De pistolas y políticos
► En España tenemos experiencia encañonando a políticos. Si nos hubieran dado el día libre por cada intento de atentado a un político en España, no hubiéramos trabajado en una década
DuranteDurante un segundo, o quizás fuera menos tiempo, Cristina Fernández de Kirchner sigue sonriendo ante el cañón de la pistola de su asaltante. Queda un momento allí, ante la mano que empuña el arma, en una pose de hierática poupée del peronismo y ese trance se hace largo. Después, el arma encasquillada y un sobresalto discreto, un poco como cuando se derrama un café. Media Argentina cree que la vicepresidenta se ha inventado el intento de asesinato y otra que la ha querido matar la oposición. Quitarle un voto a un político puede dolerle más que quitarle la vida y también es cierto que algunos gobernantes que mienten tanto que uno ya no les cree ni los magnicidios.
Las condiciones del suceso propician la carnaza de los conspiranoicos. Las probabilidades de que una vicepresidenta sea encañonada por un pirado brasileño en la cara de sus guardaespaldas y que siga por la calle tirándose selfies con la gente es muy poca, pero existe. Yo mismo me choqué de cara con Mijail Gorbachov, muerto reciente. Estábamos en Berlín y caía un aguacero de mil demonios. Junto a la puerta Brandemburgo, yo salía de robar un paraguas en el Hotel Adlon y me vi entre militares alemanes dándome de frente con «Gorby».
Uno sospecha de las tragedias que terminan por favorecer a la víctima. El atentado contra la Kirchner, que afortunadamente no se consuma, la dota de un halo sobrenatural del que no gozaba hasta ahora. La vicepresidenta se ha convertido en una adveración de sí misma, una mártir sin llegar a serlo y al verla, va la gente clavándose de rodillas como el novillero Isaac Fonseca, que se hizo torero para comprarle una lavadora a su abuela mexicana. Lo que sucede en el atentado, y eso es lo que lo hace tan sospechoso, es que se utiliza políticamente para igualar los procesos judiciales por corrupción que están abiertos contra la víctima con el presunto magnicida. La jugada política consiste en que los fiscales que la persiguen aparecen de facto empuñando la pistola. En adelante, todo el que disiente de ella está provocando su muerte. Estamos en el quicio del autoritarismo y de los autogolpes.
Me quiere sonar de cuando en la campaña a las autonómicas, algún miserable zumbado enviaba balas a los ministerios y en los mítines de la izquierda se decía que si ganaba la derecha, los españoles estaban en peligro de muerte. No es que fuera a ganar el partido al que uno no vota; es que le iban a volar la cabeza. Luego esto decayó rápidamente, pero en España, el peronismo de aquí, se da la asimetría de que, mientras se acerca a Txapote a las cárceles vascas y se abre «un nuevo tiempo de paz» con la izquierda abertzale, se muestra la izquierda verdaderamente concernida por la polarización política y el discurso de odio en Argentina. El esquema consigue que la crítica al Gobierno se considera de manera automática como un intento de derrocarlo, si no de terminar con la vida de sus miembros. Los mayores ataques al estado de Derecho y al marco democrático, las mayores erosiones a la democracia se anclan en el intento de defender esa misma democracia.
En España tenemos experiencia encañonando a políticos. Si nos hubieran dado el día libre por cada intento de atentado a un político en España, no hubiéramos trabajado en una década. Ahora no recuerdo si al día siguiente del coche bomba contra Aznar tuvimos vacaciones.
La vicepresidenta se ha convertido en una adveración de sí misma, una mártir sin llegar a serlo