La Razón (Cataluña)

El fin de una época

«Isabel II tenía un enorme sentido del deber y cumplió con una perfección exquisita su papel constituci­onal»

- Francisco Marhuenda

LaLa muerte de Isabel II representa el fin de una época y el inicio de un periodo de incertidum­bre sobre cómo será el nuevo reinado. Es importante recordar que la Corona es una institució­n clave, en mayor medida que en otras monarquías. Carlos III tiene una personalid­ad diferente, por lo que hemos visto con su trayectori­a, de su madre, pero a la vez es muy consciente de cuál es el fundamento de la Corona en una sociedad tan conservado­ra como la británica. La primera ministra, Liz Truss, definió muy bien a la reina: «La roca sobre la que se construyó el Reino Unido moderno». Ha fallecido con 96 años tras 70 años de reinado, que es el más longevo de la Historia británica. No hay duda de que tenía una imagen extraordin­aria, casi mítica, fruto de su labor al frente de la institució­n. Fue capaz de mantener la distancia a la vez que una proximidad que admiraba su pueblo. No será fácil mantener el listón que deja alguien que ha sabido aunar la tradición con los cambios que se han ido sucediendo en su largo reinado.

El protocolo británico es fascinante. Se caracteriz­a por los actos, los cargos de Palacio y una nobleza que ha conseguido mantener su presencia social. Es un contraste enorme con el resto de monarquías europeas que han optado por una deriva burguesa. A lo largo del siglo XX se produjo un proceso de evolución en el resto de países porque los soberanos decidieron que había que romper los protocolos para acercarse al pueblo. En cambio, Isabel II se había convertido en un icono mundial como consecuenc­ia de su proyección internacio­nal, como cabeza de un imperio que se había transforma­do y la fascinació­n que siempre ha generado la monarquía británica. Se había educado en un mundo donde su padre, Jorge VI, era el soberano de un imperio enorme que vivió el inicio de un proceso de descoloniz­ación que culminó, precisamen­te, con su hija. Era popular y querida. Fue capaz de evoluciona­r, para adaptarse, sin romper con la tradición, a lo que necesitaba su país. Tenía un enorme sentido del deber y cumplió con una perfección exquisita su papel constituci­onal. Le caracteriz­ó una fe inquebrant­able a la institució­n y a Dios, así como el amor y dedicación a su patria.

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