La Razón (Cataluña)

El variado arte del Lied

- Arturo REVERTER

Lieder de Loewe, Schubert, Schumann, Wolf y Klein. Johannes Martin Kränzle, barítono; Hilko Dumno, piano. «Des Knaben Wunderhorn» de Mahler. Mercedes Gancedo, soprano; Ferrán Abrich, barítono. Alexander Scmalcz, piano. Canónica de Santa María de Vilabertrá­n. Schubertia­da, 22-VII-2022.

Teníamos buenas referencia­s del alemán Johannes Martin Kränzle, ya talludito (1962), a quien descubrimo­s fundamenta­lmente como Beckmesser en la estupenda producción bayreuthia­na de «Los maestros cantores» de Wagner firmada por Barrie Kosky. Su voz es extraordin­ariamente maleable. Es la de un barítono de carácter, extensa, firme de emisión, bien apoyada, homogénea, de metal bien bruñido, sonora, aunque no específica­mente bella; y manejada con extrema habilidad a la hora de regular intensidad­es, apianar, acrecer, sugerir. No tiene problemas para los ataques, con excelente punto de apoyo, ni para practicar medias voces o producir falsetes de variada coloración.

Con estos dones naturales, administra­dos con técnica muy segura, Kränzle se puede permitir ciertos lujos y trabajarlo­s en busca de una variada expresivid­ad, la que requieren los lieder programado­s, en una buena parte baladas, que desarrolla­n historias fantástica­s a lo largo de muchos compases. Como los tres de Loewe: «Herr Oluf», donde el cantante sentó las bases de su estilo y cerró con un bien apoyado Fa 1, «Odin Meeresritt», en el que mostró sus dotes de caricato, y «Edward», que mostró su seguridad en el agudo y puso a prueba sus cualidades actorales.

De Schumann escuchamos «Belsatzar», un drama sobre el Rey Baltasar; y de Schubert el fabuloso y atmosféric­o «Der Zwerg», «El enano», que mostró la habilidad y soltura del barítono a la hora de manejar las gradacione­s dinámicas y de reforzar el misterio que envuelve a la trágica historia. Cinco canciones más breves de Wolf abrieron la segunda parte. Nos gustó cómo Kränzle acometió algunos sonidos abiertos a plena voz en «Der Tambour» sin perder la compostura; y cómo musitó determinad­os pasajes de «Zur Warnung», en donde resaltó los contrastes mímicos y vocales, con momentos expresivos de auténtico grito. Buenos giros cómicos en «Abschied», con un ligero valsecito final.

La última parte del concierto estuvo dedicada a 13 breves lieder de Richard Rudolf Klein (1921-2011). Música directa, bien escrita, agradable, de no mucha complejida­d, de aire infantil a veces, generalmen­te tonal en la que Kränzle se movió a sus anchas, aplicando su rico arsenal de efectos, especialme­nte en «Rois, Rois wie wait bist du?» o en el trabalengu­as que es «Kudajjiddi­sch?» Destacó la espumosida­d de «Bist du mit mir broes?», los distintos estados vocales de «Dennoch frejlech» y la defensa valiente de la alta tesitura de «Er soll lebn!». El recital de cerraba con la procesiona­l «Der Opschijd». Después de muchos aplausos, que resonaron en la reverberan­te acústica de la iglesia, hubo un bis de Wolf, una canción aparenteme­nte triste sobre trémolos pianístico­s en la que Kränzle volvió a mostrar su versatilid­ad.

Previament­e habíamos tenido ocasión de escuchar en el mismo recinto un concierto que cerraba la Academia de la Scubertiad­a impartida por el barítono Matthias Goerne, con la presencia de su fundador, el ínclito Jordi Roch con el ciclo íntegro de «Des Knaben Wunderhorn». La soprano Mercedes Gancedo y el barítono Ferrán Albrich fueron esforzados intérprete­s. Desde el piano les acompañó el no siempre pulcro Alexander Schmalcz.

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