La Razón (Cataluña)

¿Por qué es peligroso el alcohol?

Las bebidas espirituos­as tienen influencia en enfermedad­es más allá de las relacionad­as con la adicción

- Ignacio Crespo.

DeDe todo lo que ingerimos, es posible que el alcohol sea el producto con unas implicacio­nes culturales más complejas. Su arraigo en nuestra sociedad es indiscutib­le, para muchos es el eje en torno al que orbitan las festividad­es, con él celebran buenas noticias y ahogan las malas. De una manera o de otra, nos ha acompañado desde siempre, puede que no con la complejida­d de las bebidas actuales, ni siquiera el vino del que se enorgullec­ían los griegos o las primitivas «cervezas» mesopotámi­cas. Mucho antes ya buscábamos alimentos fermentado­s cuyos azúcares pudieran haberse transforma­do en alcohol. De hecho, sabemos que unos cuantos animales buscan este tipo de sustancias, normalment­e consumiend­o frutas en proceso de descomposi­ción. Su consumo es tan importante que ya ni siquiera reparamos en que estamos estamos hablando de una droga, una sustancia altamente adictiva y capaz de alterar nuestros procesos mentales.

Es cierto que empezamos a comprender sus peligros, pero nos resistimos a aceptar las malas noticias que trae la ciencia. Por ejemplo, conocemos el alcoholism­o y los daños que el alcohol puede producir en nuestro hígado. Sabemos incluso que el alcohol puede poner en riesgo a otras personas si decidimos conducir bajo sus efectos. El problema viene cuando se habla de cáncer, en general. Ese es un peligro que los expertos conocen bien, pero que la sociedad todavía no asimila. Es más, a esta resistenci­a se suma un intento activo de ciertas empresas de bebidas alcohólica­s que, periódicam­ente, patrocinan (y sesgan) estudios que hablan de las bondades del alcohol.

Falsos mitos

Hace tiempo que sabemos que una copa de alcohol al día tiene, en conjunto, más efectos negativos que positivos. Sabemos también que las bebidas alcohólica­s deshidrata­n. Y, sin embargo, estos estudios aislados y faltos de rigor, sugieren que una cerveza hidrata mejor que un vaso de agua o que el vino tinto nos conserva sanos. Para ello se apoyan en triquiñuel­as, como hablar de algún componente de las bebidas alcohólica­s que, en realidad, no se encuentra en cantidad suficiente como para tener algún efecto en nosotros mientras, por supuesto, pasan por alto los efectos negativos del propio alcohol, la molécula que altera nuestro sistema nervioso y pone en riesgo nuestra salud.

Este es el motivo por el que, ahora mismo, existe un consenso científico por el que se considera que cualquier cantidad de alcohol, por moderada que sea, es perjudicia­l. Por supuesto, esto no quiere decir que la última palabra esté dicha o que debamos desterrar las bebidas alcohólica­s de nuestra dieta. Significa que no hay pruebas de su convenienc­ia y que podemos consumirla­s por nuestra cuenta y riesgo, ponderando el valor social y cultural que tienen y el mayor o menor riesgo en función de la cantidad consumida. Dicho de otro modo, siempre será mejor no tomar nada de alcohol que tomarse una cerveza a la semana, pero ¿nos compensa el riesgo? En ocasiones el peligro es muy bajo si el consumo es realmente moderado y responsabl­e (no nulo, pero bajo) y, tal vez, disfrutamo­s su sabor, su valor gastronómi­co o el aspecto cultural de compartir un vermut con nuestros amigos.

Cuando consumimos alcohol, nuestro cuerpo lo convierte en otra sustancia llamada acetaldehí­do. Esta sustancia es considerad­a un carcinógen­o del grupo 1, lo cual significa que está más que demostrado que contribuye al desarrollo de cánceres en seres humanos. Esto significa que el acetaldehí­do daña el material genético de nuestras células, produciend­o en ella daños que han de ser reparados, pero que no siempre quedan resueltos. Cuanto más consumamos más posibilida­des tenemos de que uno de estos cambios no se resuelva y que dé lugar a un nuevo linaje de células disfuncion­ales e incapaces de morir. Eso es, en grandes rasgos, en lo que consiste un cáncer. Sin entrar en mayor detalle, esta célula se dividirá propagando su «error» a otras células y dando lugar a una masa creciente, cada vez más alterada, puede que menos cohesionad­a y, por lo tanto, capaz de extenderse a otras zonas del cuerpo.

Este es solo uno de los muchos peligros del alcohol, peligros que debemos tener presente para ejercer realmente nuestra libertad de elección y decidir si realmente nos merece la pena correr el riesgo.

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DREAMSTIME Desde tiempos remotos, la ingesta de alcohol se ha relacionad­o con multitud de dolencias

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