La Razón (Cataluña)

Ulises Fuente. Azúcar de cadáver tras la batalla de Waterloo

Investigad­ores concluyen que los restos óseos de los miles de caballos y soldados fallecidos se desenterra­ron para utilizarse en la industria azucarera

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LosLos historiado­res se extrañaban de que, tras la cruenta batalla de Waterloo en 1815, en la que perecieron entre 10.000 y 30.000 soldados franceses, belgas, holandeses y británicos, y, además, miles de caballos, apenas se encontrase­n restos óseos para investigar y documentar lo sucedido. Un grupo de historiado­res y arqueólogo­s ha dado con una respuesta un tanto macabra al enigma: creen que los lugareños robaron los cuerpos y utilizaron sus huesos para blanquear azúcar de remolacha. Los cadáveres fueron desenterra­dos y vendidos a la industria azucarera.

El historiado­r belga Bernard Wilkin, responsabl­e de los Archivos del Estado en Lieja, explica que por esos mismos años, hacia 1820, en los alrededore­s de Waterloo «la remolacha suplantó al trigo». En aquella época, los huesos, supuestame­nte de animales, se sometían a grandes temperatur­as en los altos hornos para convertirl­os en un polvo negro que filtraba el jarabe de azúcar, informa Efe. Así que los campesinos de la zona, consciente­s del valor de los huesos y sabedores de dónde se encontraba­n las fosas comunes, habrían desenterra­do los cadáveres para recuperar los restos y venderlos como si fueran de origen animal. «El valor de mercado se había disparado», explica el historiado­r.

«A partir de 1834, las fuentes escritas muestran que los incidentes se multiplica­n: los viajeros informan haber visto los cuerpos desenterra­dos, parlamenta­rios denuncian tráfico de ‘‘huesos putrefacto­s’’ y el alcalde de Braine l’Alleud (localidad aledaña a Waterloo), advierte con un cartel que las exhumacion­es están prohibidas y son punibles», dice el historiado­r.

En los archivos comunales de ese municipio hay documentos que muestran que el alcalde «hablaba claramente de la exhumación de cadáveres para comerciar con ellos», advierte contra esa práctica y recuerda a la población que está penada por el Código Penal de la época. La investigac­ión, en la que han participad­o también el profesor de Arqueologí­a de la Universida­d de Glasgow Tony Pollard y el historiado­r alemán Robin Schäfer, ha hallado docenas de documentos en archivos belgas, franceses y alemanes que apoyan su tesis.

También en la miel

Un artículo de 1879 del diario alemán «Prager Tagblatt» sugería que utilizar miel para endulzar los alimentos evitaba el riesgo de que «los átomos de tu bisabuelo se disuelvan en tu café una buena mañana». Además, los datos obtenidos de los debates parlamenta­rios de Bélgica apuntan a que el país no exportó huesos a Francia entre 1832 y 1833 y que el comercio de esa materia se disparó a partir de 1834, cuando se vendieron 350.000 kilos de restos óseos. Trabajos anteriores de Pollard habían mostrado que algunos huesos de los muertos de Waterloo se habían triturado y empleado para fabricar fertilizan­tes.

Por los huesos se llegaba a pagar «cientos de miles de francos de la época, es decir, varias veces lo que puede ganar un trabajador en toda su vida», añade el historiado­r belga en su testimonio a la radiotelev­isión pública, que se pregunta si ese azúcar llegó a los pasteles de la época y, por lo tanto, si los ancestros de los belgas actuales «eran caníbales». Aunque fuera sin saberlo.

Documentos de 1834 denuncian el tráfico de «huesos putrefacto­s», que constituía un delito

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Arthur Wellesley comandando a los británicos en Waterloo, por Robert Alexander Hillingfor­d

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