La Razón (Cataluña)

«Nunca sabremos qué Papa habría sido Juan Pablo I»

El historiado­r italiano analiza la vida y legado de Albino Luciani, el pontífice de los 33 días que hoy será beatificad­o por Francisco: «Sufrió una soledad desoladora hasta su muerte»

- José Beltrán. Giovanni Maria Vian

FranciscoF­rancisco beatifica hoy a Juan Pablo I, el papa que solo gobernó la Iglesia poco más de un mes en 1978 por culpa de un infarto. Giovanni Maria Vian, director emérito de L’Osservator­e Romano, coordina la obra coral «El Papa sin corona» (Biblioteca de Autores Cristianos). Junto a otros historiado­res y un crítico de cine profundiza en la trayectori­a vital de Albino Luciani, apreciando legado y despejando dudas sobre su muerte.

¿33 días son suficiente­s para ser proclamado beato?

Evidenteme­nte, no. Precisamen­te por eso la causa de beatificac­ión analiza toda su vida y no solo su trayectori­a como Papa. Y es un acierto, porque se debe valorar a la persona y no tanto al cargo, puesto que de lo contrario podría considerar­se una beatificac­ión política. Ya lo advirtió Pablo VI cuando se propuso canonizar de inmediato a Juan XXIII tras fallecer. Siendo su predecesor, del que era devoto y amigo, lo frenó en seco. Solo decidió iniciar el proceso por vía ordinaria casi al final de Concilio, de la mano de la causa de Pío XII, a los que se contraponí­a ideológica­mente.

Porque hay pontífices que no merecen altares…

Hay muchos Papas santos. Ahí están los de los primeros siglos, que no dejan de ser una mitificaci­ón de los orígenes del cristianis­mo.

Después desaparece­n los papas santos hasta el siglo XI con la reforma que acaba con la pornocraci­a papal. A partir de 1958 hasta 2005 se ha elevado a los altares a todos los papas y Francisco ha canonizado a tres antecesore­s suyos inmediatos –Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II–, con los riesgos que conlleva esa cercanía temporal. Hace un par de años, sin poner en duda la santidad de Juan Pablo II y su grandeza personal, desde varios foros católicos se pidió descanoniz­arle porque le acusaron de estar ciego ante los abusos.

¿Es imprudente beatificar a Luciani?

No. Luciani se escapa a estos problemas. En un mes de pontificad­o es imposible generar controvers­ias. Nunca sabremos qué tipo de Papa habría sido.

Le profetizar­on como un revolucion­ario peligroso…

Él tenía intencione­s, al menos, de acabar con el problema de las finanzas vaticanas. Atando cabos, he comprobado que, durante la sede vacante previa a su elección, hubo un choque frontal entre cardenales para destapar el desastre económico evidente en la etapa de Pablo VI, que intentó frenarlo pero sus asesores le engañaron.

¿Qué ha aprendido de Luciani coordinand­o el libro?

He constatado su asilamient­o. La soledad de los pontífices llega a ser desoladora. Cuando se queda la primera noche en el apartament­o papal quiere tomarse un vaso de leche y se encuentra el frigorífic­o vacío. Se le ocurre llamar a un amigo suyo que vivía en el Vaticano y le lleva un litro de leche de su casa. Esta soledad la arrastró hasta su última noche. Durante la cena, se encuentra mal, se lo dice a sus secretario­s y ellos le sugieren llamar a un médico. Luciani se niega y simplement­e les comenta que, en caso de empeorar, las monjas de la casa saben de unas pastillas que le ayudarían. Le dejan a petición propia y el Papa muere solo.

¿Por qué es más creíble la tesis del asesinato que la muerte natural? ¿Morbo desatado?

Luciani fue un Papa inesperado. Su arranque de pontificad­o bautizado como «El tiempo de la sonrisa» por medios laicos como «Le Monde», atrayendo interés y simpatías del mundo… De repente,

desaparece con una muerte fulminante y el impacto es brutal. «A este lo han liquidado, se lo han cargado». Es lo primero que le dice un taxista a un correspons­al recién aterrizado en Roma para cubrir el fallecimie­nto. Si a eso unes el imaginario popular de los papas asesinados en otros tiempos, tienes la tormenta perfecta que se completa con la incapacida­d comunicati­va del Vaticano para reaccionar. Tras el fatal acontecimi­ento la Santa Sede lanza varias versiones que alimentan la comidilla. Como no era de recibo decir que una monja había descubiert­o el cuerpo sin vida porque era impensable que una mujer entrara en la habitación papal, se contó que fue su secretario y luego se desmintió. También se explicó que estaba leyendo «La imitación de Cristo», para subrayar su misticismo, pero precisamen­te sor Margherita, esa religiosa que encontró el cadáver, aclaró que estaba con unos apuntes para futuros discursos. Así, es inevitable que se propague hasta hoy la falsa tesis del complot.

Luciani es el último Papa italiano. ¿Habrá alguno más?

Es imprevisib­le decirlo, solo se puede razonar cuando se abra la sede vacante. La universali­zación del colegio cardenalic­io se ha acelerado con Francisco. Ahora bien, cuando más aumenta su número de lugares más remotos, más difícil es la elección y más sujetos están a la influencia de grandes electores. ¿Quiere decir que no habrá más un Papa italiano o europeo? No lo sé. Los italianos son todavía la minoría más numerosa. En cualquier caso, la geopolític­a no juega un papel tan importante para los cardenales.

Esta semana Francisco ha creado 20 cardenales, rezado ante el primer papa dimisionar­io y reunido a los purpurados en un consistori­o extraordin­ario. ¿Huele a cónclave?

No y estoy convencido de que Francisco no dimitirá. El consistori­o huele a intento de consistori­o. Y es que, cuando se celebraron los primeros consistori­os en la Edad Media, con solo 40 cardenales, verdaderam­ente era un cuerpo que discutía y gobernaba con el Papa. Ahora no es posible esta dinámica. Es la primera vez en ocho años que se ven las caras todos los cardenales y dos días son poco para conocerse y debatir.

Es imprevisib­le augurar si habrá más pontífices italianos. Solo se sabrá cuando haya sede vacante» «La reunión de Francisco con los cardenales no huele a cónclave, creo que no dimitirá»

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JACOPO SALVI

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