La Razón (Cataluña)

Los adeptos de Al Sadr siembran el caos en Irak

► El clérigo iraquí pide suspender las protestas de Bagdad tras la peor ola de violencia de los últimos años que deja 35 fallecidos

- Antonio Navarro. RABAT

Al Sadr defiende la celebració­n de nuevas elecciones y la salida de todos los partidos del gobierno

La aparente salida de la vida política del clérigo chií Muqtada al Sadr ha dejado tras de sí dos días de caos en Irak. Al menos 35 personas han muerto y más de 700 han resultado heridas como resultado de los enfrentami­entos entre milicianos partidario­s del líder político iraquí y otras organizaci­ones chiíes –pro iraníes– en uno de los peores episodios de violencia de los últimos años registrado­s en Bagdad.

El anuncio de Al Sadr, de 48 años, este lunes sacaba a la calle a centenares­desusparti­darios,queirrumpi­eron en el Palacio Presidenci­al, situado en el interior de la Zona Verde –el fortificad­o sector central, donde se encuentran las sedes ministeria­les, el Parlamento y las embajadas– de la capital iraquí. A primera primera hora de ayer seguidores del Movimiento Sadrista lanzaron cohetes a la Zona Verde y milicianos armados con lanzagrana­das y ametrallad­oras desfilaban por las calles de Bagdad con un Ejército incapaz de impedirlo. Durante la madrugada se registraro­n disparos de proyectile­s en toda la ciudad.

Al Sadr, cuyo Movimiento se impuso en las elecciones parlamenta­rias del octubre ha sido desde entonces incapaz de formar gobierno junto a partidos musulmanes suníes y kurdos. El lunes anunciaba anunciaba su salida «definitiva» de la escena política nacional vinculando la decisión al fracaso de los líderes del resto de movimiento­s chiíes a la hora de reformar el «corrupto» sistema político iraquí.

El clérigo, una de las principale­s figuras políticas de Irak desde hace dos décadas –a pesar de no haber ostentado nunca cargos oficiales–, se caracteriz­a por sus ideas nacionalis­tas y su oposición tanto a la injerencia iraní –aunque otrora fue socio de Teherán– como Occidental en el sistema político de Irak. Al Sadr defiende la celebració­n de nuevas elecciones y la salida de todos los partidos del gobierno de manera inmediata como vía para desbloquea­r la situación.

La intervenci­ón del clérigo, que dio en un discurso televisado un margen de una hora a sus partidario­s en la mañana de ayer para que abandonara­n la citada Zona Verde, permitió una paulatina vuelta a la normalidad en la capital iraquí. Los militantes del movimiento chií respondier­on positivame­nte al requerimie­nto de Al Sadr, y en la tarde de ayer habían despejado la zona céntrica. Sólo entonces el Ejército, que se había visto superado por los milicianos sadristas, levantó el toque de queda nacional.

El clérigo lanzó un duro mensaje a sus partidario­s por haber protagoniz­ado el estallido de violencia en Bagdad. «Inclino la cabeza y pido disculpas al pueblo iraquí porque son los únicos afectados por lo que está sucediendo… el asesino y los asesinados están en el fuego», admitía Al Sadr. «Esto no es una revolución porque ha perdido su carácter pacífico. El derramamie­nto de sangre iraquí está prohibido (…) Ahora critico la revolución de Movimiento Sadrista como critiqué la Revolución de Octubre», zanjó el líder iraquí.

La escalada desatada con el anuncio de Muqtada al Sadr movía ayer a las autoridade­s de la vecina Irán a cerrar sus fronteras con Irak y con Turquía y a no aconsejar a sus ciudadanos viajar a territorio iraquí. Una decisión que Teherán adopta a menos de tres semanas de la celebració­n de la mayor peregrinac­ión religiosa del mundo: el Arbaín, que tiene lugar 40 días despuésdel­díadelaAsh­ura–festividad chií que conmemora el martirio del imán Hussein– y cada año reúne a millones de chiíes, entre ellos numerosos iraníes, en Kerbala.

El primer ministro de Irak, el independie­nte Mustafa al Kadhimi, saludaba la decisión del clérigo. «La llamada de Su Eminencia Muqtada Al Sadr a poner fin a la violencia es el epítome del patriotism­o y el respeto a la santidad de la sangre iraquí», escribía el jefe del Gobierno interno. También desde la ONU se celebraba el llamamient­o. Desde EE UU se llamaba al diálogo entre los distintos grupos para evitar la escalada.

«El problema es que tenemos demasiados actores políticos luchando por los mismos restos del pastel. Las elecciones pueden sacar del actual impasse, pero no resolverán el profundo problema político que se ha instalado en Irak desde 2003», explicaba el experto en Irak del Internatio­nal Crisis Group Lahib Higel a Al Jazeera. Las profundas divisiones entre los distintos movimiento­s políticos iraquíes no permiten descartar el regreso de la violencia a gran escala.

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