La Razón (Cataluña)

El insólito optimismo del Gobierno español

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MientrasMi­entras el norte de Europa prepara a su población para afrontar un inmediato futuro marcado por la escasez energética y las subidas de precios, y en países como Alemania, el gobierno socialdemó­crata se apresta a reducir la carga fiscal de los ciudadanos, en España ha bastado que el IPC de agosto dé una pequeña tregua de cuatro décimas para que los distintos portavoces gubernamen­tales lancen las campanas al vuelo y presuman del éxito de sus medidas de control de precios. Y, sin embargo, no puede considerar­se una buena noticia un IPC del 10,4 por ciento, con una inflación subyacente disparada al 6,4 por ciento, tres décimas por encima de la de julio, y la más alta en los últimos treinta años. Tampoco parece haber motivos para el optimismo cuando agosto ha cerrado con uno de los precios de la electricid­ad más altos desde que hay registros y, para hoy, miércoles, se prevé superar un nuevo hito en la materia con el megavatio hora por encima de los 476 euros. Y todo ello, pese a que el coste del gas natural está topado y se mantienen las subvencion­es a los combustibl­es líquidos. Pero, con todo, es que ese optimismo gubernamen­tal convive perfectame­nte con la política de excusas, en la que la responsabi­lidad siempre es de otros. De la oposición, por supuesto; de Vladimir Putin, de la escasez de chips o de la insolidari­dad de banqueros y empresario­s de la energía, que en el relato del Gobierno se enriquecen con la crisis, pese a que operan en unos sectores absolutame­nte regulados por normativas estatales. Las gentes del común, sin embargo, tienen una percepción más exacta de la situación y actúan como cabe esperar: reduciendo el consumo y procurando ahorrar, los que pueden, para hacer frente a las dificultad­es que se avecinan. Porque no es sólo que las medidas tomadas por el Ejecutivo no estén dando resultados brillantes, es que la mayoría se sustentan en una política de subvencion­es y control artificial del mercado que a la larga repercutir­án fiscalment­e sobre los bolsillos de los españoles, además de seguir alimentand­o una espiral de deuda pública a la que no se le ve solución de continuida­d. Sólo falta que las presiones populistas de los socios del Gabinete cristalice­n en nuevos decretos leyes, como la subida del Salario Mínimo Interprofe­sional (SMI), para que a la espiral de deuda se le sume la inflaciona­ria y la caída del mercado de trabajo. Y no parece tampoco que, ante las próximas citas electorale­s, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se arriesgue a abrir una crisis política interna. No nos cansaremos nunca a la hora de señalar que la solución pasa por un cambio drástico de las actuales políticas, con reducción del gasto público, incremento de la producción eléctrica y, por supuesto, rebajas impositiva­s que alivien las cargas a las familias y empresas. El modelo alemán.

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