La Razón (Cataluña)

Mbappé era Vinicius

► El brasileño tiene la cabeza razonablem­ente amueblada y sus virtudes, con 22 añitos, le convierten en un más que seguro futuro Balón de Oro

- Eduardo Inda

Sus problemas de falta de puntería los resolvió al estilo de Drazen Petrovic»

CorríaCorr­ía el minuto 33 de la primera parte del Real Madrid-Betis cuando Vinicius jr. recibió una asistencia en esa banda izquierda en la que es el auténtico rey. Un buen balón, pero demasiado potente, tan potente que los 68.000 espectador­es dimos por hecho que no lo alcanzaría. Pero su velocidad y su afán son tales que acabó controland­o el esférico dejando boquiabier­tos a los rivales. La jugada quedó en nada porque no había en el área un solo compañero para recibir, pero el esprint fue tan sobrenatur­al que recibió una sonora ovación. Fue como el Raúl de los mejores tiempos, que jamás daba por perdida una oportunida­d por imposible que pareciera. Corría, corría y corría como si no hubiera un mañana poniendo raza y talento donde el físico no llegaba. La diferencia entre Vini y el mítico 7 es que mientras el uno alcanza una velocidad punta de 38,5 kilómetros por hora –solo superado entre los futbolista­s profesiona­les por los 39,2 de Mbappé–, el otro apenas estaba en los 31 ó 32.

El debate de los últimos años en el fútbol español en general y en la órbita madridista en particular fue el fichaje de Mbappé que acabó degenerand­o en no fichaje. La cosa estaba tan caliente, más que nada porque tal y como se ha contado hasta la saciedad el chaval había dado su palabra a la Casa Blanca, que el parisino se convirtió en un jugador más de la plantilla en el imaginario colectivo. Lo mismo que sucedió con Cristiano en los dos años (2007-2009) que transcurri­eron entre el runrún y la formalizac­ión de su transfer, pero con final triste. Así como el de Madeira dijo «firmaré» en 2007 y firmó en 2009, el de Bondy se pasó la palabra dada por el arco del triunfo tras una oferta, 200 millones netos por temporada, que demuestra que el fair play financiero es una filfa.

El madridismo quedó sumido en una profunda depresión cuando el tercer sábado de mayo, tal y como había anticipado 24 horas antes Okdiario, la estrella de Francia dejó plantado al mejor equipo de la historia. Los siete días entre el anuncio de la renovación del extremo del PSG y la final de la Copa de Europa fueron un vía crucis para la cúpula merengue, entre otros motivos, porque nadie entendía que algo que estaba hecho y requetehec­ho se fuera al carajo por culpa de unos padres más avaricioso­s que el protagonis­ta de la obra de Molière y un niño más flojo mentalment­e de lo que se nos antojaba cada vez que le escuchábam­os. Tanto que todo el mundo daba por hecho que o la entidad de La Castellana conquistab­a la Copa de Europa o entraría en una crisis de proporcion­es bíblicas. Lo mismo, por cierto, que se vaticinó con la victoria que finalmente terminó en no victoria del Atlético sobre el Madrid en Lisboa. Y así como allí fue el gran Sergio Ramos el que obró el milagro, en París el rol lo desempeñar­on ese portero cuasi infalible que es Courtois y un Vinicius que metió el tanto que nadie esperaba tras colarse sigilosame­nte por la banda izquierda. Lo cual demostró que nadie es imprescind­ible, tampoco Mbappé, y que el brasileño nada tiene que envidiar al francés. Sus 22 goles de la pasada temporada son menos que los 34 de Mbappé, cierto, pero no lo es menos que la Ligue 1 es una broma de mal gusto al lado de la Liga.

El sombrerito que le hizo al portero del Betis, Rui Silva, en el primer gol blanco fue para enmarcar. Lo mejor de todo es que no es un brasileño al uso de ésos que se salen del mapa dos temporadas y acaban en la cuneta de la historia por su afición a ese Madrid la nuit que tantos jugadores de élite malogró. Todo lo contrario: tiene la cabeza razonablem­ente amueblada. Es más: sus problemas de puntería los ha resuelto en apenas año y medio ensayando disparos a puerta en solitario en Valdebebas, muy al estilo de ese Drazen Petrovic que cuando terminaba el entrenamie­nto se metía una ración de 1.000 tiros libres. Todo lo cual, unido a sus 22 añitos, hace presagiar que estamos ante un más que seguro futuro Balón de Oro. Conclusión: el fichaje estrella no era Mbappé, era Vinicius.

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EUROPA PRESS Vinicius volvió a ser decisivo en el partido ante el Real Betis
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