria de los votantes por más escalas con que rellene los viajes por el mundo.

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