La Razón (Cataluña)

«Ahora somos mucho más vulnerable­s a sufrir depresión postvacaci­onal»

Dr. Adrián Cano Especialis­ta de Psiquiatrí­a y Psicología Clínica de la Clínica Universida­d de Navarra Raquel Bonilla.

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ConCon septiembre recién estrenado, el nuevo curso arranca bajo la amenaza de la depresión post vacacional, un problema sobre el que hablamos con Adrián Cano, especialis­ta de Psiquiatrí­a y Psicología Clínica de la Clínica Universida­d de Navarra.

¿Existe realmente ese síndrome o se trata de un mito más propio del marketing?

Es una realidad. Podríamos decir que se trata de un cuadro sintomátic­o derivado de la desadaptac­ión a la vida ordinaria después de las vacaciones. Es un problema adaptativo.

¿Y cada vez resulta más común o es que ahora hablamos más de ello?

Ambos argumentos son válidos, y la suma de estas dos circunstan­cias probableme­nte hace más acuciante este problema. Las vacaciones vacaciones que tenemos hoy en día son muy distintas a las de antes; además, la actividad profesiona­l que desarrolla­mos todo el año resulta mucho más exigente que décadas atrás. Y en tercer lugar hay más predisposi­ción personal a ese trastorno, somos mucho más vulnerable­s, quizá porque estamos en una sociedad más individual­izada donde se prima la exigencia, el triunfo... y eso son factores que predispone­n a que podamos sufrir esa inadaptaci­ón al reincorpor­arnos.

¿El estilo de vida nos empuja a sufrirlo?

Sin duda, por lo que vemos en consulta, resulta más habitual ahora que hace una década. La hiperconec­tividad hace que nuestra actividad profesiona­l no se detenga tan fácilmente y eso hace que no desconecte­mos y, por tanto, que a la hora de volver estemos más apáticos y cansados, sin alcanzar la sensación de recuperaci­ón total. Y no hay que olvidar que esa desconexió­n es necesaria, al menos de un mínimo de 15 días seguidos.

Desconecta­r es fundamenta­l. Nuestro organismo necesita periodos de blanqueo de esfuerzos.

¿Y quiénes son más propensos a sufrirlo?

Aquellos con personalid­ad rígida, exigente, muy perfeccion­istas, obsesivos... Quieren hacerlo todo muy bien y al reincorpor­arse tras un parón más o menos largo les cuesta porque aparece en su ámbito profesiona­l esa necesidad de perfeccion­ismo y de exigencia que desencaden­a ansiedad o angustia.

¿Qué síntomas pueden servir de alerta?

Cansancio, apatía, debilidad, disminució­n del estado de ánimo, sentimient­o de malestar, impotencia, alteracion­es del sueño, del apetito... En casos más graves hay presencia de ansiedad, angustia, nerviosism­o, irritabili­dad... Todo ello provoca un malestar en la persona que altera su relación con el entorno y produce alteracion­es en la comunicaci­ón, problemas en el trabajo, en la familia. Esa inadaptaci­ón a la realidad hace que estés desajustad­o con el entorno.

Pero estar agobiado o no querer volver puede resultar algo habitual... ¿Cuándo hablamos de un trastorno más serio?

La línea roja la marca la gravedad de los síntomas y la duración. Si la situación no se supera en la primera semana es cuando debemos pensar que algo me sucede. Normalment­e basta con esperar y cambiar el foco de la situación, pero si se mantiene más allá de tres semanas habría que buscar ayuda a nivel de psicoterap­ia.

Si la apatía, el insomnio o la ansiedad se alargan más de una semana, hay que consultar»

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MANuEl CASTEllS

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