La resistencia en la voz de los refugiados Taylin Aroche. CRACOVIA
► «Me siento culpable por estar aquí a salvo y mi familia allí», afirma una mujer que salió del país al inicio de la guerra
Huir de un conflicto desencadena un juego de azar. Escapar, comenzar una nueva vida y la incertidumbre del futuro es un proceso que millones de personas viven desde el inicio de la guerra en Ucrania hace seis meses. Cuando Vladimir Putin invadió el 24 de febrero provocó el mayor movimiento migratorio desde la IIª Guerra Mundial. Según la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados (ACNUR), más de 6,5 millones de personas han salido de Ucrania desde el inicio de la guerra, la mayoría se encuentra en países vecinos, principalmente principalmente en Polonia, pero también en Rumania, Hungría, Eslovaquia y Moldavia. Según cifras de ACNUR y UNICEF, los niños representan casi la mitad del total de los refugiados. Todos buscan un lugar seguro, un nuevo hogar, aparentemente temporal pero hasta ahora sin fecha de desenlace.
Al principio de la invasión, se estimó que el Gobierno de Zelenski sería derrocado en una semana. Todas las previsiones se equivocaron, el Ejército ucraniano se mantiene firme y lucha cada metro de territorio. Este periódico escuchó los testimonios de refugiados que describieron la ansiedad de huir de una zona de guerra, su adaptación a los nuevos países y las perspectivas de futuro lejos de sus hogares. «Llevamos dos días de viaje desde Kyiv, hemos tenido que hacer varias paradas en autobús, tren y caminar», comenta Mariya, que llegó hasta Leópolis acompañada de dos primas de 13 y 14 años; con 18 años recién cumplidos ha tenido que madurar repentinamente y hacerse con responsabilidades que hace seis meses no podía imaginar. «Iba a la universidad en Kyiv, salía con mis amigos los fines de semana, ayudaba a mi madre a preparar la comida; un día todo esto cambió y tuve que salir de mi país con una maleta y dejar a mi padre y a mi madre», cuenta. Ella y sus dos primas viven en Varsovia, las menores asisten a un colegio con un programa especial de acogida a refugiados y Mariya está buscando empleo.
Quienes salen del país cuentan sus historias, relatan memorias de su propio pueblo, de los valientes que se quedaron y quienes tuvieron el valor de salir con la esperanza de que pueda ayudar a su nación a superar su lucha; hablan y lo hacen para que sus testimonios sean escuchados en el frente de batalla o el exilio. «Salí de Ucrania, pasé dos semanas en Cracovia y ahora vivo en Milán, donde me esperaba una prima», dice Irina, de 46 años. Huyó desde Járkiv con sus dos niños de 9 y 11 años. «Lo primero que hago al levantarme es ver las noticias de la guerra», comenta. «Las llamadas que no tienen respuesta son las más duras, piensas que lo peor ha sucedido, hasta que vuelves a tener contacto con ellos y la esperanza regresa», dice, narrando una de sus mañanas desde hace más de dos meses cuando decidió abandonar a su hijo de 19 años y a su marido, también a amigos, un trabajo estable en un banco y la ciudad donde había vivido toda su vida. «Parte de mí se quedó en Járkiv, quiero volver y reconstruir mi vida y la de mis hijos».
«Mi marido y hermano están a salvo en el oeste del país, nos tuvimos que mudar desde Berdiansk, dejó de ser un lugar seguro al inicio de la guerra», recuerda Nataliya; recién casada y con planes de formar una familia, se vio obligada a abandonar su hogar y hace cuatro meses que vive en Cracovia, trabaja en una multinacional que lanzó un programa para reclutar talento ucraniano.
«Mi corazón está dividido y me siento culpable por estar aquí a salvo y mi familia en Ucrania». Este sentimiento de culpabilidad es el que más se repite entre quienes han abandonado el país en guerra. La ONU calcula que casi 7 millones de personashantenidoquedesplazarse dentro de Ucrania, una migraciónforzosadequienesabandonan sus hogares con lo indispensable, capaces de huir de una ciudad sitiada en los breves momentos que no se lanzan las bombas. «Quiero que mis hijos aprendan de la historia de Ucrania, de lo que fuimos, de lo que pasa ahora y a lo que aspiramos como nación», dice Irina, visiblemente emocionada.