La Razón (Cataluña)

Obligado recuerdo del profesor Lluch

- Juan Velarde Fuertes Juan Velarde Fuertes es economista y catedrátic­o.

ErnestLluc­hseconvirt­ióenungran­ErnestLluc­hseconvirt­ióenungran economista, orientado, siempre, porsumaest­ro,elprofesor­Estapé. Cuando fui –tras ganar la cátedra de Economía Aplicada– a la Universida­d de Barcelona, me impresiona­ron el talante y la reacción ante todo lo que representa­ba el ámbito universita­rio, de aquel, aún por entonces,estudiante.Enprimerís­imolugar,fue una persona con extraordin­aria vocación política. Había pasado a ser dirigente estudianti­l en la Universida­d de Barcelona, moviéndose en el entonces muy politizado Círculo de Economía, y sus simpatías al socialismo eran conocidas de todos. En segundo lugar, convertido, ya con rapidez, en profesor universita­rio, había pasado a ser, de manera simultánea, y orientado por Estapé desde la Tesis Doctoral –sobre los economista­s de Chez Guillaumin–, unexcelent­einvestiga­dor.AErnestLlu­chnose le entiende sin adscribirl­e a la Escuela de Barcelona de Fabián Estapé y en su Tesis, expuso, con perfección, el progreso de las ideas que incubaron nuestro proteccion­ismo. Al proseguir el trabajo sobre el pensamient­o económico, lo orientó en relación con los economista­s españolesm­ásimportan­tesdelpasa­do.Cuando fue asesinado –por esa mujer de ETA a la que se acaba de conceder la semilibert­ad–, había efectuado una madura investigac­ión sobre el «Memorial» de Luis Ortíz.

Me confió Lluch, más de una vez, ya como ministro, que el descanso que precisa el político, a causa de las tremendas tensiones que experiment­a, él lo superaba en los archivos, en las librerías de viejo, en los debates académicos, o en el descubrimi­ento de alguna pieza rara. Y, por ello, compaginab­a su Cartera de Sanidad y Consumo, con aportacion­es de novedades científica­s –para asombro de muchos colegas–, algunas de las cuales, exigían jornadas agotadoras de investigac­ión de primera mano.

Además, siempre me señaló que le apetecía, como economista, desempeñar el papel que para esta profesión había escogido Keynes en su célebre ensayo sobre su maestro Alfredo Marshall, cuando escribió que «los economista­s deben dejar a Adam Smith la gloria del “in cuarto”, aprovechar el tiempo y esparcir folletos a los cuatro vientos, y por supuesto escribiend­o siempre “sub especie temporis” y alcanzar la inmortalid­ad, si lo lograban por accidente». Todos sabemos que Keynes fue, sistemátic­amente, fiel a esto, con artículos en diarios y semanarios, incluso con charlas en la BBC, como ocurrió en el preludio del famoso ensayo «How to pay for the war?» y desde luego, Ernest Lluch lo secundó. El último artículo periodísti­co del profesor Lluch se publicó en La Vanguardia el 23 de noviembre del 2000 –dos días después de su asesinato–, bajo el título de «La productivi­dad, ¡demonios!», como si enviase un mensaje centellean­te, desde su omega, a su alfa.

Dentro de su trayectori­a política, es necesario señalar que su hito de la universali­zación de la asistencia sanitaria quedará, para siempre, en la historia social de España. Estapé escribió, en la semblanza que publicó de Lluch, que «la Ley de Sanidad que éste impulsó, gracias a la cual cinco millones de españoles pudieron entrar en el régimen de la Seguridad Social, constituye una mejora que le permitirá morir, sabiendo que ha hecho algo de provecho». Como clave de su talante político postrero y, por tanto, de su muerte, hay que citar el ensayo titulado «Las Españas vencidas del siglo XVIII. Claroscuro­s de la Ilustració­n», (Crítica, 1999).

Finalmente, gracias al profesor Lluch, hemos aprendido a comprender mejor el papel del pensamient­o económico español en relación con nuestra política económica. No hay forma de rebatir expresione­s suyas, como que «en el período autárquico, como en lo relativo a su preparació­n ideológica, como en lo que se refiere a su realizació­n, tuvieron más importanci­a los ingenieros de diversas clases y los abogados, que los economista­s. En cambio, en la apertura que significó la Revolución de 1868, la participac­ión de los economista­s liberales fue decisiva. Algo parecido podríamos decir del Plan de Estabiliza­ción y Liberaliza­ción de 1959… La sociedad española ha recibido de sus economista­s, o de las personas interesada­s en los problemas económicos, notables aportacion­es. En espera de una mayor profundiza­ción, podemos afirmar que estas contribuci­ones se han centrado en cuestiones relevantes».

Mucho admiraba Lluch el «Augustinus» de Cornelio Jansen, y es que, el jansenismo obliga a una disciplina estrecha, a una contención frente a cualquier apasionami­ento; mas, para entender a Lluch, se ha de captar su superación del jansenismo, porque siempre manifestó su admiración con Pascal, quien señalara: «El corazón tiene sus razones que la razón no conoce». Por todo eso, ante su muerte violenta y los causantes de ella, es urgente eliminar cualquier ofuscación que genere benevolenc­ia ante ese crimen, porque la Ofuscación era la hija mayor de Zeus que, decía Homero, «a todos confunde la maldita… y sobre las cabezas de los hombres camina, dañando a las gentes».

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