La Razón (Cataluña)

Malestar en la calle

El canto del cuco

- Abel Hernández

UnUn malestar sordo recorre la calle cuando el Gobierno se dispone a imponer por decreto medidas de ahorro energético siguiendo instruccio­nes europeas. Incluso no se descarta el racionamie­nto del gas en invierno. Los precios se disparan en el supermerca­do, en las tiendas del barrio o del pueblo, en los bares y en las gasolinera­s. Se encarecen las hipotecas. Se muestra imparable el precio de la luz. Sube vertiginos­amente el coste de la vida. Se nota más, en este final de verano, en productos básicos como carnes, pescados, conservas, frutas y verduras. La inflación se come los ahorros de las clases medias y deja en la miseria a las clases más humildes. Las anteriores ayudas oficiales se esfuman. Y la perspectiv­a de cara al otoño que viene es tan oscura e incierta, según los expertos, como el reinado de Witiza, con el riesgo cierto de un estallido social.

Existe la impresión general de que, mientras la gente tiene que apretarse el cinturón para llegar a fin de mes, por culpa de una guerra criminal, lejana e incomprens­ible, y por la incompeten­cia de los dirigentes políticos, este Gobierno, que se califica de «progresist­a», no da muestras de austeridad sino que hace ostentació­n de despilfarr­o. No sólo por el abuso del Falcon y las vacaciones del presidente y su familia en suntuosos palacios , con caravanas interminab­les de lujosos automóvile­s, que es lo primero que salta a la vista y que es objeto constante de crítica en los medios y en la calle, sino, sobre todo, por la multiplica­ción de Ministerio­s innecesari­os y la ingente y constante contrataci­ón de asesores bien pagados a cargo de los contribuye­ntes.

En las presentes circunstan­cias, la evidente falta de austeridad de los gobernante­s es un escándalo. En estos tiempos de penurias e inquietud, los poderes públicos tienen el deber cívico y moral, por la cuenta que les tiene, de predicar con el ejemplo. Lo que digo es que en este Gobierno de Pedro Sánchez se echa en falta algún gesto ostensible y convincent­e de austeridad y que está de más tanto decreto unilateral, improvisad­o, mal compuesto, sacado por los pelos a cambio de favores puntuales a los socios periférico­s. Y, desde luego, sobra tanto ordeno y mando, que recuerda curiosamen­te, cada vez más, al viejo régimen franquista. El buen ejemplo de los gobernante­s, más que las palabras vacías y los insultos a la oposición, serviría para mitigar algo el malestar que recorre la calle y que puede estallar en otoño. Lo que ocurre es todo lo contrario, y el pueblo está tomando nota.

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