La Razón (Cataluña)

La luna tendrá que esperar: se aplaza la misión Artemis 1

La NASA suspendió ayer de nuevo el lanzamient­o de esta misión especial por una fuga de combustibl­e

- Ignacio Crespo.

AyerAyer habría dado comienzo la última gran aventura de la humanidad, pero, una vez más, Artemis 1 ha visto aplazado su lanzamient­o. La NASA anunciaba apenas horas antes de su arranque la suspensión de la misión especial no tripulada a la Luna debido a una fuga de combustibl­e. Es la segunda vez que se cancela el lanzamient­o tras registrar problemas en un motor el pasado lunes. Cuando finalmente ocurra, será nuestro primer paso para volver a poner los pies sobre nuestro blanquecin­o satélite, una vez más, de mano de la NASA. Ha pasado mucho tiempo desde que un ser humano caminó sobre la Luna, aunque, tal vez, no tanto como estás pensando. Muchas personas creen que Neil Armstrong y Buzz Aldrin fueron los primeros y los últimos en caminar sobre el regolito lunar, pero eso es una verdad a medias. A medias, porque si bien sí eran los primeros, no fueron los últimos, ni mucho menos. Tras ellos vinieron otras 10 personas que dejaron sus huellas en el polvorient­o suelo de nuestro satélite. El último fue Harrison H. Schmitt en diciembre de 1972, hace casi 50 años. De repente, la famosa pregunta de «¿si realmente llegamos a la luna en 1969, por qué no hemos vuelto?» pierde el poco sentido que pudiera tener. Claro que volvimos, es más, si tenemos en cuenta las misiones no tripuladas el ridículo se vuelve incluso mayor, porque, al incluirlas, la lista de misiones lunares crece enormement­e.

La pregunta, por lo tanto, no es «por qué no hemos vuelto», sino «por qué dejamos de mandar a seres humanos». Las razones son muchas, pero podríamos resumirlas en que, cuando se decide mandar personas al espacio, hay que sopesar tres grandes puntos: el beneficio extra que puedan proporcion­ar y que no está al alcance de una misión tripulada, el sobrecoste que implicaría ese beneficio extra y, por supuesto, el riesgo que correrían los tripulante­s, que, en cierto modo, también es un coste. Por supuesto, a esto hay que sumar otro apartado sin el cual nada de lo anterior sería discutible: ¿podemos hacerlo? Por ejemplo, sabemos que todavía no podemos enviar astronauta­s a Europa, la luna de Júpiter, por lo que no tiene sentido plantearse nada más. Pero, volviendo al caso de la Luna, podríamos decir que, una vez pasados los coletazos de la Guerra Fría, los riesgos, costes y beneficios de enviar misiones tripuladas a la Luna se volvieron menos favorables. Ya no hacían falta héroes, o al menos no héroes espaciales, y las historias podían permitirse perder fuerza siendo protagoniz­adas por robots a control remoto. Sabiendo todo esto, una nueva pregunta brota en nuestra mente: «y entonces… ¿para qué volvemos?».

Apolo 17 regresó a la Tierra el 19 de diciembre de 1972. Casi 50 años después, Artemis 1 parece que recogerá el testigo de aquellas icónicas misiones. Porque, si bien es cierto que a bordo de la nave Orión de esta misión Artemis 1 no hay humanos, sí lleva tres maniquíes. No es una simple cuestión estética, sino que estos muñecos transporta­rán todo tipo de sensores para detectar las condicione­s físicas a las que son sometidos durante el viaje y, así, asegurarse de que Orión es segura para enviar humanos a la Luna, algo que ocurrirá en las futuras misiones Artemis, que tendrán lugar durante los próximos años. Para tener una visión general de las misiones Artemis, debemos saber que esta primera no tripulada sobrevolar­á la Luna, pero no aterrizará. Lo mismo hará Artemis 2, posiblemen­te durante 2024, momento en que volverá a sobrevolar nuestro satélite, pero esta vez con humanos a bordo. Finalmente, se espera que Artemis 3 pueda, por fin, volver a poner personas en la Luna, aunque, si vamos un poco más allá, descubrire­mos que parte de este proyecto busca desarrolla­r una estación espacial que orbite la Luna bajo el nombre de Gateway.

Más barato y seguro

Por supuesto, enviar tecnología es más barato, más seguro, y lo poco que todavía no pueden hacer, con suerte, será resuelto en unos años. No obstante, sin tener en cuenta todo esto (y, en realidad, mucho más), no podemos siquiera tratar de responder a esa pregunta de «¿para qué volver a enviar humanos?», porque cada misión tiene sus propias metas y, en conjunto, podemos ver que reúnen varios objetivos, algunos con gran potencial científico y tecnológic­o, como la estación espacial lunar. En cualquier caso, hemos de reconocer que estas misiones Artemis han sido duramente criticadas por ha

Artemis 1 parece recoger el testigo del icónico Apolo 17, que volvió a la Tierra en diciembre de 1972

ber nacido más como un proyecto político que para satisfacer las necesidade­s de la exploració­n espacial. Por supuesto, siempre podemos escudarnos en el valor que tienen estas historias de humanos cabalgando amasijos de metal por el indómito espacio, llaneros cósmicos que empastan bien con los cuentos del lejano Oeste sobre los que se erige Estados Unidos. La soledad de las infinitas praderas americanas es sustituida por la ilimitada negrura del universo y el resto de la historia se escribe sola.

No podemos negar que es un avance. Podría haber otros más interesant­es (o quizá no), pero para hacer posible la misión Artemis 1 ha hecho falta desarrolla­r nueva tecnología y superar retos que, con toda seguridad, nos ayudarán a abrir puertas muy interesant­es en un futuro reciente. Por eso conviene recordar en qué consiste esta última aventura espacial. En unos días, un cohete SLS despegará de la rampa 39B del Centro Espacial Kennedy, en Florida (hasta la fecha, el sistema de propulsión más potente del mercado). Aparte de diez pequeños satélites, el cohete propulsará la nave Orión, donde viaja el comandante Campos, Helga y Zohar, esos tres maniquíes.

Tras el despegue, la nave deberá estabiliza­rse en una órbita alrededor de nuestro planeta, en parte, para dejar los satélites que lleva consigo. Una vez conseguido, la misión se encaminará a la Luna, que se encuentra a unos 380.000 kilómetros de nuestro planeta, una distancia que tardará seis días en recorrer. Si todo sigue el plan esperado, Orión orbitará nuestro satélite en sentido contrario a la rotación de la propia Luna, a unos 64.000 kilómetros de la superficie lunar (aunque en sus maniobras llegará a pasar a apenas 100 kilómetros de la superficie) y dará cinco vueltas en torno a ella.

Veintitrés días después de abandonar la Tierra, Artemis 1 emprenderá su camino de vuelta y 42 días tras el lanzamient­o, ya en octubre, caerá en el Océano Pacífico, a unos kilómetros de la costa de California. Los experiment­os que lleva la misión son menores y no se espera que cambien nuestra manera de entender la ciencia, pero es que Artemis 1 parece tener otro propósito. Es ese primer paso de un viaje de mil millas el que pondrá en marcha todo para que, en unos años, tengamos, con suerte, nuestra primera estación espacial en torno a otro cuerpo astronómic­o. Así que, aunque solo sea por eso, seguiremos paso a paso los dos millones de kilómetros que recorrerá Artemis 1.

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EFE A bordo de la nave Orión de esta misión Artemis 1 no hay humanos, pero sí lleva tres maniquíes
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