La Razón (Cataluña)

La guerra tiene un precio y hay que asumirlo

- Rocío Colomer

Hanpasados­eismesesde­sdequeHanp­asadoseism­esesdesdeq­ue el 24 de febrero los ucranianos se despertaro­n con el ruido de los motores de los aviones de combate rusos SU-25 y empezaron a escuchar los primeros bombardeos sobre Kyiv. El objetivo inicial de las tropas rusas de derrocar al Gobierno democrátic­o de Volodimir Zelenski fracasó y como consecuenc­ia los objetivos militares del Kremlin se volvieron más limitados. La estrategia actual rusa pasa por una conquista territoria­l de la región oriental del Donbás. En estos seis meses, Moscú ha logrado tomar el control del 20% del territorio ucraniano que para hacerse una idea supone una extensión similar a la de Grecia.

Sin embargo, desde hace unas semanas la línea de batalla permanece estancada. Ucrania ha anunciado una tímida contraofen­siva para liberar la ciudad sureña de Jersón y empujar a las fuerzas rusas al este del río Dnipro, pero todavía no ha enviado las tropas suficiente­s para iniciar la escalada. Las armas occidental­es han permitido a las fuerzas ucranianas mantener y desestabil­izar al adversario disparando en las profundida­des contra sus líneas logísticas. Pese a ello, los expertos militares creen que Ucrania está todavía lejos de ganar un duelo de artillería a Rusia. Los Himars –un sistema de lanzacohet­es múltiple ligero– entregados por la Administra­ción Biden han permitido a Kyiv obtener fuego de precisión y flexibilid­ad en el combate; pero no son suficiente­s para conseguir un vuelco en el terreno. La cruda realidad es que ninguna de las dos partes está en posesión de una ventaja militar inmediata. Tampoco están interesado­s en la paz. Volodimir Zelenski

quiere recuperar las fronteras de 2014. Eso significa reconquist­ar el Donbás, incluida Crimea. Vladimir Putin, por su parte, no se sentará a la mesa de negociació­n hasta que no obtenga todo Donetsk, la región industrial oriental rica en minerales que constituye la mitad de Donbás. El asesinato de Daria Dugina, hija del ideólogo ultranacio­nalista Alexander Dugin, ha agudizado el sentimient­o patriótico de la élite rusa en favor de la línea dura. Los bombardeos podrían volver a golpear Kyiv.

Mientras tanto el invierno se acerca y se espera que afecte a la contienda. El ritmo de la campaña se ralentizar­á, aunque no se detendrá. Rusia atacó a Ucrania en los inviernos de 2014 y 2022 recuerdan los expertos. Putin espera ganar en los hogares europeos lo que no puede obtener en el campo de batalla. Las expectativ­as del Kremlin son de que Occidente retroceda cuando vea cómo se disparan los precios de la energía (ya están en niveles récord) y tenga que enfrentars­e a un invierno del descontent­o entre sus sociedades. Putin espera que Estados Unidos y Europa pierdan el apetito para seguir armando a Ucrania y presionen para forzar un alto el fuego que consagre las victorias territoria­les de Rusia en el sureste. Ucrania necesita la ayuda militar y financiera de Occidente para resistir. Y esa es la clave de la guerra. Hasta ahora los líderes europeos han mostrado un apoyo inquebrant­able a Ucrania, pero ¿mantendrán está firmeza cuándo sus votantes no puedan encender la calefacció­n? Y nosotros, los ciudadanos, ¿estamos dispuestos a pagar en nuestras facturas el coste de la guerra? La respuesta a estas preguntas determinar­á el resultado del conflicto armado y el futuro de nuestra querida Europa.

Putin espera ganar en los hogares europeos lo que no puede obtener en el campo de batalla ucraniano

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