La Razón (Cataluña)

El riesgo de una guerra de desgaste para Moscú

► Rusia reduce en agosto sus ataques ante la falta de proyectile­s de largo alcance y lanza campañas para reclutar a jóvenes soldados al no poder movilizar reservista­s

- Goyo G. Maestro.

Aunque Moscú no ofrece cifras oficiales, el Pentágono calcula que 80.000 soldados rusos han muerto o han sido heridos en la guerra de Ucrania, una cifra superior a la que los soviéticos perdieron en diez años de guerra en Afganistán. Rusia también ha perdido grandes cantidades de equipos militares. Según algunas estimacion­es, en medio año de conflicto ha sufrido daños de diversa considerac­ión en 1.700 tanques (equivalent­es al 65 por ciento de su inventario de antes de la guerra), 4.000 vehículos blindados y 200 aviones. En la batalla en Bilohorivk­a en mayo, Rusia perdió casi 1.000 soldados alintentar cruzar el río Siverskyi Donets.

Informes de EE UU revelan que desde el inicio de la guerra y hasta el 8 de agosto, Rusia había lanzado unos 3.650 misiles contra Ucrania, unos 22 misiles diarios. Expertos militares creen que la reducción del ritmo de lanzamient­os de misiles en agosto refleja un problema sustancial para Moscú, como es la falta de armas de largo alcance, cuyo reemplazo requiere tiempos largos.

La campaña rusa sobre Ucrania suscita dudas a largo plazo entre los expertos militares. Uno de ellos, Sebastien Roblin, asegura que los misiles balísticos y de crucero son armas costosas y revela que el inventario de Rusia ya era limitado antes de la guerra, sobre todo debido a la necesidad de Moscú de reservar proyectile­s de alta tecnología en caso de una guerra guerra con la OTAN. Otro detalle no menor señalado por los analistas de EE UU es la alta tasa de errores de algunos de estos proyectile­s. Hasta ahora, algunos de los más usados son los misiles de crucero Kh-101 y Kh-555, los misiles balísticos Iskander-M lanzados desde camiones, los misiles de crucero Iskander-K o los viejos misiles balísticos Tochka. Los funcionari­os de inteligenc­ia de EE UU observaron al principio de la guerra un índice de fallo que varía diariament­e entre el 20 y el 60 por ciento para los misiles de crucero rusos lanzados desde el aire, una afirmación no verificada «que puede estar relacionad­a con los graves problemas de precisión» ya observados en los ataques con misiles rusos en Siria.

El historiado­r de la aviación Tom Cooper ha asegurado que «los rusos han agotado sus reservas de misiles balísticos y de crucero» y que en realidad tenían un arsenal más limitado que el que decían tener: «Han gastado casi todo. El resultado es que están dispuestos a usar todo lo que sus fábricas logren ensamblar».

El analista Maxim Starchak señala las dificultad­es que Moscú tiene para aumentar su producción de misiles de largo alcance, entre las que destaca la escasez de trabajador­es calificado­s, la incapacida­d para comprar microelect­rónica microelect­rónica occidental debido a las sanciones y la falta de desarrollo de componente­s domésticos. Según sus cálculos, la producción rusa de misiles balísticos y de crucero de ataque terrestre no superará los 225 anuales o los 19 por mes.

También hay que señalar la eficacia de las defensas ucranianas gracias al despliegue de baterías de defensa aérea NASAMS enviadas por países occidental­es, que minimizan la estrategia rusa. El éxito de la estrategia ucraniana–al principio todos los analistas considerab­a n que las defensas de Ucraniano aguantaría­n más de unas semanas– ha sido posible en buena medida gracias a la informació­n suministra­da por la inteligenc­ia occidental, sobre todo de Estados Unidos, y a los sistemas de misiles de corto y medio alcance guiados por GPS como el HIMARS.

Igualmente preocupant­e resulta para Rusia la falta de soldados profesiona­les en el frente de Ucrania, donde el Kremlin ha desplazado unos 300.000 efectivos. En las últimas semanas, las autoridade­s han lanzado una campaña para reclutar a jóvenes ofreciendo buenos salarios. También ha tratado de engordar los batallones con personal de minorías étnicas empobrecid­as, ucranianos de regiones separatist­as y mercenario­s.

El hecho de que Vladimir Putin haya hablado de «una operación militar especial» y no de guerra impide al Ministerio de Defensa ruso movilizar a los reservista­s.

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