Alarma: inflación de tres dígitos
ElEl dinero comienza a ser papel mojado en Argentina. Es lo que tiene elegir a los secuaces de Cristina Fernández de Kirchner, pero también el impacto de los desequilibrios de un país donde la provincia de Buenos Buenos Aires absorbe casi todo. Como los subsidios al transporte, que se derivan en un 93% a la gran metrópoli, mientras el 7% restante se distribuye al interior del país. Todo apunta a una megacrisis, agudizada por la insolvencia del Gobierno. Los precios promediaron un alza del 7,4% el pasado julio, algo nunca visto desde abril de 2002. La inflación interanual transita por el 71% y ya se vislumbra un cierre de año al 90% en el mejor de los escenarios, muy por encima del rango de 52-62% proyectado por la Casa Rosada.
Porque en el peor, según una opinión cada vez más generalizada entre los economistas argentinos, podría alcanzar los tres dígitos, la cifra más alta desde la hiperinflación de hace 30 años. El alza acumulada de los precios en los primeros siete meses del año es ya del 46,2%, así que la tendencia es autodestructiva al ser este lastre el peor indicador para los más desfavorecidos.
El llamado «impuesto a los pobres» lo es también a una clase media siempre amenazada en el país austral, donde ocho de cada diez argentinos ya han cambiado sus hábitos de consumo para adaptarse a la pérdida de poder adquisitivo. Un 52,7% de estos hizo recortes severos al observar como de cada 100 pesos, 71 se iban por el desagüe en julio, sin valor alguno. En medio de la tensión política, el valor del dólar gringo en el mercado paralelo alcanza en buena lógica niveles récord. Si el peso deja de valer, solo el dólar o el euro sirven de guarida.
Con estas perspectivas, el 37,7% de los hogares tuvo que empezar a buscar más promociones y descuentos; el 29,3% optó por consumir menos que antes; el 20,5% decidió pasarse a segundas marcas, según leo en «La Nación». Seguimos con el recuento: el 48% de los argentinos tuvo que dejar de pagar las facturas, algo muy grave para la economía de cualquier país, y el 46% tuvo que pedir dinero prestado para afrontar los gastos ordinarios. Un panorama desolador que ya se veía venir desde el regreso «kirchnerista».